Septiembre es un mes complejo. Cambiamos de estación y de ritmos. Los hay que están deseando volver a las rutinas marcadas por el día a día laboral. Pero incluso los más férreos amantes de lo cotidiano y lo sistemático sienten vértigo al poner fin al ralentizado ritmo estival y con una pirueta caer en la vuelta al trabajo. Si encima hay criaturas en casa súmale la vuelta al cole, con la guinda del pastel de las extraescolares. La economía doméstica también tiembla y avanza a duras penas frente a los gastos extras que se le vienen encima.
La cuesta de septiembre es complicada. En las casas con niños las tensiones se elevan. Hay que comprar libros, material escolar, ropa, encajar horarios, y son las madres, como tradicionales responsables de la vuelta al cole y guardianas de la vida de la casa, quienes aún hoy se siguen encargando de todo esto, además de su pirueta personal de vuelta al trabajo y responsabilidades laborales, y de las cargas domésticas que muchas veces no deja de asumir ni en verano: comida, compra, lavadoras. Hace poco comentaba una amiga “debería hacerse un estudio sobre el estrés de las madres en la vuelta el cole. Los padres se despreocupan, como si no fuera con ellos”.
“Como si no fuera con ellos”, es sorprendente la de veces que me encuentro con esta frase. En otro grupo de whatsapp una madre mandaba un mensaje de instagram con similar contenido, y no tardó mucho en contestar otra diciendo que ella no se indigna cuando su marido se ocupa del cambio del aceite del coche o de chequear los radiadores. Me llamó la atención esa respuesta por varias razones. Una porque rápidamente otra madre reafirmó este último comentario con un pulgar en forma de like. Otra porque de estas tareas normalmente se ocupa un técnico. Y sobre todo, qué tienen que ver estas tareas puntuales con las responsabilidades parentales. Aunque cueste admitirlo, sí, vivimos en una sociedad machista y el reparto equitativo de tareas en el hogar es un campo de batalla que estamos muy lejos de haber ganado.
¿Y cómo puede haber mujeres reacias a hablar de este tema, que no lo vean como un problema? Porque el machismo o el feminismo no es cosa de hombres o mujeres, sino de mentalidades. Mentalidades que niegan el sexismo en nuestra sociedad, que no ven la desigualdad incluso cuando la sufren en carnes, o que niegan la violencia de género.
Mentalidades que desde que ha aparecido un determinado partido político con representación institucional ha ganado fuerza y legitimidad, el elefante blanco de la política, VOX. A día de hoy en el Ayuntamiento de Toledo gobierna este partido junto al PP por un pacto de gobierno que ha eliminado el concepto de violencia de género y que borró del mapa la concejalía de Igualdad. Todo hace pensar que no están muy por la labor de luchar contra las diversas violencias y abusos que históricamente recaen sobre la mujer.
Pero septiembre es un mes complejo.
Este mes que nos acaba de dejar pasará a la historia por una investidura fallida de un no presidente que enumeró un listado de propuestas que me dejó ojiplática: gratuidad para el transporte público, un pacto por la educación, o desbloquear las instituciones judiciales. Por un momento creí que me había confundido y era un candidato de Sumar en lugar del Sr. Feijoo quien hacía estas propuestas, que por otro lado son contrarias a su programa, su discurso y sobre todo la acción de su partido.
En la última concentración por las víctimas de violencia de género, porque 50 mujeres han sido asesinadas en nuestro país por ser mujeres en lo que va de año; 50 mujeres, sí, es escalofriante; a la cita decidió unirse la concejala de asuntos sociales. Le pidieron que no se pusiera en la pancarta, a lo que hizo caso omiso. Luego fue a buscar explicaciones de varias de las mujeres allí reunidas, muchas de ellas víctimas de la propia violencia machista. No la recibieron con las manos abiertas, no. Pero, ¿qué esperaba?
Esta misma semana la vicealcaldesa ha tildado de locas a las mujeres que se juntan para gritar. El término no es casual, de locas, histéricas o brujas han tildado históricamente a las mujeres para mantenernos calladas. Sí, gritamos proclamas como “nos queremos vivas” o “no estás sola”, porque sí, hay que hacerlo llegar por todos los medios posibles para que lo escuche cada mujer que se siente víctima de la violencia de género. También para que ese grito se imponga a la mirada machista del maltratador.
Luego lo arregló Inés Cañizares diciendo que algunas tienen la piel muy fina. Yo no sé si tengo la piel fina, lo que tengo claro es que su mentalidad es peligrosamente machista.
Al mismo tiempo sin embargo, dentro de unas semanas viene invitada y pagada por el Ayuntamiento una de las mayores divulgadoras del abolicionismo de la prostitución que tenemos hoy en día, Amelia Tiganus. Lo celebro. Pero me sorprende por la incoherencia de negar y a la vez visibilizar la violencia de género.
También le sorprenderá al alumno que me viene diciendo que lo del feminismo y la igualdad son idioteces, que eso de la violencia de género no existe, que es una chorrada. Eso que ha oído seguramente en su casa, donde probablemente le ha llegado de algún colega de la vicealcaldesa, o de ella misma, hablando en algún medio. Sí, a él y a su entorno las incoherencias les sorprenden.
Aunque parece que al gobierno local no, quizás porque son dados a estar “a Dios rogando y con el mazo dando”. Aunque oigan, es complicado. Como el propio septiembre.
A ver si con suerte en octubre se relaja la vida, nos hacemos a las rutinas, nos empoderamos quienes lo necesitemos y vamos ganando en coherencia, para que sepamos al menos a qué atenernos, qué puentes tender y fomentar y en cuáles alzar la voz y la muralla.
Marta Romero Medina