Hace unos días estuve sacando barro de la casa de un familiar en Mocejón. El agua entró torrencialmente por las ventanas de una planta que estaba acondicionada como vivienda, llegó casi hasta el techo y acabo con todo, lo material y lo inmaterial, porque allí estaban los recuerdos de toda una vida.
La experiencia ha sido brutal, pero no voy a hablarles de enseres y recuerdos perdidos, sino de infraestructuras e inundaciones. De una pregunta que flotaba en el ambiente después de la tragedia: ¿Cómo ha podido llegar hasta aquí tantísima agua?
Desde fuera se tiende a culpabilizar de estos desastres a los promotores o vecinos que construyen encima de los arroyos y muchas veces es así, pero las cosas no siempre son tan sencillas. En el paseo de los Molinos de Mocejón no hay ningún arroyo, el más cercano, el de los Puchereros, discurre por la otra punta del pueblo y en una cota 4 metros más baja, lo que no impidió que durante unos minutos, por este paseo circulara bastante más agua que la que lleva habitualmente el Tajo en Toledo.
Siguiendo la misma lógica, también pensamos que la única solución para evitar este tipo de desastres es prohibir, o limitar la construcción en áreas inundables. Es lo que dicen las leyes, pero desgraciadamente no siempre es fácil prever por dónde va a pasar el agua.
Todo sería más sencillo si solo tuviéramos campo. Con los datos y aplicaciones informáticas actuales, en un territorio virgen un ordenador personal podría calcularlo en pocos segundos, pero desgraciadamente, además de la topografía natural también tenemos una telaraña de carreteras, caminos, canales de riego, balsas de acumulación, cunetas de drenaje, nivelaciones de tierra, rellenos, urbanizaciones etc. que afectan sustancialmente al curso de las aguas desviándolas de los cauces naturales, concentrándolas en determinados puntos y provocando embalsamientos y rupturas. Con demasiada frecuencia son estas infraestructuras artificiales las que están detrás de los llamados desastres naturales. Todo no puede explicarse con el cambio climático.
La maraña de infraestructuras y movimientos de tierra que inunda el territorio hace extremadamente laboriosa cualquier previsión, especialmente en lugares como Mocejón, pero eso no significa que podamos dejar de hacerlas, porque las consecuencias son catastróficas. En cualquier caso, una vez pasada la riada, es muy sencillo encontrar los errores que han hecho posible que las aguas de lluvia circularan con tanta virulencia y tan lejos de los cauces naturales arruinando a cientos de familias. Solo hay que remontar el curso de las aguas y enseguida encontramos las respuestas. Los damnificados tienen derecho a esta explicación, y las administraciones públicas la obligación de darla.
Mientras tanto, dado que tengo alguna experiencia en estos temas, voy a tratar de explicar brevemente lo que ha pasado en Mocejón. Solo es un caso, pero puede ser un buen ejemplo.
La mayor parte de la riada que asoló Mocejón llegó desde Magán por el arroyo de los Puchereros, que afecta tangencialmente al casco urbano de Mocejón formando un borde relativamente libre de edificaciones. Llego mucha agua, pero sus efectos habrían sido mucho menores si no hubiera existido el canal (Real Acequia) del Jarama.
Después de atravesar Magán, el arroyo de los Puchereros se cruza con este canal atravesándolo, o más bien intentando atravesarlo por un pequeño conducto. En estas circunstancias, en cuanto llueve con cierta intensidad el canal se comporta como una presa desviando la mayor parte de las aguas del arroyo. El tres se septiembre, varios cientos de m3/sg fueron desviados del cauce natural en este punto. Una parte acabó cayendo en el propio canal hasta colmatarlo, y otra desbordándolo hacia la llanura regable situada entre el canal y el arroyo.
El arroyo natural no cruza Mocejón, pero tanto el canal como la llanura regable conducen directamente las aguas hacia el casco urbano. Así se provocó el desastre. No fue solo la DANA, ni el arroyo, ni mucho menos los vecinos construyendo donde no debían, sino una obra pública mal hecha. Si el arroyo hubiera podido seguir su curso natural los efectos de la riada habrían sido muy distintos, y lo mejor que podemos hacer para evitar que esta inundación se repita es corregir el cruce del canal y limpiar el cauce del arroyo a partir de este punto.
El cruce entre el arroyo de los Puchereros y el canal del Jarama explica la inundación de la parte más baja de Mocejón, situada aproximadamente entre el cementerio, la plaza y las escuelas, pero los desastres nunca vienen solos y en Mocejón tuvieron la desgracia de acumular una segunda riada procedente de las lomas de Olías. Está fue la que afectó a mi familia y en este caso nunca ha existido ningún arroyo, lo que no impidió que llegaran a circular torrencialmente más de 100 m3/sg. Un calado de cuatro escalones y un bordillo por encima de la calzada en una calle de 34 m. de anchura.
Si las aguas procedentes de las lomas de Olías hubieran circulado libremente por los campos de cultivo nunca se habría concentrado tanta agua, pero tuvieron que atravesar nada menos que seis infraestructuras lineales dejando tras de sí todo un catálogo de embalsamientos, rupturas, desbordamientos y desvíos que alteraron sustancialmente su curso natural concentrando las aguas de forma catastrófica en un lugar en el que nunca había existido un arroyo. Estoy hablando del canal de Olías, la explanada del antiguo ferrocarril de Toledo a Bargas, la A-40, la CM-4006, la antigua carretera de Mocejón a Olías y la red de acequias y canales de drenaje. En las fotografías pueden verse algunos ejemplos de cómo han quedado estas infraestructuras.
La puntilla definitiva se originó en este caso con el colapso del sistema de drenaje de la CM-4006. Un gran cunetón y varios drenajes transversales se anegaron de forma simultánea y las aguas acabaron atravesando superficialmente la carretera en un punto que las conducía directamente hacia el casco urbano.
Ya no podemos evitar los daños de la última DANA, pero sería conveniente aprender del desastre, que se reconociera con claridad lo que ha pasado para poder minimizar daños futuros, corregir los errores, esforzarse en delimitar áreas de riesgo detalladas teniendo en cuenta, no solo la topografía natural sino también las numerosas infraestructuras existentes, e indemnizar a los damnificados cuando proceda. Solo hay que remontar el curso de las riadas.
Hagámoslo y aprendamos de nuestros errores.