
Retrato de Guillermo Perezagua realizado por Juan Albert, compañero suyo en la dirección de Izquierda Republicana en la clandestinidad, cedido por Milagros Tolón al Archivo Municipal de Toledo en 2020.
Fue el 28 de diciembre de 1939. El Consejo de Guerra Permanente, bajo la presidencia del teniente coronel Isidro Cerdeño Gurich, se reunió en Toledo para ver y fallar la causa número 16.509 que, por el procedimiento sumarísimo de urgencia, se seguía contra Guillermo Perezagua Herrera.
Había sido alcalde de Toledo durante la II República y militante de Izquierda Republicana. Fue condenado a veinte años de reclusión menor como autor de un delito de auxilio a la rebelión. Cuatro años después, Perezagua accedió a la libertad condicional con la accesoria de destierro, que cumplió en Madrid hasta su fallecimiento en marzo de 1960. Tras salir de la cárcel, durante un tiempo, fue secretario general en la clandestinidad de su partido en el interior de España.
Formado en la Academia de Infantería de Toledo, el 15 de junio de 1939, Isidro Cerdeño Gurich fue nombrado miembro de la Auditoría de Guerra del Ejército de Ocupación de Madrid. Desde ese puesto intervino en numerosos consejos de guerra. Uno de los más dramáticos fue el que presidió en la capital de España el 3 de agosto de 1939 contra sesenta y ocho militantes de la Juventud Socialista Unificada, condenados a muerte y fusilados inmediatamente. Entre ellos estaban aquellas a quienes la historia recuerda con emoción y dolor bajo el nombre de 'Las Trece Rosas'.
Guillermo Perezagua, nacido el 10 de febrero de 1893, era un hombre muy popular en Toledo. A los veinte años, ya militaba en la Juventud Radical. Propietario de una taberna en la calle Real del Arrabal, 'La Galleta', en las elecciones municipales de abril de 1931 fue el candidato más votado de la conjunción republicano-socialista. Pese a ello, los partidos que componían la misma decidieron que la alcaldía fuese asumida por José Ballester, profesor de la Escuela Normal. No obstante, durante la II República, ostentó por dos veces la Presidencia de la Corporación Municipal.

Perezagua entrega las llaves de la ciudad a los representantes de Toledo-Ohio con motivo del hermanamiento ratificado en 1934. Foto: Rodríguez
A Perezagua se le recuerda como un regidor comprometido con la contratación de obreros en paro, el hermanamiento con la ciudad homónima de Toledo-Ohio que él rubricó, la consecución del servicio telefónico automático para la capital o, ya en los primeros días de la guerra, su contribución a la salvaguarda del patrimonio histórico toledano con la creación de un Comité para la recogida y custodia en dependencias municipales de numerosos bienes conservados en iglesias y conventos, evitando que fuesen saqueados. También fue diputado provincial y, durante unas horas, en febrero de 1936, ostentó el cargo de gobernador civil de la provincia tras las elecciones generales ganadas por el Frente Popular.
Asalto a la sede de Falange en Zocodover
El mismo día en que se publicaba en el BOE el nombramiento de Perezagua como gobernador civil, cientos de toledanos se concentraron de buena mañana para festejar la victoria electoral y la formación del nuevo gobierno, recalando en la calle Rojas, donde estaba el Gobierno Civil. Allí, Perezagua anunció a los presentes la próxima concesión de una amnistía para los presos políticos, pidiéndoles que mantuviesen el orden y el respeto para que la jornada tuviese mayor brillantez. Mientras se desarrollaba la manifestación, un grupo de personas asaltó la sede de Falange en la plaza de Zocodover, causando destrozos y arrojando a la calle, desde sus balcones, muebles, enseres y documentación. Como respuesta a esta acción, horas después, los falangistas pusieron un artefacto explosivo en la sede de la Casa del Pueblo, que por entonces abría sus puertas en el número 20 de la calle Núñez de Arce.
