'Al otro lado del puente' (Editorial Extravertida, 2024) es la obra con la que Consolación González Rico termina la cuatrilogía que nunca pensó escribir. Pero una cosa llevó a la otra. Empezó con la historia de 'Una mujer de la Oretana', un libro que narra cómo se vivió entre las Tierras de Talavera y los Montes de Toledo la llegada de los ecos de la Constitución de 1869 y la supervivencia de sus habitantes hasta bien entrado el siglo XX. La idea, explica la escritora, era transmitir una historia que fuera de las “gentes sencillas”. Su protagonista, era una “rompedora”, que “luchaba por las libertades”, una mujer dispuesta a todo y que también sufre varias pérdidas.
'Una mujer de la Oretana' recibió en 2008 el premio Alfonso VIII de la Diputación de Cuenca. Almudena Grandes era la presidenta del jurado. “Ella es la que dijo que es una historia de las gentes sencillas, de una mujer sencilla”. La novela comienza con un recorrido por muchos clubes de lecturas, asociaciones y ayuntamientos. El público interesado creció y con él, las preguntas que llevaron a la autora a sumergirse en la historia de su propia comarca. “Me preguntan por qué el padre de la protagonista es tan duro y cruel. Y me voy al bandolerismo de los Montes de Toledo en el siglo XIX. Nace así la novela 'Las marcas del carbón', una precuela a la premiada 'Una mujer de la Oretana'.
Y la inquietud de González Rico la llevó del bandolerismo al exilio de quienes huyeron en la posguerra civil española, concretamente a Poitiers, en Francia con 'La vida que perdimos'. Es la tercera novela de la cuatrilogía que se cierra con 'Al otro lado del puente'. “Sentía la necesidad de tirar del hilo del final de 'Una mujer de la Oretana', en la que la protagonista recibe una carta de sus nietos en Francia, y escribo su historia, en la que está también su primer amor, Manuela”, explica González Rico.
Y es esta mujer, Manuela, la protagonista de la última novela, quien lleva la narración hasta Talavera de la Reina. “Fue justamente presentando 'La vida que perdimos' cuando un lector me dijo que le gustaría conocer la historia de Manuela. Y yo pensé... Pues a mí también, porque tenía un hilo que no había contado: el de la tristeza, la soledad y el dolor de las mujeres que se quedaron. Ya había contado el bandolerismo, la República, la guerra civil y el exilio. Me faltaba esto”, describe la autora.
La protagonista de su último trabajo rememora su infancia, la llegada de la República y la guerra civil, así como la marcha de su primer amor y su supervivencia en un matrimonio inconveniente, sus penurias, los paisajes de su vida. “Yo lo imaginaba todo como las huertas de Talavera, humildes, blancas, con su poyo en la puerta y este es el marco en el que reconstruye su vida, en ese vaivén del presente al pasado y del pasado al presente, evocando su vida, la pérdida de su padre, la pérdida de su compañero de vida. La forma en la que las mujeres tuvieron que olvidar sus sentimientos para sobrevivir”, explica Consolación. No quiere desvelar lo que pasa en su novela, pero los protagonistas “no llegan a volver a verse nunca”.
Rescatar las comarcas a través de la literatura
Consolación es del pequeño pueblo de Torrecilla de la Jara, “jareña”, afirma orgullosa. Por eso conoce la zona sobre la que escribe, un lugar alejado de los grandes focos, y en el que todavía se trabaja duro para contar con los servicios necesarios para toda la población. “Siento un gran atractivo sobre estas zonas y tengo un gran conocimiento”, explica. Igualmente, tuvo que hacer un esfuerzo “muy grande” para poder recuperar toda la historia que cuenta en la cuatrilogía, y unirla a la necesaria perspectiva de género que trata en sus libros.
Quería contar era el paso de la historia de las personas más humildes, que también contribuyeron en la construcción de la sociedad de la época. Necesitan tener un espacio y una voz
“Yo conocía muchísimos casos de mujeres, incluso en mi propio pueblo, que se quedaron esperando con sus hijos, sin saber dónde estaban los que faltaban. También quería recuperar el lenguaje de la zona, su geografía, la sociedad, su manera de ser y comportarse”, explica la autora. Sobre todo el lenguaje, que le ha llevado un “esfuerzo enorme”. “Era un lenguaje muy especial el que se utilizaba en esta época. He recuperado localismos, palabras vulgares o en desuso, que van en la novela entre comillas, y también en letra cursiva, porque se mantienen dos voces: la del narrador omnisciente y la del propio personaje protagonista”, explica Consolación.
La autora reflexiona también que sin este tipo de obras literarias, comarcas como la de los Montes de Toledo, o de Talavera se quedan fuera de un imaginario popular y colectivo. “Lo que yo quería contar era el paso de la historia de las personas más humildes, que también contribuyeron en la construcción de la sociedad de la época. Necesitan tener un espacio y una voz”, asevera.
Ha sido mucho trabajo, pero también mucha ilusión. Y el carácter fuertemente local de su trabajo, le ha ayudado a conectar con clubes de lectura de la zona y que buscan literatura de este tipo, más cercana. Por eso, la presentaba esta semana en el Instituto Juanelo Turriano del barrio del Polígono en Toledo, de la mano de la Asociación de vecinos El Tajo y el Grupo Literario Arrendajos, con la presencia de clubes de lectura de Navahermosa y Los Navalucillos. “Es una gran alegría que vengan y me acompañen en esta aventura”.