La frase que más he escuchado este verano en la piscina es “estoy aquí, porque sino qué vas a hacer”. Las opciones están entre derretirse en casa o derretirse en la calle. No son una perspectiva alegre.
Con las temperaturas abrasadoras que asolan las calles toledanas y que convierten nuestra ciudad en un desierto absoluto entre las 2 y las 8 de la tarde, la piscina deja de ser un bien de lujo para convertirse en uno esencial. Eso lo debe entender todo el mundo. En ciudades como Toledo, las pocas posibilidades que tenemos para refrescarnos empiezan a ser una necesidad vital.
No es casualidad el reparto de las piscinas municipales en Toledo. ¿Por qué hay en barrios como en Santa Bárbara, en el Polígono o entre Palomarejos y San Antón? No tengo los datos oficiales, y ya me gustarían, pero me atrevo a afirmar que es porque en estas zonas de la ciudad la tasa de piscina por habitante es considerablemente más baja que en otras con rentas más ricas.

Pero la piscina municipal también ofrece una criba importante: su precio. Las familias que más necesitan ir a refrescarse a lugares compartidos y de convivencia vecinal y popular, son también las que menos recursos tienen. Lo más seguro es que no tengan aire acondicionado en casa. Lo más seguro es que por la noche no puedan dormir por el calor que no baja. ¿Cuántas economías soportan desembolsar más de 200 euros por un abono para el verano entero para una familia?
Y si no se tiene abono, la situación es aún peor. Si tienes dos hijos, llevar a la familia a la piscina un día supone un desembolso de 16 euros, ni más ni menos. 16 euros que son unas cuantas comidas. 16 euros que pueden servir para pagar mejor los medicamentos o los pañales, o lo que de entrada parecen gastos de primera necesidad.
Pero resulta que en este ambiente de emergencia climática, la piscina también es un bien de primera necesidad. Porque todos, niños, niñas, personas adultas, personas mayores, merecen no recordar estos meses como una tortura encerrados en una casa que parece un horno o intentando abanicarse en una de las pequeñas y frágiles sombras que se pueden encontrar en la ciudad.
Todos los servicios públicos deben plantearse de una manera que sean accesibles para todas las personas. 4 euros puede parecer adecuado para una parte privilegiada de nuestra ciudad. ¿Pero qué pasa con las personas que están en paro? ¿Qué pasa con las personas en exclusión social? ¿No tienen derecho a bañarse? ¿A pasar un momento de calma y sosiego más fresquitos? Claro que se lo tienen. Esto es lo del pan y de las rosas que dijo alguien por ahí alguna vez.
La piscina municipal, además, no sólo es un lugar de entretenimiento. Cumple un papel fundamental como punto de encuentro y convivencia vecinal. Generaciones enteras de vecinas que se reúnen en la piscina para tejer y fortalecer sus lazos, su comunidad. Una comunidad, cuya puerta de acceso debería ser más ancha. Para que entrásemos todas.
Artículo de Francisca Bravo, periodista de elDiario.es Castilla-La Mancha y vecina del Casco Histórico de Toledo