Cuando a finales de septiembre de 1936 las tropas de Varela entraron en la ciudad de Toledo, Perezagua, junto a su familia, marchó a Madrid, donde permanecieron hasta principios de noviembre, cuando fueron evacuados a Villacañas. Durante un tiempo, trabajó como dependiente de una cooperativa de consumo, hasta que en mayo de 1938 fue nombrado secretario provincial de Izquierda Republicana, cargo que conllevaba una asignación de 500 pesetas mensuales, trasladándose a Ocaña, localidad que 'de facto' se había convertido en la capital republicana de la provincia.
En Ocaña fue entrevistado por el diario 'Política', órgano de Izquierda Republicana fundado en 1935 por Manuel Azaña, repasando cómo vivió los primeros días de la guerra en la ciudad de Toledo. “A Perezagua –se decía en el texto publicado bajo el título de Un hombre activo es un hombre necesario– se le puede encontrar en todas y en cualquier parte […] Hombre atildado, correcto, sonriente, a todo el mundo atiende, a todos sirve; para todo y todos halla una solución”.
Por entonces, las autoridades franquistas ya habían dictado orden de busca y captura contra él.
Desde Villacañas a la prisión provincial
El 5 de abril de 1939, cuatro días después de que en Burgos el general Franco hubiese dictado el último parte de guerra, Guillermo Perezagua ingresaba en la prisión provincial de Toledo, procedente de Villacañas, donde había sido detenido.
Iniciado el proceso contra él, amén de considerar que mantenía cercana amistad con el “funesto” Azaña, se le acusaba, fundamentalmente, de tres cuestiones: haber permitido, durante las pocas horas que ejerció como gobernador civil, el asalto a la sede de Falange en la plaza de Zocodover; haber participado en la “incautación” de obras de arte en el convento de Santa Úrsula; y haber hecho llamamientos, como miembro del Socorro Rojo Internacional, para conseguir ayudas a los evacuados de guerra que se encontraban refugiados en el Levante español. También se la acusaba de haber participado en el disparo de piezas de artillería desde Pinedo contra la fortaleza del Alcázar.
De entre los documentos, indagatorias, oficios y testimonios que componen el sumario del proceso contra él, llaman la atención algunos escritos suyos solicitando del tribunal que se indagase sobre numerosas acciones desarrolladas durante su actuación pública, así como una extensa relación de personas que podían dar respuestas sobre ellas. Salvo alguna excepción en que le consideraba como elemento peligroso o que en su taberna se reunían elementos extremistas del barrio, la mayor parte de las declaraciones incidían en el buen trato que había dado a los empleados municipales, protegiendo a algunos de ellos de tendencia derechista y que en más de una ocasión se había mostrado contrario a la violencia desarrollada en la ciudad por elementos extremistas. Incluso, uno de estos testimonios, el de José Martín Castilla, depositario de fondos municipales, decía que como alcalde negó el acceso a las Casas Consistoriales a un grupo de milicianos que pretendían disparar contra el Alcázar desde sus torreones.
Respecto a la retirada de bienes del convento de Santa Úrsula, se constató que habían sido recogidos por el Comité de Defensa del Patrimonio y depositados en dependencias municipales para evitar saqueos. Sobre su presencia en las baterías de Pinedo, él reconoció haber ido a visitar a los artilleros que en ellas servían, pero que jamás disparó personalmente.
Mientras Perezagua desde la prisión provincial de Toledo procuraba aportar cuantos testimonios pudiesen rebajar la futura condena, su esposa, Benita Tolón Martín, recurría a los amigos americanos de él para que intentasen mediar en su situación penal.

