El ciclismo de competición tiene actualmente en la Vuelta de España o el Tour de Francia sus competiciones más reconocidas. Sin embargo, sus orígenes muestran eventos que ahora resultan desconocidos pero que en su día unieron varias provincias del país con la 'Vuelta a Castilla'.
Así lo muestra la investigación del doctor en Ciencias del Deporte, Iker Ibarrondo-Merino, quien cuenta la historia de este evento, hasta ahora más bien desconocido. “Me llamó la atención que no se haya investigado sobre los orígenes del ciclismo en el territorio castellano”, explica Ibarrondo-Merino. “Entiendo que esto es parte del vacío cultural que sufre”, señala.
El investigador sitúa los orígenes de la práctica deportiva en nuestro país entre los años 1929 y 1934, incluso hasta 1935. Fue entonces cuando se comienza a fraguar una competición propia, bautizada como la 'Vuelta a Castilla'. “Tiene una concepción de lo castellano que rompe con los límites políticos administrativos, o más bien su inexistencia hasta ese momento. [La competición] evoca desde la deportividad a una castellanidad que se refiere más al Pacto Federal Castellano de 1869 que a cualquier otra división que pueda haber habido en Castilla”, explica.
El eje de desarrollo del ciclismo comienza con una dinámica de interior-exterior, partiendo desde Madrid. Esto implica, señala, que hay una preponderancia desigual, con un fuerte componente ideológico, que provocó que su expensión no fuese la misma en todas las provincias, pero que llegase a alcanzar a lugares como Puertollano, en Ciudad Real. “Hay que entender que los orígenes del ciclismo castellano vuelven a repetir el esquema de que el germen es Madrid”, explica.
En el caso de Toledo, por ejemplo, el ciclismo se vincula al entorno militar de la ciudad y la provincia. Y una de las primeras organizaciones deportivas castellanas, la Sociedad de Velocipedista de Madrid incluye a lo que hoy es Segovia, Guadalajara, Toledo, Ávila, Cuenca y Ciudad Real. “Casi todo lo que hoy es Castilla-La Mancha y parte de Castilla y León”, apunta el doctor en Ciencias del Deporte.
El epicentro indudable es Madrid, pero desde esta influencia 'interior-exterior' se fue extendiendo a otras provincias, como Burgos, León, Toledo, Zamora o Salamanca, incluso hasta núcleos industriales más alejados como Puertollano.
Sin el apoyo popular no hubiera existido
A partir de este desarrollo, cuando ya existe un “germen” de estructura deportiva, se iniciaron, a partir de 1929, los primeros intentos de crear una vuelta ciclista por etapas que llegase a toda la geografía 'castellana'. “El primer intento se hace en 1929, pero fracasa”, resalta Ibarrondo-Merino. Como base, ya existía un evento deportivo que recorría diversos territorios administrativos de lo que hoy son Castilla-La Mancha, Castilla y León, La Rioja, Madrid y Cantabria.
“Se empieza a ver que ese campeonato se queda corto”, explica el investigador. Después, en 1930, los nuevos intentos para promover una vuelta ciclista volvieron a resultar infructuosos.
Fue en 1934, y gracias al impulso del Valladolid Ciclo Excursionista, cuando salió adelante la primera edición de una vuelta por etapas que contó “sobre todo”, con un “carácter popular”. “Se llevó a cabo gracias a las suscripciones populares, gracias a la fuerza de los ciudadanos a través de pequeñas donaciones para que acudan ciclistas de sus provincias”, destaca Ibarrondo-Merino.
El apoyo popular desencadenó también la participación de clubes deportivos, bazares, tiendas, bares o talleres, que lograron dar viabilidad a la Vuelta a Castilla. Incluso se contó con colaboración pública de ayuntamientos como los de Valladolid, Zamora o Salamanca.
Finalmente, el evento se celebró entre los días 13 y 16 de septiembre de ese año. Recorrió Madrid, Segovia, Valladolid, Zamora y Salamanca. Curiosamente, fue un ciclista valenciano el que se erigió como ganador de la carrera, Antonio Escuriet. Un año después ganaría la Vuelta ciclista a España.
“Ahora lo que tenemos es una Vuelta Ciclista a Castilla y León. Esto ha devenido, en mi opinión, en una devaluación de lo que podría haber sido una vuelta bastante más potente e interesante para el público”, resalta el investigador quien apuesta por una competición para recorrer “la globalidad de la geografía castellana”. Algo que desde su punto de vista “sin duda promocionaría más el ciclismo en este territorio, crearía más escuela y más interés por este deporte en este territorio”, añade, al respecto.
Ibarrondo-Merino concluye que lo ocurrido forma parte del “vaciado cultural” del concepto de Castilla que relaciona con el “vaciado demográfico” u “otro tipo de vaciados” que han provocado que no se “cuide o cultive la cultura autóctona” de la zona. “Lo que hace interesante aquella vuelta ciclista es que convivió con un debate político muy intenso sobre la estructuración de Castilla como una realidad dentro de la Segunda República Española”, concluye.