Estaba aquí cerca. Ha estado ahí desde el siglo XI. Desaparecida, olvidada durante siglos, oculta por la vegetación agreste de la Jara, entre una gran propiedad solo accesible para la nobleza o las grandes fortunas. Abandonada una vez redescubierta en la segunda mitad del siglo XX por Leopoldo Torres Balbás, quien la identificó como una “ciudad hispanomusulmana.” Y en 1975 el profesor Ricardo Izquierdo desarrolló varias campañas de excavaciones para dar luz sobre la ciudad que había permanecido ignorada durante siglos. Aunque, tras los trabajos del investigador Izquierdo, volvería a ese estado comatoso de los yacimientos arqueológicos que es frecuente en España. Se descubren, se realizan efímeros trabajos de arqueología que sirva para una tesis y algunas prácticas de estudiantes y se abandona a su suerte. Y más si a ello contribuye tener que atravesar, para llegar, una gran finca particular. Lo cierto es que estamos en el año 2025, primer tercio del siglo XXI y aún tiene el carácter de ciudad perdida a lo que hay que agregar algunos intentos de recuperación fracasados.
Enclavada en las tierras de vega del pantano de Azután, en la comarca talaverana de la Jara, la ciudad, según se ha publicado en estos días por José María Sadia, fue abandonada en el siglo XI como consecuencia de las guerras de frontera entre almorávides y castellanos. El caos bélico provocaría que fuera abandonada a toda prisa, dejando a la naturaleza y al pillaje escuelas, comercios, barrios de artesanos o de metalurgia, tenerías, cementerios y hasta un Hamman, más una muralla que la protegía de más de tres kilómetros. Se trata, según reproduce en su texto Sadia, citando las declaraciones del arqueólogo Miguel Ángel Bru, “de la única ciudad entera de esta época que quedó fosilizada, dado que no hubo ninguna población cercana que la expoliara.” Eso sí, sirvió de cantera durante algún tiempo. Tras los trabajos del profesor Izquierdo la ciudad volvería a ser abandonada.
Fue, siendo presidente de la Diputación Provincial de Toledo, D. Arturo García Tizón en colaboración con la Confederación Hidrográfica del Tajo, cuando se intentó recuperar de nuevo esta antigua ciudad enclavada a los pies del rio Uso. Aunque el proyecto fracasó por las disidencias políticas y tal vez porque se empezó la recuperación por donde no se debía. Se consideró más como un proyecto de exhibición que como un proyecto de investigación, recuperación y consolidación de un conjunto singular. Y acompañarlo de un proyecto museable y visitable que contribuyera al desarrollo de la comarca de la Jara, amenazada de despoblación imparable. Es cierto que a este abandono también contribuye la misma ubicación geográfica, aunque la tenacidad del alcalde, Juan Carlos Cabello, no encuentre obstáculos insalvables, excepto la inversión cuantiosa que supone no solo actuar en la propia ciudad sino en el recorrido en medio de una finca privada, lo cual implica expropiaciones y todos los mecanismos burocráticos que estos procesos implican.
Para hacer apuestas de futuro, que permitan tratar a esta ciudad perdida como uno de los circuitos patrimoniales importantes de estas tierras en retroceso poblacional, habría que elaborar diferentes planes con realización en el horizonte de los próximos años que posibiliten el acceso fácil y la recomposición de la ciudad. Sin lugar a dudas estamos ante uno de los yacimientos arqueológicos más interesantes de la península ibérica. Y enclavado en un paraje singular que debe ser protegido y cuidado para evitar su deterioro.