El paisaje icónico del río Tajo rodeando el Casco Histórico de Toledo es un monumento en sí mismo, un atractivo que se ve empañado por las gruesas espumas que con cada vez más frecuencia se ven cubiertas las escasas aguas que discurren por su cauce.
Ciudadanía y asociaciones en defensa del Tajo lamentan continuamente esta situación que no es nueva, ni de lejos. Las espumas producen un “gran impacto social” entre quienes las ven, explican desde la Cátedra del Tajo de la Universidad de Castilla-La Mancha. Es un episodio recurrente desde desde mediados de los años 80 de pasado siglo.
Eduardo Sánchez Butragueño, director general de la Real Fundación de Toledo, ha logrado fechar una foto del río cubierto de una espesa masa blanca en 1967. “Medio siglo de infamia”, lamentaba en una publicación en las redes sociales, hace ya unos años.
Ni el debate ni la situación es nueva, y las espumas surcan el río con cada vez más frecuencia. Ni las administraciones públicas con competencias sobre el río han podido ponerse de acuerdo en señalar el origen de esta situación que deja al descubierto la realidad de un Tajo cada día más degradado. El propio presidente de la Confederación Hidrográfica del Tajo, Antonio Yáñez, afirmaba en 2023 que las espumas se producían por un “conjunto de causas”, pero sin definir cuáles. Eso sí, se apresuraba a puntualizar que no era solo debido a la (mala) depuración de las aguas que vierten al cauce, sino a otras razones. Pero, ¿cuáles?
"La contaminación es tan alta, que cualquier vertido provoca espumas”
La Cátedra del Tajo UCLM-Soliss, grupo multidisciplinar experto en el río y que lleva años dedicado a su estudio, ha dado un primer paso para dar con el origen del fenómeno. No es más, dicen, que la muestra de que el Tajo sufre una altísima contaminación y las espumas son solo la “punta del iceberg”.
En el documento 'Estudio sobre la contaminación de las aguas del río Tajo a su paso por Toledo (España) y posibles causas de la generación de espumas', han realizado un análisis de varios factores que se relacionan con la generación de las jabonaduras.
Sin embargo, se trata de un estudio “muy limitado”, principalmente porque no existe un muestreo consistente de todos los elementos relacionados con las espumas. “No permite más que algunas conclusiones medidas”, explicaba Beatriz Larraz, directora de la Cátedra. Sin embargo, también hay conclusiones tajantes. “En la investigación queda patente que la contaminación es tan alta, que cualquier vertido provoca espumas”, recalcaba la experta.
El origen de los vertidos
El estudio ha analizado datos oficiales de la Confederación Hidrográfica del Tajo (CHT), en concreto de la Red de Control del Estado de las Masas de Aguas Superficiales y de la Red del Sistema Automático de Información de Calidad de las Aguas.
Estos datos muestran que existen niveles de contaminación “muy altos” en el paso del río por la ciudad de Toledo, por presencia de nutrientes -uno de los signos más frecuentes de contaminación- que son muy superiores a los valores permitidos por la normativa española.
En concreto, el estudio sitúa como “principal causa” la baja calidad de las aguas por los “aportes” del río Jarama, ya que el 79,6 % de los vertidos autorizados hasta Toledo terminan en ese río, que desemboca en el Tajo a la altura de Aranjuez. La cifra llega hasta el 92,2% en el caso de vertidos con carga orgánica, en los que no se han incluido ni las piscifactorías ni las centrales térmicas y nucleares. De este total de vertidos autorizados, un 87,4% viene de depuradoras, y de este total, el 83,1% de las aguas procede de las depuradoras de la vecina Comunidad de Madrid.
En resumen, “aproximadamente un 70 % del agua que circula por el río Tajo en Toledo proviene de vertidos autorizados que contienen aguas residuales tratadas, si se vertiera el máximo autorizado”. A esto, desde la cátedra universitaria añaden que entre las ciudades de Aranjuez y Toledo, el río Tajo “no recibe aportaciones considerables de aguas limpias”, ya que el caudal de todos los afluentes que se encuentran entre ambas localidades se corresponde con el “100% del volumen de vertidos autorizados”.
Raúl Urquiaga, forma parte del la cátedra y explica que hay cauces “temporales” vinculados al Tajo, como los arroyos Guatén, Guazalete y Martín Román o el río Algodor, por los que durante los meses secos “no discurre ni una gota de agua” y la poca que pasa, se filtra en el subsuelo.
Incumplimientos “brutales” de los límites establecidos
El estudio ha detectado un total de 34 episodios de espumas entre los años 2016 y 2021, un número que se queda muy corto y que pretenden ampliar con imágenes satelitales. La Cátedra del Tajo UCLM-Soliss se ha basado principalmente en el trabajo personal de Eduardo Sánchez Butragueño y la hemeroteca de los medios de comunicación para identificarlos. De este total, se señala que aparecen “mayoritariamente” en los meses más fríos, pero no ven causalidad en la temperatura.
En donde sí detectan relación con los episodios de espuma es en la concentración de amonio y fosfatos, que es “significativamente mayor” cuando se observan las espumas. De hecho, en el 96% de los días con espumas, o el amonio o los fosfatos superaban el límite que define el buen estado del río.
Beatriz Larraz, directora de la cátedra universitaria afirma que los incumplimientos relacionados con el estado óptimo del río son “brutales”. “Hemos llegado [a tener] el amonio 50 veces por encima de lo permitido en la legislación. El fosfato, 25 veces de lo permitido. En el caso de los nitratos no es tan excesivo, pero sí tenemos valores del doble de lo permitido que ya es suficientemente importante”, resaltaba. En este sentido, ha resaltado que se han encontrado también con datos “cortados” en las mediciones, y que “posiblemente” los incumplimientos serían aún mayores.
Posibles soluciones y el trasvase
La solución a toda esta situación es muy sencilla, plantean desde la cátedra, y es acabar con la contaminación. “Si no tomamos la decisión de cortar la fuente de contaminación, no vamos a poder avanzar nunca. Identificar responsables es importante”, aseveraba Larraz. Y en este sentido, ha destacado que en las depuradoras de Madrid ya se han estipulado autorizaciones de vertido más estrictas, e incluso se paga un canon más alto. Pero eso sirve de poco. “Son más estrictas, pero no las cumplen”, resumía Larraz.
Los investigadores apuntan también al impacto del trasvase Tajo-Segura. “Este problema de alta acumulación de vertidos interacciona negativamente con el otro principal problema que sufre el río Tajo: la importante falta de dinámica fluvial y detracción de caudales como consecuencia del trasvase Tajo-Segura”, señalan en el estudio.
A lo largo del estudio ha quedado patente la “altísima concentración de contaminantes” en el río en su tramo medio, por lo que “cualquier descarga puntual de tensoactivos (elementos que provocan la generación de espumas en geles o champús)” puede ser causa de espumas, especialmente si se combinan con la presencia de azudes que generan turbulencia en las aguas de la capital.
No es la primera vez que los científicos llaman la atención sobre este problema. Y mientras no se solucione, se mantendrá la triste imagen de unas aguas verdosas surcadas por espumas que enmarcan el deterioro del río en una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.