Guillermo Perezagua y Benita Tolón, investigada por cobrar un cheque de 25 dólares remitido por Germán Erausquín (Foto cedida por Milagros Tolón)
Hace años, en el archivo de la Asociación para la Relación Interciudades 'Alfonso X El Sabio', se localizó una carta escrita por ella a Germán Erausquín, alavés residente en Toledo-Ohio y uno de los artífices del hermanamiento entre las dos ciudades, ocho días antes de la celebración del consejo de guerra contra Guillermo. Le agradecía cuántas gestiones se estaban realizando desde allí para salvarle, así como el envío de cierta cantidad económica para mitigar las carencias que ella y su hijo atravesaban.
Entre quienes estaban implicados en esta acción humanitaria, la esposa de Perezagua citaba al vicealcalde Charles Hoover, quien en 1934 había encabezado la delegación estadounidense que visitó Toledo para formalizar el hermanamiento. En las gestiones que ellos hiciesen para lograr un indulto, depositaba Benita “la tranquilidad de mi hogar y la salvación de mi marido”, quien “no tiene ninguna responsabilidad grave y cuenta además con el cariño de sus convecinos”. “Difícilmente, añadía, habrá persona que pueda ser enemiga de un hombre todo corazón, afabilidad y bondad para con todo el mundo”. En esos momentos, la esposa de Perezagua y su hijo vivían en el número 25 de la calle Real, domicilio de los padres de ella.
En la documentación del sumario contra Perezagua no hay registrada ninguna gestión en el sentido pedido por Benita, por lo que es difícil saber si las mismas tuvieron incidencia en la sentencia que el 28 de diciembre se dictó contra él, condenándole a veinte años de reclusión.
Investigada por cobrar un cheque de 25 dólares
La cantidad antes aludida por Benita era de 25 dólares. Su cobro le supuso más de un dolor de cabeza, llegándosele a instruir un procedimiento al respecto por el Juzgado Militar Permanente de Toledo.
El 27 de diciembre de 1939, víspera de la celebración del consejo de guerra contra Perezagua, Benita se personó en la sucursal toledana del Banco Hispano-Americano para librar el cheque de un banco de Nueva York, que, a su favor, había sido emitido por The Ohio Gitizons Trust Company. La cantidad recibida, al cambio, fue de 312,50 pesetas.
En otras circunstancias, esa transacción hubiese sido normal, pero tratándose de la esposa de un destacado dirigente republicano de Toledo, quien estaba preso e iba a ser juzgado en pocas horas, el asunto no pasó desapercibido a las autoridades.
Ese mismo día, Benita fue interrogada al respecto. Dijo que la cantidad de 25 dólares le había sido remitida por Germán Erausquín como aportación voluntaria suya en concepto de “ayuda familiar”, no tratándose del pago de ninguna venta de mercadería, dividendos, rentas o participación en negocio alguno. El gobernador civil informó de esa declaración al auditor militar de Toledo, haciéndole constar que, conocida la relación de Erausquín con Perezagua antes del inicio de la guerra, bien pudiera ser que ahora este realizase acciones de descrédito de España en el extranjero.
Con esos mimbres, el Juzgado Militar de Toledo inició un procedimiento informativo, instruido por el capitán Emilio Lanzaror Aznar. El 16 de marzo, Benita, que por entonces contaba cuarenta y cinco años, reiteró cuanto antes había declarado, añadiendo que su correspondencia con Erausquín se había realizado por correo ordinario, sin valerse de valijas diplomáticas ni de personas conocidas en Estados Unidos.
Junto a sus declaraciones, el procedimiento se completó con escritos de responsables de la sucursal toledana del Hispano-Americano, así como de distintas autoridades locales. Estas últimas incidían, sobre todo, en el comportamiento mantenido por Tolón durante la guerra y sus ideas políticas.
Así, el comisario jefe decía que era persona de izquierdas, poco religiosa, que no se le conocía militancia en ningún partido ni su implicación en actos delictivos. Idéntico juicio tenía el alcalde José Rivera, quien añadía que, socialmente, era persona de buena conducta y que no se le conocían actos ni a favor ni en contra de la actuación política de su marido. La Comandancia de la Guardia Civil coincidía también en esas valoraciones. Y Mariano Miedes, delegado provincial de Información e Investigación de Falange, consideraba que Benita tenía una ideología “más avanzada” que la de su marido, destacando en su forma de hablar en contra de los “nacionales”.
