
José Vega López, a la derecha, con mono, durante los días de la guerra civil en Toledo Foto: Alfonso. Centro Documental de la Memoria Histórica
La Constitución de Cádiz disponía en su artículo 324 que “el gobierno político de las provincias residiría en el jefe superior nombrado por el rey en cada una de ellas”. En ese precepto se encuentra el origen de la figura del “gobernador civil”, la cual con distintas denominaciones (en la actualidad su semejante son los subdelegados del Gobierno) y atribuciones se ha perpetuado como figura esencial para la transmisión hacia sus territorios de las directrices políticas y administrativas de los gobiernos de turno.
Durante la II República, desde el 14 de abril de 1931 hasta el final de la guerra civil, en la provincia de Toledo hubo diecinueve gobernadores civiles. Una mayoría de ellos fueron militantes de Acción Republicana e Izquierda Republicana, partidos liderados por Manuel Azaña, seguidos por quienes se encuadraban en las filas del PRR, la derecha radical de Lerroux. Su permanencia en el cargo fue, en general, bastante breve, acorde con la inestabilidad que tuvieron algunos de los gobiernos de la nación. Esa circunstancia ha motivado que la historiografía toledana apenas se haya acordado de ellos.
En toda España, el número de gobernadores civiles nombrados durante la II República fue de 635. Una cuarta parte de ellos eran abogados, destacando también los vinculados con profesiones educativas (14,8%) o periodistas y escritores (9,1%). Finalizada la guerra civil, el destino que tuvo cada uno de ellos fue dispar.
Un catedrático yerno de Antonio Maura
Apenas transcurridos tres días desde la proclamación de la II República, el gobierno nombró representante en Toledo a José María Semprún Gurrea. Nacido en Madrid, pertenecía a la alta burguesía, estando emparentado con la todopoderosa familia Maura, con una de cuyas hijas, Susana, contrajo matrimonio.
Doctor en Derecho y catedrático en Filosofía era, también, reconocido católico, circunstancia que influyó en su nombramiento para intentar mantener las relaciones entre el Gobierno y el cardenal Segura, primado de España, quien desde el mismo 14 de abril se mostró hostil contra la República.

Boda de José María Semprún (de pie, segundo a la derecha de la novia) en marzo de 1919 con Susana Maura Gamazo Foto: La Tribuna
El mandato de Semprún Gurrea en Toledo apenas duró unos meses, siendo destinado con idéntico cargo a Santander en octubre de 1931. Dos años después formó parte del grupo fundador de la revista Cruz y Raya, impulsada por José Bergamín, desde la que intelectuales católicos progresistas intentaron dinamizar la vida cultural de la República.
Al iniciarse la guerra civil, se encontraba de vacaciones en el norte de España, marchando con su familia a Francia, desde donde se puso a disposición del gobierno de Madrid. Fue nombrado encargado de Negocios en La Haya, defendiendo ante la comunidad internacional la legitimidad republicana. Como católico, censuró en distintas publicaciones la consideración de 'Cruzada' para la acción bélica de los golpistas.
Radicado en París, durante la II Guerra Mundial colaboró con la Resistencia francesa y con los exiliados. Al finalizar la misma, marchó a Roma, donde impartió clases en la universidad, fue miembro de distintos gobiernos de la República en el exilio (entre 1949 y 1962) y ostentó la representación diplomática de la misma ante el Vaticano.
Colaboró con la Revista Ibérica, fundada en Nueva York por Victoria Kent, en cuya editorial publicó en 1961 el libro Una República para España, en el que de manera pormenorizada exponía su diseño de una hipotética III República. Falleció en la capital italiana en julio de 1966. Por deseo de su familia no hubo flores en su entierro, pidiéndose a quienes querían llevarlas que destinasen su importe para ayudas a los presos políticos. Fue padre del conocido escritor Jorge Semprún, quien en su libro Autobiografía de Federico Sánchez (Premio Planeta 1977) narró sus años de militancia clandestina en el PCE, siendo ministro de Cultura con Felipe González.
José María Semprún fue relevado al frente del gobierno civil de Toledo por Álvaro Botella Pérez, militante del Partido Republicano Radical Socialista, quien en las elecciones del 12 de abril de 1931 había sido elegido concejal del ayuntamiento de Alicante. En 1913 fue editor del diario republicano El Luchador, miembro de la logia masónica “Numancia”, cofundador de la Asociación de la Prensa de Alicante y vocal de la junta directiva de su Ateneo.
