Hace cien años podría estar esbozando en el Café de Oriente, en la Puerta de Atocha, algunas de las creaciones que le convirtieron en un artista clave del siglo XX. Sin embargo, el pintor y escultor toledano Alberto Sánchez (Toledo, 1895 - Moscú, 1962) no fue profeta en su tierra y no será hasta este último día de febrero, más de un siglo después, cuando por fin cuente con un espacio fijo en su ciudad natal en el que poder conocer parte de su obra.
La que fuera la sacristía de la antigua iglesia del Convento de Santa Fe, sede de la Colección Roberto Polo (Corpo), Centro de Arte Moderno y Contemporáneo de Castilla-La Mancha, mostrará al público desde este martes un conjunto de 22 obras, fechadas entre 1926 y 1962, que, precisamente, fueron depositadas hace 22 años en los almacenes del Museo de Santa Cruz tras el cierre del Museo de Arte Contemporáneo de Toledo, ubicado en la Casa de las Cadenas.
Se trata de 9 esculturas y 13 dibujos del artista toledano que se podrán apreciar en la especie de altar que se ha habilitado en la bautizada sala 'Albero Sánchez', un espacio que ha sido recuperado con la contribución de la Escuela de Arquitectura de Toledo, bajo la supervisión de Javier Vellés y José Ramón de la Cal. Creaciones que permitirán apreciar "la singularidad, la fuerza y el carácter innovador de un trabajo que ha permanecido oculto a la mirada de los toledanos y de los amantes del arte en general", traslada Corpo.
'La mujer de la estrella', 'Maternidad', 'Minerva de los Andes' o 'Mujer castellana', todas ellas realizadas en bronce, son algunas de las obras que el público podrá contemplar de nuevo. Aunque los trabajos del artista siempre han estado a disposición de los investigadores y han formado parte de exposiciones temporales en distintas ciudades españolas, su legado estaba falto de un lugar de referencia, un deseo que la familia manifestó desde que llevó a cabo la donación al Estado español de la mayor parte de la producción que ahora se expone.
La entrada de la sala que aspira a saldar esta deuda con el artista toledano cuenta con un montaje fotográfico que muestra un retrato de Alberto, acompañado de una de sus frases, así como la imagen de su mítica escultura -'El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella'-, una obra desaparecida que fue expuesta en la entrada del pabellón de la República española en la Exposición Internacional de París de 1937 y de la que existe una réplica en el exterior del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid.
El catálogo, cuya publicación acompaña la inauguración del espacio de Alberto Sánchez en Toledo, es un objeto de arte en sí mismo. Se compone de dos tomos que guardados dentro de una caja dan la impresión de un cofre que al abrirse descubre el sorprendente mundo del artista. Aunque la escultura está presente en ambas secciones, el primer cuerpo de la publicación se dedica a la obra en papel y a los textos, mientras que en el segundo, en forma de desplegables, las piezas escultóricas se pueden contemplar desde todos los ángulos.
De las Covachuelas a Moscú
Alberto nació en el barrio de las Covachuelas y fue el segundo hijo de seis hermanos. Su padre fue pastor y panadero y su madre, sirvienta. No pudo pisar la Escuela de Artes y Oficios pero se convirtió en una de las figuras más relevantes de la escultura española del siglo XX, según describe Jaime Brihuega, doctor en Historia del Arte y profesor emérito en la Universidad Complutense de Madrid, en la publicación 'El fulgor de un epílogo. Dos obras de la última etapa de Alberto'.
En 1907, a la edad de doce años, vivió su primer 'exilio' al trasladarse con su familia a Madrid. Allí aprendió también el oficio de zapatero y comenzó a desarrollar su vocación artística cuando entró como aprendiz en el taller del escultor y decorador José Estanys, pero dejó el oficio muy pronto. tal y como recoge la Real Academia de la Historia.
A partir de 1910, y durante dieciséis años, comenzó a trabajar, como su padre, de panadero. Ingresó en las Juventudes Socialistas y fue allí, en el Círculo Socialista del Sur, donde conoció al artista Francisco Mateos, en 1914, con el que concibió el proyecto de una vanguardista Casa del Pueblo y con el que viajó a Lisboa un año después. Con Mateos admiró las primeras representaciones plásticas de vanguardia (cubistas) que se dieron en Madrid.
En 1916, coincidiendo con su servicio militar en Melilla, descubrió su capacidad creadora a partir del poder inspirador del paisaje y realizó sus primeras esculturas, de corte naturalista. Unos años más tarde, en el mencionado Café de Oriente, conoció al pintor uruguayo Rafael Barradas, gracias a quien comenzó a establecer contacto con círculos intelectuales y artísticos madrileños.
Su primera exposición individual tuvo lugar en 1926, en el Ateneo de Madrid (repitió en 1927 y 1930) y, en el mismo año, fundó junto con Benjamín Palencia y Rafael Alberti (entre otros) la Escuela de Vallecas. Además, tuvo relación con personajes como Picasso, Dalí o Lorca, creadores que sí contaron ya durante el siglo pasado con un reconocimiento que a Alberto se le resistía, hasta hoy, en su propia ciudad.
También durante muchos años, debido a su compromiso político, fue un artista opacado en España por el franquismo. En 1936, año en el que se inició la Guerra Civil, presentó una exposición en el Centro de Exposiciones de Materiales de Construcción. Un bombardeo en Madrid destruyó su estudio en la capital, con la pérdida de un número indeterminado de obras. A finales de ese año fue evacuado a Valencia, en 1937 participó en la mencionada exposición en París y en 1938 marchó a Moscú, donde fue profesor de dibujo para niños refugiados y falleció 24 años después.