En el año 2006 se llevó a una excavación en el yacimiento de Las Mayores, situado en el término municipal de Numancia de la Sagra (Toledo), donde actuaron en 463 estructuras de tipo 'hoya' de las que 10 formaban parte de una necrópolis campaniforme que dataron en la Edad de Bronce. Parte de las piezas que se hallaron se conservaron en el Museo de Santa Cruz de Toledo y ahora han sido objeto de estudio por parte de la Universidad de Alcalá (UAH).
El Grupo de Investigación Prehistoria en la Cuenca Interior del Tajo (PRECYT), junto a investigadores del Instituto de Cerámica y Vidrio del CSIC y de la Universidad Autónoma de Madrid, han realizado un trabajo de investigación sobre brazales de arquero que encontraron y que les ha permitido mostrar nuevas formas de valor social que recibieron personas fallecidas en el año 3.000 antes de Cristo.
Así lo expone en una entrevista con elDiarioclm.es la profesora Rosa Barroso, una de las investigadoras del grupo, que explica que desde que se hallaron los restos no se había podido estudiar, por lo que quedaron depositados en el museo a la espera de poder ser analizados. Los trabajos del grupo de investigación de la Universidad de Alcalá han permitido establecer la existencia de estos brazales de arquero en las tumbas infantiles.
Se trata de piezas de piedra con dos perforaciones que se han interpretado como protectores del antebrazo durante el tiro con arco. Pero, debido a su presencia en las tumbas, se ha llegado a la conclusión de que también pudieron tener un reconocimiento social.
“Nos hemos concentrado sobre todo en los enterramientos de la zona, porque ya habíamos trabajado en arqueología funeraria. Es algo que no se puede aislar de los sitios en los que vivimos y estamos especializados en ello”, explica la docente. En el caso de ‘Las Mayores’, explica que existe una concentración funeraria “muy importante”, ya que se han identificado más de 50 individuos enterrados en una zona que ni siquiera se ha terminado de excavar.
Enterramientos que no son lo usual
La presencia de tumbas de niños aporta aún más interés a los descubrimientos de los profesionales que primero excavaron la zona -la empresa Rojas Arqueología S.L.- y que después abordó el grupo de investigación de la Institución académica que ha realizado estudios antropológicos y físico-químicos. “Esto era realmente interesante. No es usual que aparezcan estos brazaletes en niños, porque no son expertos arqueros, ni parece que sea la regla o lo usual para su ritual de enterramiento”, explica la profesora.
Normalmente, se suelen ver “pocos” enterramientos infantiles. En el caso de los dos brazaletes encontrados en Numancia de la Sagra se ha demostrado también que han sido reutilizados, tras haber sido usados como protectores presumiblemente por adultos”, explica. Gracias al estudio de lo que llaman “la biografía de la piedra” se han encontrado huellas de uso como herramienta protectora. “Es muy inusual este recorrido que han tenido las piezas, y más asociadas a niños”, explica.
En la época a la que pertenecen los restos, unos 3.000 años antes de Cristo, la mortalidad infantil era “muy alta”, especialmente en su primer año de vida. “Pero arqueológicamente no se encuentran tumbas infantiles, porque se conservan muy mal o no hay acceso a los cementerios como había con los adultos. Existe un proceso, una etapa, que los elimina de nuestro registro arqueológico”, describe Rosa Barroso. En el mismo yacimiento han encontrado también, entre otras costumbres llamativas, los restos de niños enterrados en vasijas.
“Lo que vemos es que en esa época la arquería estaba ya muy desarrollada, pero carecía de una presencia significativa por la fauna salvaje. En todo caso, sigue siendo una tradición muy importante, lo que se nos muestra es que se ha mantenido la tradición de padres a hijos en este aprendizaje”, reflexiona Barroso. El haber encontrado brazaletes en tumbas infantiles podría significar, señala, que estaban aprendiendo a cazar con sus padres u otros adultos de la zona. “No podemos decir que sean expertos arqueros, pero sí que era una actividad habitual y que tenía el interés de ser hereditaria, de transmitirse de adultos a menores”, recalca la docente.
Colaboración entre la universidad e iniciativas privadas
Los hallazgos se remontan aproximadamente al año 3.000 antes de Cristo, por lo que se puede hablar de la población de la Edad de Cobre en la zona de interior. “En contextos prehistóricos no se habla de etnias”, resalta la profesora. El grupo al que pertenece sigue trabajando en el campo de la arqueología funeraria, especialmente en la zona de Illescas (Toledo), donde se ha podido acceder a muchos restos por la masiva urbanización de la zona. “Te llena mucho el poder investigar sobre restos que ya han sido excavados y sin tener que invertir grandes partidas económicas extra para poder seguir consiguiendo datos e información”, explica la profesora.
Además, el grupo de investigación colabora estrechamente con empresas como Rojas Arqueología, porque ofrecen una perspectiva que muchas veces la iniciativa privada no puede. “No tienen las posibilidades de tiempo o dinero que requiere realizar una labor científica completa y la universidad no puede dar la espalda a estas cuestiones”, asevera la docente. En este sentido, explica que otros investigadores que son parte del grupo también están analizando el trabajo de las piedras, de la tecnología cerámica y lítica que se utilizaba entonces.
“Porque somos arqueólogos, parece que somos algo así como Indiana Jones, pero la realidad es que somos historiadores y entender nuestro pasado nos ayuda a entender mejor nuestro presente y también nuestro futuro. Esto también es nuestro patrimonio”, destaca Rosa Barroso. “Lo que vemos en estos yacimientos es que estas personas ya respetaban a sus ancestros y les daban un valor. Son los panteones de hoy en día, no ha cambiado todo. Es esta la consideración histórica que tenemos que tener”, concluye.