Al igual que su predecesor, el paso de Álvaro Botella por Toledo fue breve. En 1933 fue nombrado director general de Industria y Comercio, cesando en el cargo tras el triunfo de la CEDA en las elecciones generales de noviembre de ese año. Detenido y encarcelado con motivo de la huelga general de octubre de 1934, regresó a la primera línea política tras el triunfo del Frente Popular en 1936, siendo nombrado gobernador civil de Alicante y presidente de su Diputación Provincial, ya iniciada la guerra. A la entrada de las tropas italianas en aquella ciudad levantina, huyó a Francia a bordo del vapor 'Marítimo', falleciendo poco después en la localidad de Mende Lozère, en la región de Occitania.
Liarte Lausín, pasado por las armas en Oviedo
Cuando el 19 de febrero de 1933 Isidro Liarte Lausín fue nombrado gobernador civil de Toledo, ya tenía experiencia en dichas responsabilidades políticas. Nacido en Arándiga (Zaragoza), licenciado en Derecho y militante de Alianza Republicana, ya había desempeñado dicho cargo en las provincias de Jaén y Almería.
Estuvo nueve meses en nuestra ciudad, continuando su periplo como representante gubernamental en Valladolid, Pontevedra, Baleares y Oviedo. Cuando llegó a la capital asturiana, a principios de julio de 1936, formaba parte del partido de Azaña, Izquierda Republicana. Iniciada la guerra civil, decidió entregar armas a los obreros para defenderse de la sublevación militar. Caída la ciudad en manos de los golpistas, cuyos máximos dirigentes en Asturias le engañaron con su 'lealtad' a la República durante los primeros momentos del levantamiento, fue detenido y, tras un consejo de guerra sumarísimo, murió fusilado el 23 de diciembre de 1936 en el patio de la cárcel ovetense.
Consumada la victoria de las derechas en las elecciones generales de noviembre de 1933, fue nombrado gobernador civil José Morlesín Mendoza, abogado de profesión. Junto a Vicente Costales Martínez fueron los únicos políticos que en nuestra provincia desempeñaron ese cargo en dos ocasiones. Su primer mandato concluyó en febrero de 1934, regresando al mismo en junio de ese mismo año. El segundo se mantuvo hasta diciembre de 1935. Durante este mandato hubo de afrontar uno de los sucesos que más alteraron la vida social y política de la ciudad de Toledo durante la II República, cual fue el crimen del industrial Félix Moraleda, propietario del bar 'Toledo', tiroteado en las inmediaciones de su domicilio en la Cuesta de las Armas.

Bando de José Morlesín dictando normas para el cumplimiento laboral ante la celebración del Primero de Mayo de 1935 Foto: Archivo Municipal de Toledo
Tras su paso por Toledo, Morlesín fue nombrado gobernador de Teruel, cargo en el que permaneció durante un mes. Iniciada la guerra civil, fue acusado de ser desafecto al régimen republicano, siendo detenido el 12 de octubre de 1936 en su domicilio de Madrid, en la calle Orellana. Permaneció preso en la cárcel de Porlier, a disposición de la Secretaría General de los Tribunales y Jurados Populares, durante unos meses.
El 1 de febrero de 1937 fue sometido a juicio, en el que quedó absuelto por no encontrarse ningún cargo que sustentase la denuncia presentada contra él. Durante la instrucción del mismo, reiteró que tanto en sus años de gobernador civil durante el bienio radical-cedista como luego, se mantuvo leal a la República y no había conspirado contra la misma.
Precioso, un reputado editor en Toledo
Si hubiese que elegir a una 'celebridad' entre los gobernadores que la provincia de Toledo tuvo durante su etapa republicana, esa sería, sin duda, Artemio Precioso García. Natural de Hellín (1891), con apenas dieciocho años comenzó a destacar en los ámbitos periodísticos de Madrid, capital a la que se había trasladado para estudiar Derecho. Con el dinero que recibió a la muerte de su padre, empresario maderero, montó una editorial, 'La novela de noche', que pronto alcanzó gran número de lectores, combinando la narrativa popular y castiza.

Retrato de Artemio Precioso realizado por Julio Romero de Torres Foto: Instituto de Estudios Albacetenses 'Don Juan Manuel'
Ese fue el primer paso en su dilatada carrera como editor, alcanzando su cenit con la colección 'La novela de hoy', que se mantuvo durante diez años y publicando casi seiscientas obras. En ella se curtieron la mayoría de escritores y escritoras de los años 20 y 30.