Conformado ya todo el expediente, tres años después de iniciado, el 19 de febrero de 1943, el coronel Pedro Alonso Galdós, juez decano militar de Toledo, concluyó la investigación, considerando que no había indicios de responsabilidad alguna contra Benita. De acuerdo con ello, el primero de mayo, la Auditoría de Guerra de la Primera Región Militar daba por finalizado el procedimiento. Nunca, en la historia de Toledo, unos pocos dólares dieron para tanta investigación y papeleo.
Auxiliar de oficina y corresponsal de 'Redención'
Durante su estancia en la prisión provincial, Perezagua prestó servicios como auxiliar en su oficina. También ejerció como corresponsal del semanario “Redención”, editado por el Patronato Central para la Redención de Penas.
El 19 de enero de 1943, apenas cumplidos tres años de la celebración del consejo de guerra contra Perezagua, la Comisión Central de Examen de Penas del Ministerio del Ejército acordó por unanimidad acceder a la rebaja de la impuesta contra él a catorce años. En el expediente relativo a esta conmutación, conservado en el Archivo General Militar de Guadalajara, se incluyen escritos de distintos empleados municipales avalando su comportamiento y protección durante la guerra, así como otros de Vicente Labandera Genover, quien había sido secretario provincial de la derechista Acción Popular, en idéntico sentido. También se resaltaba que, gracias a su protección, había salvado la vida el periodista Adoración Gómez Camarero, quien en julio de 1936 era director de “El Castellano”, periódico editado por el Arzobispado de Toledo.
Una vez aprobada la conmutación de la pena, se activó el procedimiento para acceder a la libertad provisional. Tal y como era preceptivo, desde la dirección de la prisión provincial se solicitaron informes a la Alcaldía de Toledo, a Falange y a la Guardia Civil.
Desde la primera de estas entidades, el alcalde Andrés Marín Martín contestó no haber inconveniente para que se accediese a ello y que, una vez liberado, Guillermo pudiese residir en Toledo. Sin embargo, por parte de Falange y de la Guardia Civil se indicó que, si bien creían adecuado concederle la libertad provisional, se oponían a que pudiese quedar a vivir en la ciudad, tanto por haber desarrollado aquí su actividad política durante la República y la guerra civil, como para que pudiese volver la normalidad de la vida ciudadana en una provincia donde no fuese conocido, “bajo los auspicios del nuevo Estado español”. Estas últimas consideraciones estaban firmadas por el delegado provincial de FET de las JONS (en aquellos días, Alberto Martín Gamero) y el capitán Estanislao Fernández Arroyo.

Alberto Martín-Gamero, jefe provincial de FET de las Jons, quien pidió el destierro de Perezagua al acceder a la libertad condicional (Foto: Biblioteca Nacional)
El 27 de diciembre de 1943, el BOE publicaba la orden por la que se le concedía la libertad provisional, con la pena accesoria de destierro, tal y como Falange y la Guardia Civil habían solicitado.
Secretario general de Izquierda Republicana en la clandestinidad
Cuando Perezagua salió de la cárcel, comprobó que, como en la práctica totalidad de partidos republicanos, sus compañeros y dirigentes habían muerto, continuaban presos o estaban en el exilio. En el caso de Izquierda Republicana, su gran líder, Manuel Azaña, había fallecido en Montauban (Francia) en noviembre de 1940. El núcleo más numeroso de sus militantes se había trasladado a México, acogiéndose al generoso ofrecimiento del presidente Lázaro Cárdenas. Otros grupos de IR se mantenían activos en diferentes países europeos y latinoamericanos. En España, su dirección desde la clandestinidad estaba ejercida por Ramón Ariño Fuster, quien había sido condenado a pena de muerte y quien pasaría más de veinte años en las cárceles franquistas. Pese a esos condicionantes, mantuvo una intensa correspondencia con sus compañeros del exilio. Gracias a esas cartas, algunas de ellas conservadas en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, se constata que durante un tiempo, Guillermo Perezagua, ya en libertad condicional, ejerció el cargo de secretario general del partido.
