Las palancas multiplican una fuerza pequeña aplicándola de manera inteligente. De esta forma, los humanos, que no somos especialmente robustos comparados con otros animales, podemos resolver retos que parecen imposibles con un mínimo esfuerzo. En el pasado, esto nos sirvió para levantar hospitales, construir carreteras, y adecuar el medio ambiente a nuestras necesidades vitales.
Hoy, en la Tierra, tenemos otro grave problema: el cambio climático. Se trata del problema emergente más importante que tiene la humanidad. Hay consenso en que el calentamiento global motivado por nuestras actividades está creando problemas serios a todas las escalas. Algunos son más visibles, como los cambios en los ciclos de la lluvia que afectan a los cultivos, mientras que otros irán apareciendo a más largo plazo.
Las ciencias ambientales cuentan con técnicas para afrontar el reto. Varias de nuestras herramientas son ‘acciones palanca’. Es el caso de la reforestación de baldíos con especies autóctonas y resistentes como la sabina, que nos ayuda a proteger la biodiversidad. Otra acción es la ordenación territorial eficiente, con la que podemos reducir la demanda energética y ahorrar. Apostar por las energías renovables en un país inundado por el sol como es España parece inteligente.
El uso de materiales como las perovskitas para fabricar células solares más eficientes ayuda a mitigar el calentamiento. El empleo de ingeniería genética para lograr cultivos más resistentes a los vaivenes de la lluvia, a los cambios de temperatura, o a las plagas es una medida de adaptación que acaba produciendo resultados multiplicativos. Y hay muchos otros ejemplos que se enseñan todos los días en facultades como la nuestra (la de Ciencias Ambientales y Bioquímica de Toledo) que este año ha celebrado veinte años formando profesionales del medio ambiente.
A menudo me preguntan qué puede hacer una persona cualquiera para “luchar contra el cambio climático”. En el fondo, es sencillo. La aplicación de las tecnologías actuales (y el desarrollo de otras nuevas) solo depende de la voluntad política de invertir más en ciencia. ¿Qué se puede hacer? Pedir al gobierno, a todas las escalas, desde la municipal, la regional, o la nacional, que inviertan más en ciencia, especialmente en la “ciencia básica” que es la que tiene unos efectos multiplicativos más impactantes.