Otro de sus éxitos fue la revista Muchas gracias, de contenido galante y sicalíptico, que fue muy perseguida por la censura. Durante la dictadura de Primo de Rivera, permaneció un tiempo viviendo en París, disfrutando de una libertad que en España le era esquiva. Al proclamarse la República, en abril de 1931, se encontraba en la capital francesa, donde había sido nombrado bibliotecario de la Casa de España.
Afiliado al Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, en febrero de 1934 fue nombrado gobernador civil de Toledo, cargo en el que permanecería por espacio de cinco meses. Semejante brevedad no fue óbice para que viviese en primera persona algunos acontecimientos singulares en el devenir local. Uno de ellos fue el hermanamiento entre la ciudad de Toledo con su homónima de Ohio.
Entre los días 30 de mayo y 5 de junio de 1934, una delegación de Toledo-Ohio, encabezada por su vicealcalde Charles Hoover, asistió en nuestra ciudad a los actos del hermanamiento. A su llegada, Precioso, junto al alcalde Guillermo Perezagua, recibieron a tan ilustres huéspedes en el puente de Alcántara. La visita coincidió con la celebración de las llamadas 'Fiestas de Primavera', eufemismo bajo el que se acogió el Corpus Christi de aquel año, cuya procesión había sido autorizada por el gobernador.

Celebración del Corpus en 1934 bajo el eufemismo de 'Fiesta de Primavera' Foto: Archivo Municipal de Toledo
Esta última decisión no estuvo exenta de polémica. De acuerdo con lo establecido en la Constitución de la República, la autorización de manifestaciones externas de culto era competencia de los gobernadores civiles. En la ciudad, las cofradías y hermandades llevaban tiempo sin sacar sus procesiones, como expresión de rechazo a la secularización republicana. Ante la proximidad de la fiesta del Corpus, desde la Cámara de Comercio se promovió un comité para que su tradicional cortejo volviese a la calle. Precioso accedió a tal pretensión, decisión que fue censurada por las formaciones de izquierda.
Durante los meses que estuvo en Toledo, Precioso solía visitar al doctor Marañón y a Salvador de Madariaga en sus cigarrales; también gustaba de acompañar a cuantos escritores e intelectuales llegaban a la ciudad. Visitantes ilustres en aquellas semanas fueron el magnate de la prensa norteamericana William Randolph Hearst (a quien Orson Welles retrató en su película Ciudadano Kane) acompañado de las estrellas de Hollywood Marion Davis, Dorothy McKaill y Eileen Percy.
Por aquellos años, la sede del Gobierno Civil se encontraba en un caserón de la calle Rojas, esquina a la plaza del Salvador, que había sido propiedad del conde de Cedillo, sin calefacción y con goteras en sus habitaciones, que contrastaba con las comodidades que tiempo atrás Precioso había tenido en París.
Tras haber conseguido poner fin a una huelga de campesinos sin que se registrasen incidentes graves en la provincia de Toledo, en julio de 1934 Precioso fue nombrado gobernador de Lugo, cargo que mantuvo hasta noviembre de 1935, si bien unas semanas después tuvo un breve 'segundo' mandato allí. Coincidiendo con estas responsabilidades, el gobierno le concedió la Encomienda de la Orden de la República. También recibiría, entonces, la Gran Cruz de la Orden de la Legión de Honor francesa.
Dejadas atrás estas responsabilidades, Precioso reanudó su actividad periodística en Madrid, donde estaba el 18 de julio de 1936. Meses después, en febrero, se trasladó a su Hellín natal, ejerciendo como juez de Primera Instancia. Al día siguiente de terminar la guerra fue detenido y encarcelado. El 17 de mayo, un consejo de guerra le condenó a doce años y un día de reclusión, pena que luego fue rebajada a ocho años. En su favor contó con avales tanto del coronel Moscardó como del cardenal Gomá, arzobispo de Toledo.
En 1942, tras haber pasado por distintas prisiones de Albacete, Madrid y El Puerto de Santa María, accedió a la libertad condicional. Tres años después, muy avejentado, falleció en una casa de campo que disponía en Isso, pedanía de Hellín, donde se había retirado.
Perezagua, un gobernador efímero
El ya citado Guillermo Perezagua, alcalde de Toledo cuando se materializó el hermanamiento con Toledo-Ohio, fue el gobernador republicano de mandato más breve, sustituyendo en febrero de 1936 a Francisco Morales Caravantes, padre del conocido dramaturgo Francisco Nieva y quien tras la guerra ejerció como secretario de Administración Local en la localidad madrileña de El Pardo.
