Hoy en día son muchos los colectivos vulnerables que merecen toda nuestra atención. De entre ellos, me gustaría destacar el de las personas apoyadas por Fundaciones Tutelares, como FUTUCAM, claro ejemplo de una entidad que lleva años trabajando en Castilla La Mancha, la cual me ha dado la oportunidad de trabajar con ellos y acercarme aún más si cabe a este colectivo bastante desconocido socialmente y que demanda soluciones a toda una serie de necesidades que presentan.
Me van a permitir empezar haciendo un inciso para que puedan conocer quiénes son las personas apoyadas a las que dan servicio entidades como FUTUCAM, de las que vengo hablar en este artículo, pues se trata nada menos de personas como ustedes o como yo, con sus fortalezas y con sus limitaciones. Personas que como cualquiera puede tener cuentan con sus proyectos de vida, intereses, y con sus distintas peculiaridades, pero que la única diferencia que podríamos hacer notar de nosotros es que la discapacidad que tienen (oligofrenia, retraso mental, demencia senil, discapacidad intelectual, etc.), le acompaña una declaración de incapacidad mediante sentencia judicial (que viene a reconocer una modificación de la capacidad de obrar), y que persigue su protección jurídica, pero que en cierto modo limita su autonomía personal. Si bien, muchas de estas personas se encuentran conviviendo con sus familiares más directos, pero otro número importante de estas personas se encuentran atendidas en residencias, centros de día, de recuperación, viviendas tuteladas, públicas o privadas, bien por ausencia de familiares o porque éstos no son los adecuados para darles una atención integral.
De cualquier manera, quisiera dar eco al camino de derechos puesto que considero que aún nos queda mucho por pelear por este colectivo, pero también remarcar lo importante que es la educación para buscar el camino de su integración y mejorar su propia. En este sentido, y para que la educación que reciban las personas con cualquier tipo de discapacidad intelectual sea de calidad y realmente aceptable, debemos dejar al margen los tópicos y justificaciones con los que muchas veces chocamos, al creer que a estas personas les cuesta más que a los demás aprender, comprender y comunicarse, pues, no deja de ser algo utópico que pone freno a programas de formación atrancados en esa visión.
Lógicamente, todo esto no significa que podemos enseñar cualquier habilidad a cualquier persona, menos si no contamos con las herramientas y conocimientos previos necesarios del proceso de enseñanza y aprendizaje, pero si es posible ampliar nuestras expectativas y no caer en el error de excluirles de determinados programas de aprendizaje basándonos en creer que su discapacidad les hace menos válidos. En otros términos, nuestro papel social y pedagógico debe buscar la participación con iniciativas nuevas que les resulte motivante y despierten su interés, además de buscar su adaptación y facilitar el conocimiento de un modo que le resulte comprensible a la persona. En todo lo demás, la relación debe ser de igual a igual. No obstante, educar a una persona con discapacidad intelectual es uno de los grandes retos que cualquier profesional persigue, pero también es un camino de satisfacción y logros que merece la pena.
Algo básico e importe es la hora de diseñar una propuesta formativa para personas con discapacidad intelectual, momento en el que debemos sopesar las necesidades y no dejar de lado las opiniones, es decir, debemos reconocer lo que realmente demandan aprender, siendo ellos mismos quienes, en función de sus conocimientos previos y sus necesidades e inquietudes intelectuales, sean capaces de ver el sentido a los conocimientos que van adquirir y aplicarlo, que puede consistir por ejemplo en aprender a realizar tareas nuevas, favorecer el mantenimiento y realización de habilidades nuevas o ya aprendidas, recuperar habilidades que ya conocían con anterioridad pero que habían perdido, etc. Por tanto, el proceso de enseñanza-aprendizaje ha de ser funcional y útil para la futura integración socio-laboral de personas con discapacidad. Es decir, no solo se trata de aprender sino de que cualquier persona con discapacidad intelectual sea capaz de ponerlo en práctica.
La igualdad de oportunidades debe dejar de ser un mito y convertirse en hechos. Resulta extenuante que a día de hoy todavía estemos hablando de que un 65 por ciento de este colectivo, según las estadísticas del Ministerio de Educación, no suelen finalizar la etapa escolar, por lo que, tampoco cuentan con un título, y esto, por supuesto, hará más complicado su acceso al empleo como viene ocurriendo. Por lo que es primordial reconocer la diversidad que hay dentro de la propia educación y tratar de sacarlas fuera para brindar a todos las mismas oportunidades.
Por supuesto, de todo lo anterior, se entrelaza la necesaria una partida de inyección económica para que entidades como FUTUCAM que apoyan a personas a unas 400 personas con discapacidad intelectual, garanticen y promuevan su participación en programas de formación.
Con la presentación de este artículo quiero tratar de poner un punto inflexión profesional y me comprometo a dar visibilidad de las necesidades y propuestas educativas que estén en mis manos con el fin de tratar de mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad intelectual, por medio de la formación y orientación laboral hacía las mismas.
Artículo de Eva Sonseca, licenciada en Psicopedagogía y directora pedagógica del equipo multidisciplinar 'Inclúyete'