Hace aproximadamente setenta años los españoles comenzamos a movernos en masa hacia las ciudades, era necesario y urgente construir muchas viviendas y se aprobaron leyes, como la del Suelo, para intentar que el proceso fuera lo más ordenado posible. Entre los censos de 1960 y 2011 Toledo, en concreto, duplicó su población y multiplicó por varios enteros la superficie urbanizada.
Con estos antecedentes, no debe extrañarnos que hayamos llegado a considerar el crecimiento como algo natural y se hayan consolidado instrumentos administrativos, económicos o políticos alrededor de los procesos de nueva urbanización. Uno de ellos es el planeamiento urbanístico.
El problema es que, con frecuencia, estos instrumentos, conforme van resolviendo con mayor o menor fortuna los asuntos que justifican su existencia, también van creando rutinas, mentalidades, compromisos e intereses paralelos que tienden a perpetuarlos más allá de la pervivencia del problema que se pretendía resolver inicialmente.
Algo así podría estar sucediendo con algunos planes de urbanismo, especialmente cuando entran en juego convenios, promesas de futuro o deudas aplazadas que nos obligan a seguir clasificando suelo para saldarlas.
El crecimiento también puede llegar a ser muy adictivo para promotores, propietarios de suelo, y en general todas las personas o entidades que en el pasado han obtenido beneficios con la transformación del suelo y andan escasos de imaginación para seguir haciendo negocios por otras vías, de ahí que exista una cierta tendencia a mantener viva la ilusión de que crecemos aunque la evidencia empírica nos diga lo contrario. El Titanic puede hundirse, pero la orquesta no puede dejar de tocar porque nos hemos acostumbrado a vivir de la música.
El contenido sustantivo del Avance del POM de Toledo, por ejemplo, podría resumirse con tres respuestas cortas a cada una de preguntas fundamentales de lo que podríamos considerar el planeamiento orientado al crecimiento: cuanta población se espera, cuantas viviendas nuevas vamos a necesitar en función de esta población y quienes serán los afortunados propietarios que van a verse agraciados por el monopolio de su construcción.
Nos centraremos en la primera de las respuestas: El Avance, después de un razonamiento que no vamos a reproducir aquí por razones obvias, pero que cualquier interesado puede leer en el apartado 4.2 de la Memoria Informativa y Diagnóstico, estima un aumento de población para Toledo del 3% anual durante los 12 años de vigencia del futuro POM. Un 3% anual significa duplicar la población en 24 años, o 36.380 nuevos habitantes durante los 12 años en los que se sitúa el horizonte del POM, es decir, un ritmo de crecimiento que dobla al que tuvimos durante la época gloriosa, cuando tardamos 50 años en duplicar la población.
De momento, los últimos datos publicados del padrón municipal nos dicen que, en realidad, Toledo solo ha crecido 2.349 habitantes en los últimos 12 años, gracias sobre todo a la inmigración extranjera, y que en el último año hemos perdido 362 habitantes, probablemente porque la inmigración extranjera ya no es lo que era. Es decir, todo el modelo territorial del Avance se apoya en unas proyecciones de población que no parecen muy consistentes con la realidad.
Al margen de una sencilla lectura de la evolución de su propio padrón, el Ayuntamiento podría haber recurrido a un estudio más reciente sobre población y vivienda encargado en 2018 por la propia Empresa Municipal de Vivienda y Suelo, que concluye con una previsión de crecimiento demográfico casi nulo a corto y medio plazo, no solo en la capital, sino incluso en el conjunto de municipios que forman su área de influencia, pero no deja de ser curioso que este estudio haya corrido la misma suerte que otros anteriores que ya citábamos en un artículo anterior sobre el POM: el cajón de los ratones, y todo ello porque la realidad que reflejaban no se correspondía con el ideal necesario para justificar las iniciativas urbanísticas que andaban rondando en cada momento por el mercado de futuros de la ciudad.
¿Por qué nos empeñamos en negar la evidencia? Probablemente, porque nos hemos acostumbrado a la música del crecimiento y no somos capaces de imaginar nuestra vida sin él, o porque nos hemos hipotecado tanto a expensas de un futuro irreal que ya no podemos dar marcha atrás. En estas circunstancias, el crecimiento urbano se ha convertido para algunos en una necesidad existencial, una cuestión de fe, hasta el punto de caer en la tentación de convertirlo en dogma.
Toledo no va a crecer mucho durante los próximos años, y de acuerdo con las actas publicadas por el Ayuntamiento en www.pomtoledo.es, los toledanos que están interviniendo en el proceso participativo del Avance parecen mucho más interesados en las posibles soluciones a los problemas de la ciudad existente que en los nuevos desarrollos, así que ya va siendo hora de olvidarnos de los planes centrados en el crecimiento, la clasificación del suelo, y las nuevas promociones, y empezar a diseñar una política urbanística centrada en solucionar los problemas de la ciudad existente y de las personas que ya vivimos en Toledo. Cuanto menos tardemos en corregir el rumbo mejor.