La Universidad de Alcalá de Henares acoge la sede del Voluntariado Nacional para el Censo del Lobo Ibérico, un proyecto de ciencia ciudadana orientado a la formación de voluntarios para conseguir datos que ayuden a la evaluación del estado de conservación del lobo ibérico, ofreciendo así una visión científica e independiente.
La iniciativa surgió en 2015 en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, en el Departamento Biología Evolutiva y Biodiversidad MNCN-CSIC de la mano de Ángel M. Sánchez, profesor del departamento de Ciencias de la Vida de la Universidad de Alcalá y Fernando Palacios, investigador del citado museo.
Ambos viajaron por toda España durante dos años para explicar el proyecto y captar colaboradores. “La acogida fue muy buena”. Después, sus caminos se separaron y la iniciativa ha recalado en 2019 en la Facultad de Ciencia de la Universidad de Alcalá, donde está previsto celebrar unas jornadas sobre el lobo ibérico este otoño. Sánchez explica que el objetivo es “abrir una línea de investigación estrictamente sobre conservación sobre las especies más emblemáticas, entre ellas el lobo”.
“Intentamos aportar datos añadidos a los de las administraciones y de las empresas consultoras que contratan. Nuestros medios económicos son reducidos y por eso invitamos a la gente a participar, desde investigadores a chavales que nosotros formamos de forma gratuita”. Los voluntarios disponen de metodología propia y de una app para dispositivos móviles que permiten trabajar de forma sencilla en el campo.
A través de la investigación científica también se busca demostrar que la especie puede ser “gestionada de otra manera”. Hoy, apenas quedan entre 1.000 y 1.500 lobos, a pesar de cifras oficiales que apuntan a una población de 2.000. Una de las razones es que hubo una época en la que el Estado pagaba por matarlos, como a los osos o los linces.
Pero más allá de los números, recalca el científico, “el verdadero problema de conservación del lobo ibérico es la escasa variabilidad genética de la especie que compromete su futuro a largo plazo si no tomamos las medidas adecuadas”. La solución, apunta, estaría en abrir corredores que facilitasen la llegada de lobos desde el centro de Europa a través de Catalunya, Navarra o Aragón “y una vez aquí protegerlos claro”.
Algo complicado, dice, teniendo en cuenta que las amenazas que afectan a esta especie ni siquiera las solventa la normativa europea relativa a la conservación de los hábitats naturales y de la fauna y flora silvestres.
“La situación del lobo en Castilla-La Mancha es catastrófica”
A la cuestión genética que actúa en contra de estos animales se suman los datos publicados en marzo del pasado año. Un informe estimativo sobre la mortalidad no natural del lobo ibérico correspondiente al año 2017 apunta a 618 ejemplares muertos, cinco de ellos en Guadalajara, provincia en la que todos fallecieron a causa de la acción de los furtivos o del veneno.
Según el informe, Castilla-La Mancha es un “área decisiva para la dispersión de la especie a territorios meridionales y levantinos, a través del Sistema Ibérico” al disponer de “ecosistemas muy adecuados en su reasentamiento con abundantes presas naturales y refugio”.
También se explica que esta región presenta un “escaso nivel de conflictividad” y se recomienda iniciar un Plan de Recuperación del Lobo en Guadalajara y otro de reintroducción en Sierra Morena y los Montes de Toledo porque allí la especie puede ser viable. Precisamente, el director del Parque Nacional de Cabañeros proponía días atrás la introducción del lobo para combatir la sobrepoblación de ciervos.
En realidad, la única provincia de Castilla-La Mancha donde se ha reproducido el lobo en estos últimos años ha sido Guadalajara pero, a pesar de tratarse de una especie protegida en el Catálogo Regional de Especies Amenazadas, “la situación de conservación en dicha provincia es muy delicada, principalmente debido a la presión humana directa e indirecta”, según el mismo informe.
Era la advertencia con datos de 2017. Entonces aún se consideraba que existían al menos dos grupos reproductores después de que la especie se hubiese dado por extinguida en esta provincia a mediados del siglo XX, a pesar de la constancia de la caza de un ejemplar en los años 70 cerca de Tamajón.
