Nos decía Francisco Cerro Chaves, arzobispo de Toledo, en su discurso de contestación a su nombramiento como académico honorario de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, de su disposición a trabajar por la conservación y difusión del patrimonio cultural toledano, especialmente en el que es su ámbito de actuación: los bienes culturales que se encuentran bajo su tutela.
Citaba los bienes inmuebles y el folklore (patrimonio cultural inmaterial) aunque posteriormente hizo también referencia a los bienes muebles como objetos artísticos destinados al culto. Asimismo, destacó su preocupación por los bienes naturales, para cuya atención ha creado una Delegación Diocesana para el Cuidado de la Creación.
Nos parece loable su buena predisposición hacia una mejor gestión de los bienes eclesiásticos, pero, en los dos años de su prelatura toledana no ha reclamado una reunión de la Comisión Mixta Junta de Comunidades-Iglesia Católica para reanudar los inventarios de los bienes muebles de la Iglesia en la región a realizar por la Consejería de Educación, Cultura y Deportes más allá de la renovación de los acuerdos para destinar recursos a la rehabilitación y restauración de bienes inmuebles.
El caso es más llamativo en tanto en cuanto, en el mismo discurso, mostraba su preocupación por el estado en que se encuentra el patrimonio cultural relacionado con la vida contemplativa, que sufre tal crisis de vocaciones que aboca al cierre de muchos de los recintos monacales y conventuales. Subrayaba el señor arzobispo su inquietud por el posible destino que se pudiera dar a tales inmuebles, pero, añadimos nosotros, debe mostrar la misma sensibilidad sobre el destino de los bienes muebles que contienen y donde tiene algo que decir [vea nuestra contestación a las declaraciones de su obispo auxiliar en 'El obispo yerra' ].
Otro ámbito sobre el que mostraba su interés es el de las manifestaciones religiosas populares que arropan a celebraciones litúrgicas y festivas, y que aportan un contenido antropológico y cultural de indudable valor. Patrimonio cultural inmaterial que, si bien antecesores suyos en la silla toledana intentaron depurar de manifestaciones 'paganas' (recordemos las célebres disposiciones de Lorenzana), el hoy arzobispo toledano las considera dignas de cuidar y conservar como un legado de la tradición popular. En esta línea, ¿por qué no inicia el expediente de declaración de BIC del Corpus toledano?
De esta forma se podría evitar que el ayuntamiento toledano permita que los gigantones, celosamente guardados gracias a una antigua tradición durante el resto del año por el cabildo catedralicio en las claverías, estén expuestos a la intemperie en la lonja del edificio consistorial durante días y días, soportando el sol y las tormentas (cayó una en la noche del miércoles al jueves) esperando allí celebrar una imaginaria octava del Corpus. Esperemos que el próximo año, el concejal de Cultura dé las órdenes oportunas para que se instalen en las vísperas del Corpus e, inmediatamente después, se retiren para salvaguardar este legado de arte efímero del siglo XVIII del que pocas ciudades pueden presumir y que, repitiéndose este bochornoso suceso año tras año, podemos perder irremediablemente.