Aunque no tuvo ninguna responsabilidad en ello, en octubre de 1934 Perezagua cesó como alcalde tras la detención de Azaña por la fallida huelga general. Con el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936, fue nombrado gobernador civil, cargo en el que apenas permaneció cuarenta y ocho horas al acceder de nuevo, y por segunda vez, a la Alcaldía toledana.

El gobernador Perezagua se dirige a los toledanos desde un balcón del Gobierno Civil, en la calle Rojas, en febrero de 1936 Archivo Municipal de Toledo. Colección Alba
En ese corto lapsus dictó dos bandos. Uno, ordenando la recogida de armas en poder de particulares en la provincia. El segundo, pidiendo a los toledanos su compromiso con la República, diciendo que con la victoria conseguida en las urnas se reconquistaba la democracia y la libertad: “Que todos los hombres liberales, sin excepción, aporten su esfuerzo a la gigantesca obra que hemos echado sobre nuestros hombros”, concluía.
Como alcalde, hubo de afrontar las primeras semanas de la guerra civil en Toledo, conformando un comité local para la protección del patrimonio artístico. A la entrada de las tropas de Varela, se trasladó a Villacañas. Apresado al final de la contienda, fue condenado a la pena de veinte años. Accedió a la libertad condicional en noviembre de 1943, si bien fue desterrado de la ciudad de Toledo, por lo que se radicó en Madrid, donde falleció el 31 de marzo de 1960 a la edad de 65 años. Durante un tiempo asumió la secretaría general de Izquierda Republicana en la clandestinidad, manteniendo correspondencia como tal con sus compañeros exiliados en México.
Desde diciembre de 2023, una sobrina nieta suya, Milagros Tolón, ostenta la Delegación del Gobierno en Castilla-La Mancha, habiendo sido, también, alcaldesa de Toledo.
Llamativo fue el caso de Manuel María González López, abogado lucense, quien fue nombrado gobernador civil de Toledo en junio de 1936, tras haberlo sido de Huesca, Córdoba y Albacete. Aunque militante de Izquierda Republicana, en las jornadas previas a la sublevación mantuvo cercanía y complicidad con los golpistas, contribuyendo a que los mismos ganasen tiempo en su estrategia de encastillarse en el Alcázar junto al coronel Moscardó, llegando él mismo y su familia a encerrarse, también, en la fortaleza. Tal actitud mereció un rotundo titular en las páginas de El Socialista al dar cuenta de su defección: “Odisea del traidor González López”.
Cuando las tropas franquistas tomaron la ciudad de Toledo, González López regresó a su Galicia natal, llevando en su bolsillo una carta de Moscardó en la que certificaba su “conducta ejemplar” al frente del Gobierno Civil. Desde 1940 residió en A Coruña, ejerciendo como abogado y defendiendo a algunos procesados republicanos. Falleció en 1945.
A Manuel González López le sucedió José Vega López, uno de los tres gobernadores civiles que la República nombró para nuestra provincia en los años en que duró la guerra civil, junto a Hernando Ruiz Hernández y Norberto Pérez Sánchez. Recordar que, una vez tomada la ciudad de Toledo, las instituciones provinciales leales al gobierno se establecieron en Ocaña. Vega hubo de afrontar los sangrientos meses en que duró el asedio al Alcázar, presentando su dimisión en diciembre de ese año.
Tomada la ciudad por las tropas franquistas, Cándido Conde-Pumpido, magistrado juez especial de la ciudad, lo puso en “busca y captura” junto a otros dirigentes locales del Frente Popular, como presuntos autores del robo de alhajas y objetos artísticos en distintos conventos e iglesias toledanas. Vega murió en 1939 en un campo de concentración francés.
El último gobernador republicano de Toledo a quien recordamos en estas páginas es el ya citado Hernando Ruiz Hernández, contable nacido en la localidad ciudadrealeña de Chillón, quien en 1933 había sido nombrado por Largo Caballero presidente de la Agrupación de Jurados Mixtos de Peñarroya (Córdoba). De cuántos le antecedieron en el cargo durante la II República, fue el único que militaba en la UGT y el PSOE.
Al inicio de la guerra fue secretario del Comité de Defensa de Pueblo Nuevo (Madrid), responsabilidad desde la que accedió al gobierno civil de Toledo en diciembre de 1936. Siete meses después fue destinado a la Subsecretaría de Armamento de Almería, donde permaneció hasta el final del conflicto bélico. Detenido, un consejo de guerra celebrado en Córdoba en junio de 1941 le condenó a treinta años de prisión. Cuatro años después, el juzgado de instrucción de Fuente Obejuna sobreseyó el expediente de responsabilidades políticas instruido contra él.