Entre los años 2000-2005 se detectó la presencia de un grupo al norte de Guadalajara, en la Sierra del Alto Rey. En 2008, se constató su existencia en el área de Cantalojas y El Cardoso y en julio del año 2010, la Junta de Castilla la Mancha, radio-marcó a la loba alfa de esa manada para estudiar sus movimientos. Un ejemplar que moriría posteriormente en accidente de tráfico en el año 2015, llevando todavía el collar radiotransmisor al cuello, que había dejado de funcionar hacía años.
Ángel M. Sánchez es uno de los autores del informe junto con un amplio plantel de expertos y cree que los datos reflejan un panorama “insostenible” para este animal “emblema” de la Península Ibérica. “Que no esté protegido adecuadamente y que cada año muera la tasa de reclutamiento de la especie (proporción de la población que accede a la reproducción) es un tema muy serio”.
El mismo informe considera extinguido al lobo ibérico en Andalucía, Extremadura, Catalunya y la Comunidad Valenciana. No hay datos sobre País Vasco y La Rioja.
A mediados de 2020 espera disponer de un informe centrado en la Comunidad Autónoma de Galicia al que se sumarán otros centrados en la situación de Asturias o Castilla y León para abordar después los datos de zonas donde hubo lobos en otros tiempos (Andalucía o Extremadura) y que “las administraciones siguen vendiendo como zonas en las que puede habitar el lobo ibérico, que reciben dinero por esta condición, aunque no haya ni un solo ejemplar”.
En el caso de Castilla-La Mancha, afirma el científico, “la situación del lobo es catastrófica” porque, asegura, “el Gobierno de región no se ha implicado en nada, no ha puesto en marcha ningún plan de recuperación y conservación de la especie tal y como obliga a hacer la Unión Europea”.
Ángel M. Sánchez detalla que en la zona de Ciudad Real “no hay lobo desde hace bastante tiempo” y en Guadalajara, “que pareció asentarse en la primera década de 2000, en la zona que linda con Madrid y Segovia” está de nuevo en retroceso, hasta el punto de haber casi desaparecido. “Es una provincia donde siempre se ha colocado mucho veneno y cepos. Ocurre lo mismo en Toledo. No dejan que el lobo se asiente en la región”, lamenta.
Uno de los casos de mortalidad más recientes es el del lobezno que apareció en Pinilla de Jadraque agonizante, que murió “con las mucosas y el pelo en perfecto estado” y en su rostro, señala el investigador, el rictus de la risa sardónica (contracción en el rostro que origina lo que parece una sonrisa) junto a la necesidad de agua, todos ellos síntomas de envenenamiento. Algo que no fue reconocido oficialmente por el Gobierno regional al considerar que también pudo estar provocado por el virus del moquillo.
El científico habla también de los ataques de lobos que vienen denunciando ganaderos de la Sierra Norte de Guadalajara, para los que el Gobierno de Castilla-La Mancha apuntaló ayudas económicas tanto paliativas como preventivas. “Cuando comenzaron a implementarse estas medidas ya no había lobos en la zona porque los habían matado y hay que decirlo”.
En defensa del lobo, Sánchez recuerda que es un superdepredador, una especie apical que se sitúa en la cima de la pirámide ecológica porque aporta estabilidad y salud al ecosistema. “Su eliminación produce desequilibrios e incluso una verdadera catástrofe ecológica como podemos ver en lugares tan emblemáticos como el Parque Nacional de Cabañeros, donde los ungulados silvestres proliferan sin control influyendo muy negativamente sobre su propio hábitat”, explica, en relación a los ciervos.
Después, comenta, la sociedad lobera se estructura en manadas en las que los ejemplares más viejos y rango jerárquico más elevado, que son los que precisamente conocen el territorio, son los que seleccionan las presas. Existen innumerables trabajos científicos que demuestran que una manada fuertemente cohesionada y mantenida en el tiempo prefiere presas naturales al ganado doméstico. En este sentido, asegura, “el lobo no puede ser sustituido por el cazador humano”.
El investigador ve factible la convivencia del hombre (su ganado) y el lobo cambiando el actual modelo a nivel nacional y apostando por una especie contrato territorial que lleve asociadas medidas para la prevención de ataques al ganado que sean distintas a las de “cobrar dinero al margen del que ya se está recibiendo por tener ganado en zonas de alta biodiversidad”.