‘Al Alma del Olivo’, explotación olivarera situada en Almonacid (Toledo), empezó su andadura hace escasos año produciendo en ecológico, pero en 2017 decidió dar un paso más y se sumó el proyecto Life Food Biodiversity, cuyo objetivo es mejorar la biodiversidad en la explotación y que desarrolla junto con la Fundación Global Nature.
Precisamente, esta pérdida de biodiversidad es uno de los grandes retos de la actualidad, y al mismo tiempo una de las soluciones para los problema que se detectan en numerosas producciones. Según la Fundación, “no sabemos cuánto perdemos cada año pero sí que la pérdida de biodiversidad se está acelerando, estamos en un periodo masiva de especies”.
Pero además, hay que tener en cuenta que el ecosistema está en un bucle que se retroalimenta, la agricultura depende de la biodiversidad, ya que sin polinizadores no hay producciones pero la biodiversidad también depende de la agricultura.
Para frenar esta pérdida se pone en marcha este proyecto que tiene también explotaciones piloto en otros países europeos, concretamente en Alemania, Francia y Portugal.
Al Alma del Olivo fue consciente desde el principio de la necesidad de ir más allá, sumarse al fomento de la biodiversidad y también diferenciar su producto de otros que hay en el mercado.
La finca, de 400 hectáreas, se incorpora a este proyecto en 2017, entonces se partía de una explotación de 202 hectáreas de olivar a suelo desnudo pero que ya producía en ecológico.
Es en 2017 cuando Clara Madrid, la propietaria de la finca, entra en contacto con Global Nature con el propósito de mejorar la flora y la fauna. Para Alberto Mellado, técnico de la explotación, incorporarse a este proyecto era “una evolución lógica”, según los planteamientos que tenían: “Buscábamos sostenibilidad y rentabilidad, hacer la agricultura que hacían nuestros abuelos”.
Un poco locos
Es aquí dónde empieza la puesta en marcha de un Plan de Acciones de Biodiversidad con una serie de medidas que van evolucionando año tras años y que en algunos casos han hecho que “nos tilden un poquitín de locos”, dice.
Entre las primeras medidas que se ponen en marcha está el fomento de las cubiertas vegetales. “Empezamos a desarrollarlas de dos tipos: implantación con una selección de semillas, leguminosas, umbelíferas y gramíneas adaptadas a lo que buscábamos para que el suelo se mantenga cubierto, para que no haya pérdida de suelo. Esta cubierta es más eficiente a la hora de recoger las pequeñas precipitaciones, favorece la entomofauna, los insectos, que muchas veces nos van a controlar las plagas”, señala Mellado.
La otra línea de trabajo son las cubiertas espontaneas, es decir dejar a la naturaleza que con sus “malas hierbas”, aunque esto no se pude dejar sin llevar un control, “tenemos que manejarlo, para domesticar a esa cubierta y que nos sea un impedimento para la explotación”, dice.
A estas cubiertas se suman otras medidas, como la incorporación de restos de poda, que antes se quemaban. “Una base de materia orgánica es muy importante y una fuente de riqueza para el suelo, se tritura para favorecer su degradación”, señala.
También se han favorecido las bandas florales que además de ofrecer una imagen muy colorida en la primavera “buscan favorecer los insectos polinizadores que nos traen mucha más biodiversidad y esa fauna auxiliar que nos va ayudar a controlar las plagas del cultivo”.
Asociado a todo esto, está también la plantación de arbustos en riberas y las charcas, que nos dan más riqueza en biodiversidad de forma directa e indirecta”
Asimismo en la finca se han instalado comedores para la fauna y majanos, “para que tengamos mejores condiciones en el medio”. Esto ha hecho que ya se vean, por ejemplo, muchas más rapaces que hace unos años.
Entre las últimas medidas que están acometiendo está la fertilización orgánica: “Nosotros ya hemos optado por la utilización de estiércol mejorado, para que nos haga una buen aportación de materia orgánica al medio”, argumenta.
Un sello para estas producciones
Con estos olivos y sus tres variedades de aceituna, Picual, Hojiblanca y Cornicabra, ponen en el mercado aceites de oliva virgen extra ecológicos, pero también en armonía con el medio ambiente en el que está insertos: El ecosistema del valle del Algodón entre La Mancha y los granitos de Toledo, 215 hectáreas de olivar ecológico, 15 hectáreas de zonas de labor y el resto pastos.
“Al alma del Olivo” ha alcanzado ya en estos años varios premios a la calidad, entre ellos el Premio Gran Selección que otorga la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Ahora, junto a la Fundación Global Nature, buscan también algún sello que reconozca el fomento de estas prácticas que favorecen la biodiversidad.
Aunque de momento aún el consumidor de países europeos como Suiza o Alemania es el que más valora estas producciones, Clara Madrid cree que la sociedad española también es cada vez más sensible y prueba de ello son los espacios que están surgiendo en las grandes superficies, lo que la hace pensar que es sólo cuestión de tiempo que productos como el suyo sean ya normales y hasta demandados en todos los mercados.