La semana pasada, y con motivo de una moción consecuencia de interpelación urgente del Grupo Parlamentario Socialista, se debatió en el Congreso sobre la política del Gobierno respecto a la adopción de medidas para la reducción inmediata de la contaminación atmosférica y la revisión del modelo energético. El debate, demasiado amplio como para profundizarlo en una sesión parlamentaria con tiempo limitado, sólo daba para un posicionamiento genérico que se tradujo en una transaccional planteada conjuntamente por el propio Grupo Socialista, el Grupo Parlamentario Confederal de Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea y el Grupo Parlamentario Mixto, respaldada por la mayoría del parlamento.
No voy a hablar de sus matices ni a entrar a debatir algunas posturas argumentadas por unos y otros, pues los cambios de modelo energético y de transporte -relacionados ambos con la calidad del aire- son complejos. Sí están claras las demandas generales. Grosso modo, para el energético se trata de evolucionar hacia un modelo de producción de energía distribuida y que fomente el autoconsumo; para el modelo de transporte, de promover el uso mayoritario del transporte público y colectivo y tender a reducir viajes. Lo que sí afirmaré es que nada indica un avance en estas direcciones y, después de escuchar al Gobierno, nada indica tampoco que se está planteando si quiera parecido.
En realidad, todo lo anterior me ha servido para ahondar en algo que hace tiempo me ronda la cabeza: ¿Por qué ese inmovilismo en la transformación del modelo energético? ¿Por qué en un país como España, sobrado de sol y viento, donde sería más que lógico un modelo de generación distribuida? Es indiscutible que las relaciones de poder, el juego de intereses y la ideología de quienes dirigen la gestión son razones contundentes para entender la deriva en política energética. Sin embargo, me voy a poner las gafas moradas, convencida de que particularizar el cuestionamiento de la brecha de género en el sector energético es uno de los primeros pasos para iniciar cambios de tendencia.
Busco en Google “energía y mujer” o “mujer y modelo energético”. Me devuelve respuestas variopintas: desde la organización de carreras deportivas hasta la propia energía y dinamismo de la mujer, pasando por las repercusiones de la pobreza energética sobre las mujeres o la relación de la mujer con la energía (que tiene que ver con el reparto de los roles de género). Sólo un enlace conduce a la necesaria acción para la promoción del espíritu empresarial de las mujeres en el sector energético, pero es en países en desarrollo. Se refiere a la convocatoria de subvenciones que la Unión Europea publicó con motivo del 8M, para proyectos que promocionen el espíritu empresarial de las mujeres en el sector energético sostenible sobre "Mujeres y Energía Sostenible".
Sabemos, por tanto, que la energía condiciona la vida de las mujeres, pero no nos preguntamos si las mujeres son capaces de condicionar la energía. Al menos la búsqueda “mujer y electricidad” me muestra enlaces referidos a mujeres relevantes en la historia de la energía eléctrica, como Hertha Marks, olvidadas como suele suceder, a pesar de que sus inventos llegaron a tener más relevancia que los de muchos de sus coetáneos. Pero tengo que introducir las claves “mujer líder energía” para encontrarme con términos como el empoderamiento femenino en el sector energético, aunque enfocado a la importancia de que las mujeres sean capaces de desarrollar sistemas de autoconsumo y energía distribuida de forma aislada.
Encuentro una sola entrada que habla del aumento de mujeres en un consejo de administración. Es autobombo de Iberdrola, que dice de sí misma ser la única que duplica el peso de las mujeres en su Consejo de Administración en relación con el resto de empresas del Ibex 35. Y no niego que su 35% no sea un mérito, pero el dato certifica que el papel de la mujer en el modelo energético es minoritario y eso, insisto, dificulta el cambio que desde todos los espectros de la vida política, económica, social y ambiental se reclaman. ¿Qué pasaría si creciese el número de mujeres con capacidad de decisión en la Secretaría de Estado de Energía del Ministerio de Industria (3 de 9), en el Consejo de Administración de Red Eléctrica (3 de 14), en el Consejo de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (4 de 12) o en las Eléctricas en sí (0 de 12 mujeres en el órgano de dirección de UNESA)?.
La escasa presencia de mujeres es síntoma de que algo falla. ¿Y qué capacidad de influencia van a tener una o varias mujeres en un ámbito de poder masculino que opera de una forma prediseñada y difícil de transformar? Porque no sólo reivindico aquí el aumentar en número, quisiera multiplicar la capacidad decisoria e influencia para transformar de las mujeres.
De hecho, creo que no podemos mantener el cambio de modelo energético sin apostar seriamente por el incremento de mujeres en carreras técnicas e ingenierías y empoderando a las mujeres para que trabajen en proyectos energéticos desde la base, respaldados e impulsados por otras mujeres de esos consejos de administración. Las mujeres somos más perseverantes y nuestras formas de liderazgo y empatía también hacen que las empresas ganen dinero.
En estos tiempos, más del 50% del alumnado universitario son mujeres, pero solo el 25% elige estudios de ingeniería y arquitectura. Es llamativo que en edades tempranas la mayoría de las niñas aventajan a los niños en todas las materias, incluyendo matemáticas. Sin embargo, hay muy pocas mujeres en el mundo de la ingeniería y las pocas que hay no se visibilizan. Mientras en otros países se invierte en fomentar las vocaciones tecnológicas, España es exportadora de ingenieros (y por supuesto, de ingenieras).
Para ilustrar lo que las mujeres somos capaces de conseguir cuando se da un marco adecuado y se potencia el empoderamiento femenino en el ámbito de las ingenierías y las ciencias, pondré el ejemplo de Solar Sister (hay otros y muy destacados), que con un 57% de mujeres en su junta de dirección, trabaja en fomentar el espíritu emprendedor de las mujeres para erradicar la pobreza energética en zonas rurales de África con energías limpias.
En definitiva, cambiar el modelo energético pasa por resolver la brecha de género que existe en el modelo formativo, en su plasmación profesional y empresarial, en la orientación de la política gubernamental. Porque sí, y esta es mi respuesta: las mujeres empoderadas somos capaces de condicionar la energía. E intuyo que el cambio de modelo y su poder de transformación social también van por ahí.
Eva Jiménez es concejal de Servicios Públicos y Sostenibilidad del Ayuntamiento de Toledo