Un año más hemos tenido el mensaje o discurso navideño, centrado casi únicamente en la Constitución española, parece que no haya más problemas que la defensa de la Constitución. Hemos escuchado que al parecer solo es válida la idea de la firme defensa de la Constitución como marco para garantizar la convivencia. Pero mal vamos sí la Constitución se toma con una doctrina y dogma inequívoco. Muchos han salido en tropel a repetir y amplificar el dogma. Así escuchamos: no hay democracia posible ni ley, ni libertad, fuera de la Constitución. Fuera de la Constitución no puede haber convivencia. Fuera de la Carta Magna no puede haber paz.
Para comenzar, me gustaría hacer algunas aclaraciones. Recordemos que esta Constitución hubo de aceptarse dentro de un ambiente con mucho ruido de sables. Además, al principal defensor de la Constitución en la noche de Navidad convendría recordarle que su figura fue impuesta dentro de la Constitución de forma truculenta o al menos rocambolesca, no lo digo yo, nos lo aclaró el mismo Adolfo Suarez. Y claro, hay principal y principales interesados en que la Constitución no cambie, y dentro de los que la salen defendiendo de forma tan solemne hay quienes la prostituyen a diario impidiendo que se ejerza la ley como determina la propia Constitución.
Veamos. La Constitución es la norma fundamental de carácter estructural que permite organizar a un Estado, siendo la guía que orienta su gobernación, no un dogma inamovible. Dicho esto, deberíamos poner en solfa afirmaciones dogmáticas que promulgan la Constitución como marco único y exclusivo para garantizar la convivencia. Entre otras cosas, con el paso de los años nuestra Constitución como cualquier otro elemento en esta vida necesita adaptarse a los tiempos, puede que lo que ayer era válido hoy haya dejado de serlo.
Pero, además, cabe señalar que dentro de la Constitución en la actualidad “también caben cosas poco deseables” y que deberían cambiar. A lo ya mencionado de la situación de la Justicia, debería de ser inadmisible que nuestra Constitución pueda permitir que una alcaldesa ponga en venta viviendas públicas construidas con el dinero de todos para negocio de unos pocos y comisiones para otros, dejando en la calle a ciudadanos necesitados. Que el dinero público sirva para llenar arcas de sanidad privada empobreciendo la sanidad pública; que el mismo dinero público sirva para segregar la enseñanza y hacer diferencias dificultando la igualdad; que en ciudades como Madrid haya dinero para diversas zarandajas en tanto existen barrios con enormes necesidades o en situación de miseria y expropiados de necesidades básica.
Es inadmisible que a unos kilómetros de la Puerta del Sol esté la Cañada Real. En pocos kilómetros la abundancia y la más extrema de la necesidades. Y esto se puede extrapolar a otras ciudades españolas, en tanto la Constitución, nuestra Constitución, hace posible que la riqueza, la tierra, o la energía, cada vez se concentren en menos manos y que los pseudo defensores de la Constitución (o su Constitución) tengan un marco para acotar el pago de impuestos a quien acumulan toda la riqueza conseguida a través de expoliar y arrebatar la de los demás.
Recomiendo dar un repaso de lectura de este texto clave. Resulta alarmante que dentro de los derechos y deberes haya tanta exclusión de derechos y no preocupe el desarrollo de normas que van contra la consecución de esos derechos, de paz, igualdad, libertad, justicia. Sí, hay muchas cosas que caben dentro de la Constitución que no deberían caber, porque ni son libertad, ni igualdad, ni justicia, y de otra parte la libertad, la justicia y la igualdad, no son exclusiva de la Constitución y también existen o son posibles fuera de esta.
Por supuesto, tener una constitución es bueno, pero no es la panacea, ni tampoco es oro todo lo que reluce por mucho brillo que se empeñen en darle.
Emiliano García García