No sin grandes discrepancias internas entre distintas facciones de los partidos en el exilio, amén de las históricamente mantenidas entre ellos, el 17 de agosto de 1945 se reunieron en Ciudad de México las Cortes Republicanas. Era la primera vez que lo hacían tras finalizar la guerra mundial. Asistieron 96 diputados, remitiendo su adhesión otros 116 que permanecían en otros países. En la sesión, se acordó la dimisión de Juan Negrín como presidente de la República y su sustitución por Diego Martínez Barrio, como presidente de las Cortes, quien encargaría a José Giral, de Izquierda Republicana, la formación de un nuevo gobierno.
Con fecha 29 de noviembre de 1945, Ariño y Perezagua, como presidente y secretario general del Comité Ejecutivo de Izquierda Republicana en España, remitieron una carta a la minoría parlamentaria de su partido en las Cortes en la que mostraban su apoyo a Giral y pedían la unidad de las distintas sensibilidades internas de su partido, apoyando al gobierno que este presidía.
Ningún pueblo sin fusilados por el fascismo
En la misiva, además, se hacía un análisis de la situación política, económica y social en el interior de nuestro país, calificando la misma como “catastrófica” por la inflación y restricciones, que se pretendían corregir con rogativas frecuentes “para que la Providencia salve a España”, decían. Censuraban la actitud de algunos monárquicos (Marañón o los generales Orgaz Yoldi y Kindelán), “que en nada representan”, intentando llegar a compromisos con algunos líderes socialistas y comunistas, considerando que el país no estaba para “bromas” de ese género. Y recordaban a sus compañeros exiliados la cruel realidad de la represión: “Es importante, no olvidéis, que en España es difícil encontrar un pueblo sin fusilados por el fascismo, sin docenas o cientos de mujeres a las que se les cortó el pelo, se les dio ricino y se les hicieron los mayores ultrajes”, añadiendo que quienes estaban sufriendo en primera persona todo ello querían acabar, sin anhelos de venganza, con tanta vergüenza y tanto salvajismo.
Otra carta interesante de Ariño para confirmar la clandestinidad de Perezagua está fechada el 6 de febrero de 1946, dirigida a Salvador Quemades, presidente del Consejo Nacional de Izquierda Republicana en Francia. En ella, da cuenta de quiénes componían, en ese momento, la comisión ejecutiva del partido en España, indicando el nombre de Perezagua como uno de sus diez integrantes. Se añadía que nuestro protagonista había sido designado por los miembros de los consejos provinciales.
Uno de los integrantes de dicha ejecutiva era Juan Albert Roses, pintor nacido en Yecla en 1898. Entre los pocos bienes que Perezagua dejó tras su fallecimiento, se encontraba un retrato suyo realizado por este compañero de clandestinidad. El cuadro, fechado en 1953 y con la dedicatoria “a mi gran amigo Perezagua”, está depositado en el Archivo Municipal de Toledo, después de que en 2020 la exalcaldesa y actual delegada del Gobierno, Milagros Tolón, sobrina nieta de Perezagua, lo donase a dicha institución.
Alumno de Sorolla, Albert compaginó la pintura con los estudios de Magisterio. En 1922 se trasladó a Madrid, donde comenzó a frecuentar el Museo del Prado copiando obras de grandes maestros, entre ellos El Greco. En el año 1967, parte de esas réplicas del cretense fueron expuestas en el Palacio de Benacazón de Toledo.
En septiembre de 1946, Guillermo Perezagua Herrera consiguió el indulto total. Trece años después, el 31 de marzo de 1960, falleció en Madrid.