La influencia del agua y de los ríos en la generación de oficios forma parte del desarrollo del ser humano desde sus primeros asentamientos. Azacanes, barqueros, lavanderas, gancheros, agricultores, neveros o bañeros son solo algunos ejemplos de oficios, en algunos casos desaparecidos, que han aprovechado de múltiples maneras el agua de ríos como el Tajo.
Con motivo de la celebración del III Foro Ibérico del Tajo que ha tenido lugar esta semana en Toledo, el historiador Francisco García Martín ofreció 'Una mirada histórica a los oficios del agua' en Toledo con una ponencia en la que repasó labores relacionadas con el río Tajo como la extracción y el consumo del agua, el transporte de mercancías o personas, la higiene, el ocio, el aprovechamiento de sus productos comestibles o incluso el uso medicinal de su agua.
"Desde antiguo, siempre se procuró cuidar las aguas del río y sus riberas para mantener su salubridad y uso expedito para personas, animales, e industrias", mencionaba el experto al inicio de su charla, en la que aludió también a los artificios que facilitaron la extracción de agua como el acueducto romano, norias y azudas de tradición islámica o el artificio de Juanelo Turriano.
El agua ha sido aprovechada como escenario para el desarrollo de muchos oficios y, también, ha sido imprescindible para el desarrollo de la industria, como la de alfareros, tintoreros o carniceros. Todas estas actividades han requerido también de la puesta en marcha de normativas con tal de regular y controlar el uso del agua, como también se hacía con el baño al menos hasta que las aguas del Tajo a su paso por Toledo permitían hacerlo.
La legislación arrancó con los fueros y privilegios otorgados por Alfonso X El Sabio -siglo XIII-, señaló el historiador al tiempo que recordó también que "tal era el volumen y dinero que movía el mercado del agua que las ordenanzas de la ciudad de 1403 dedican todo un apartado en el título vigésimo cuarto a los aguadores y azacanes".
Oficios del agua
Precisamente, una de las primeras referencias de Toledo del mencionado gremio data de 1385, cuando en la ciudad existía una "cal de azacanes". Los azacanes es el nombre de origen árabe que recibían los porteadores de agua que se servían para ello de una caballería o un carro de manos, se trataba de comerciantes que a lo largo del tiempo habían prestado sus servicios a los habitantes de Toledo.
En este sentido, el historiador también mencionó la convivencia de estos con los alfareros, cuyo principal objetivo sería el cuidar que las medidas de los cántaros de los azacanes fuesen según norma. "Además de saciar la sed, el agua del Tajo se utilizó también como recurso medicinal, tal y como nos dicen Moraleda y Esteban: ... consta que se ha utilizado desde el siglo XII en baño, por consejo de la clase médica, para curar cloro-anemias, metrorragias o neuralgias'", manifestó García Martín.
Otro de los oficios relacionados con el río fue el de los neveros, que permitían reservar el agua en charcos de hielo y pozos nieve para poder tomar "en estío bebidas frescas y conservar mejor algunos alimentos". El discurso del historiador estuvo acompañado de referencias literarias y de una presentación de imágenes antiguas como las tomadas en las riberas del Tajo de las lavanderas, que tendían sobre las rocas o el campo la ropa limpia.
"La ausencia de agua corriente en la mayor parte de las viviendas hasta mediados del siglo XX hacia indispensable este oficio", subrayó sobre este oficio que desarrollaban en puntos como el vado de Safont o el entorno de la Casa del Diamantista y que, además de la ropa, también incluía el lavado de la lana.
Areneros, molineros, bataneros, poceros, barqueros o incluso 'buscadores de oro' fueron otros de los oficios que el historiador mencionó. Sobre esta última tarea "mas atractiva y mística", destacó un poema de Cayo Valerio Catulo, quien alude en uno de sus poemas al "aurifer Tagus", una "alusión a la existencia del metal precioso que incluso se creía atisbar en la tonalidad amarilla de sus aguas".
Los cañeros, encargados de la conservación y buen estado de la cañería que abastecía de agua la ciudad, o los gancheros, que traían desde la Serranía de Cuenca por el cauce del río la madera de pino necesaria para la construcción y que se trata de uno de los oficios que también ha desaparecido.
El río Tajo también ha sido fuente de alimentación y escenario de posicionamiento de una industria que necesitaba del agua para su fabricación como las curtidurías, tintorerías, mataderos o carnicerías. También los espaderos se han nutrido del agua y la arena del Tajo para elaborar el famoso acero toledano.
"Si hemos de hablar oficios actuales, tenemos que, dolorosamente, referirnos a los que dieron lugar al trasvase de sus aguas al Levante, lo que nos lleva a crear otro trabajo que ya les dejo a ustedes: la tarea de imaginar un futuro para el río Tajo", concluía su charla García Martín.