Se llama María Eugenia González Barderas y acaba de recibir la Orden del Mérito Civil de manos del rey Felipe VI. “Todavía estoy en shock pero ahora lo estoy disfrutando más, soy más consciente. Lo viví con mucha ilusión y ahora estoy en un momento dulce”.
Esta madrileña que trabaja en el Hospital Nacional de Parapléjicos desde hace ya 13 años quería ser médica-cirujana, una vocación que dejó a un lado porque “empatizo demasiado con la gente y me lo llevaba todo a casa”, nos explica, entre risas.
Se decantó por la biología con la vista puesta en la investigación, que ha orientado hacia la vertiente química y que hoy la ha convertido en uno de los mayores valores científicos de nuestro país. “En España la investigación es una lucha diaria. Hay que tener fuerza de voluntad para seguir adelante. Es muy importante que las instituciones y la empresa privada apuesten por ella”.
Su día a día se reparte entre el laboratorio de Fisiopatología Vascular del Hospital Nacional de Parapléjicos y sus colaboraciones externas en proyectos tanto de investigación básica como clínica.
El trabajo del grupo de nueve personas del que forma parte se centra en las enfermedades cardiovasculares, pero no de forma exclusiva, ya que estudian también cuestiones relacionadas con la lesión medular, analizando la eficacia de la hormona del crecimiento en sujetos con lesión medular o proporcionando alternativas terapéuticas a las úlceras en estos pacientes. Además, indagan en torno a la estenosis aórtica degenerativa o la hipertensión arterial, entre otros.
Su trabajo con herramientas ómicas (para estudiar las moléculas), en colaboración con el Centro Nacional de Biotecnología y el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) le ha llevado a realizar interesantes hallazgos.
“Hemos encontrado perfiles por edades (lifetimerisk) que nos permiten estratificar a la población según el riesgo cardiovascular que tiene”, explica. Su trabajo se dará a conocer próximamente a través de una publicación científica que se sumará a las otras 85 en las que ha participado.
Su investigación ahonda también en la patología conocida como estenosis aórtica degenerativa, que afecta a la válvula aórtica del corazón de personas de la tercera edad. “Estudiamos qué tipos de individuos tienen más posibilidades de desarrollar esta patología que generalmente solo se cura con una intervención quirúrgica”.
El objetivo en ambos casos es localizar biomarcadores que permitan predecir qué individuos son propensos a desarrollar la enfermedad, tratarlos de forma personalizada y evitar llegar a la intervención. Un trabajo que deja sobre la mesa científica internacional “una serie de paneles de proteínas relacionadas con enfermedades cardiovasculares que predicen dichas patologías”, aunque todavía deberán seguir investigando.
Y es que las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en los países desarrollados y su prevalencia crece cada vez más en los países emergentes. Son enfermedades silenciosas que se desarrollan a lo largo de la vida sin que sepamos de su presencia. “Cuando les ponemos cara normalmente es porque nos da un infarto, un ictus o una claudicación (obstrucción arterial) y la opción es pasar a cirugía”.
Definir el proteoma humano, un “ambicioso” objetivo
La científica participa además en un proyecto internacional que busca definir el proteoma humano, es decir las proteínas codificadas por los más de 20.000 genes que componen el genoma humano, tanto en tejidos normales como en patológicos.
¿Por qué es tan importante?, preguntamos. “Porque mientras el genoma es algo estático, no cambia, las proteínas lo hacen continuamente dependiendo de factores como el estrés, la nutrición, las enfermedades. De hecho, cualquier enfermedad cambia la síntesis de proteínas”, explica. Saber cómo funciona en cada persona permitirá avanzar frente a enfermedades como el cáncer o el alzhéimer y, desde luego, las cardiovasculares.
Se trata de un proyecto que la investigadora califica de “ambicioso y complejo” y que despierta muchas expectativas porque “permitirá caminar hacia la medicina personalizada, que es muy importante porque cada paciente responde de forma diferente a los tratamientos. Le pongo un ejemplo: a unos les va bien el Ibuprofeno, a otros no tanto”.