Aunque tradicionalmente se tiene a El Greco como máximo exponente del manierismo en Toledo, antes de su llegada a la ciudad ya trabajaban en ella numerosos artistas que adoptaron las formas que se asocian con la maniera italiana. El estilo es una reacción a la vertiente más clasicista del Renacimiento mediante la imitación de los grandes maestros italianos, en particular de Rafael
y Miguel Ángel.
Este estilo se caracterizó por creaciones con formas alargadas, contorsionadas, artificiosas y asimétricas, así como por un uso antinatural del color y de la luz. Representa una visión casi onírica, de profunda pesadilla o de grandioso sueño. Composiciones pictóricas que rompen la mirada, que provocan que acerquemos los ojos al cuadro para intentar desvelar el secreto de una realidad distorsionada.
Para recordar y rendir homenaje a esos pintores que abrazaron este peculiar estilo que marcó también la historia del arte, se acaba de abrir al público en el Museo del Greco de Toledo, de titularidad estatal, la exposición 'Maniera'”, que salda su deuda con ellos. Puede visitarse hasta el 15 de febrero de 2026.
Aunque han sido numerosas las exposiciones dedicadas al famoso pintor cretense, a su escuela e incluso a los artistas que precedieron su llegada, nunca antes la ciudad había acogido una muestra que realizara un recorrido por la pintura toledana del siglo XVI.
En consecuencia, la exposición organizada por el Museo del Greco acerca al visitante al manierismo, ese particular estilo venido de Italia que marcó una etapa decisiva en la historia del arte europeo.
El recorrido se inicia con Juan de Borgoña (1495-1536), pintor de origen francés que fue el protagonista indiscutible del panorama artístico de la ciudad. En el museo toledano recuerdan lo mucho se ha debatido sobre su posible viaje formativo a Italia, donde habría conocido de primera mano la obra de artistas como Ghirlandaio, con quien más se ha relacionado su estilo.
En Toledo trabajó fundamentalmente en la Catedral, donde fue el pintor predilecto del cardenal Cisneros, para quien realizó sus mejores obras, que suponen la introducción de los modelos del ‘quattrocentto’ italiano: composiciones equilibradas, fondos arquitectónicos de inspiración clásica y figuras serenas con un elegante uso del color y la luz.
No obstante, también tuvo que adaptarse al gusto de la clientela toledana, que en muchos casos seguía aferrada a la estética de la pintura flamenca imperante hasta el momento.
¿Qué cambió tras Juan de Borgoña?
Tras su fallecimiento, fue la extensa nómina de artistas formados en su taller los que, partiendo del personal estilo de su maestro, fueron progresivamente adoptando el nuevo lenguaje manierista. Surge así una ruptura de los postulados clásicos. ¿Qué cambió? La proporción y el equilibrio dieron paso al alargamiento de las figuras, el movimiento y la agitación. Los gestos serenos y reposados fueron sustituidos por el dramatismo y la expresividad.
El pintor, arquitecto y tratadista Giorgio Vasari, en su obra Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos (1550), lo denominó 'maniera moderna': una nueva manera de pintar, propia de los últimos años de Rafael y de la obra de Miguel Ángel, que buscó alcanzar la 'Gracia', es decir, la suma perfección del arte.
Artistas toledanos como Juan Correa de Vivar o Francisco de Comontes, formados con Borgoña, son un buen ejemplo de ello. Incorporaron en sus obras figuras extravagantes, enérgicas y de vivos colores. Lo hicieron en las tablas que conformaron los grandes retablos, convertidos en la principal empresa artística del momento. En ellas incorporaron los numerosos modelos venidos de Italia tomados principalmente de estampas, medio vehicular para la transmisión del nuevo lenguaje.
Entre los principales grabadores destaca Marcantonio Raimondi, que difundió los diseños de artistas como Rafael y Giulio Romano por toda Europa.
En el último tercio del siglo, una nueva generación de artistas ofreció una óptica distinta a la escuela toledana. Esta etapa final estuvo protagonizada por pintores como Hernando de Ávila, Luis de Velasco, Blas de Prado o Luis de Carvajal. Se formaron con grandes maestros como Correa de Vivar o Comontes, cuyas obras tomaron como fuente de inspiración en numerosas ocasiones.
No obstante, sus pinturas se regían por nuevas pautas con el propósito de eliminar los excesos de la “maniera”. De este modo, abandonaron lo superfluo, anecdótico y extraño buscando mensajes cada vez más claros y concisos en la representación del relato sagrado, siguiendo los principios del Concilio de Trento.
En este contexto, el Monasterio de El Escorial y los artistas venidos de Italia para decorarlo se convirtieron en el epicentro artístico del momento. La difusión de sus obras supuso la adopción de un nuevo manierismo, adaptado a la Contrarreforma, denominado 'contramaniera'. El empleo de formas más severas no significó el abandono del rico colorido y el gusto por el detalle, que se hizo cada vez más evidente en la representación de naturalezas muertas de gran verosimilitud, que anticipó el bodegón barroco.
A finales del siglo XVI aún pervivían modelos que se remontaban a Juan de Borgoña y que convivían con el influjo de Rafael y Miguel Ángel, aunque ya matizados por el manierismo reformado de El Escorial. En este contexto, la llegada del Greco en 1577 supuso la entrada de la pintura veneciana, caracterizada por una pincelada suelta y de vibrante colorido.
Esta herencia, unida al personal estilo del cretense, dejó una “huella indeleble” en la ciudad que supone el último capítulo de la maniera toledana, indica el comisario de la exposición, Pablo Blanco.
El Museo del Greco no solo preserva el legado de nuestro pasado, sino que también lo resignifica y lo conecta con el presente"
En total, la exposición se compone de 20 obras de nueve artistas distintos que recorren las diferentes las etapas mencionadas. Detalla el comisario que en una primera sala hay una sección dedicada Juan de Borgoña. Si avanzamos algo más, en un segundo espacio conviven tanto los seguidores de Borgoña, como una tercera sección dedicada al último cuarto del siglo, a partir de la llegada del Greco a la ciudad y el cambio en las formas, buscando imágenes más claras y concisas y “eliminando excesos”.
La última pieza de la exposición es el 'El Tránsito de la Virgen', de Correa de Vivar, en lo que supone además la primera colaboración con el vecino Museo Sefardí, en cuyas salas se encuentra de forma temporal el cuadro cedido por el Museo del Prado.
Durante el acto de apertura de la exposición, la delegada del Gobierno de España en Castilla-La Mancha, Milagros Tolón felicitó al comisario "por el rigor y la sensibilidad” con la que ha concebido esta propuesta", y a Carolina Tobella, nueva directora del Museo del Greco, "por su impulso y compromiso con este proyecto".
Subrayó además que el Museo del Greco es "uno de los grandes dinamizadores de la vida cultural de Toledo y de toda Castilla-La Mancha", y destacó que se trata de "un museo vivo, que no solo preserva el legado de nuestro pasado, sino que también lo resignifica y lo conecta con el presente".
“Esta exposición nos invita a mirar con otros ojos el arte y la historia, y a comprender mejor quiénes somos y de dónde venimos", señaló la delegada. Y raíz de ello, reafirmó el compromiso del Gobierno de España con la cultura como “bien esencial”. Esto “se traduce en políticas culturales que apuestan por el conocimiento, la divulgación y la recuperación de nuestro patrimonio".













