Hoy tratamos sobre un debate y una opinión compartida por muchos desde hace tiempo, pero que no por ello debe dejar de tener cabida en esta columna dedicada exclusivamente al patrimonio cultural desde hace ya 25 años. Se trata del modelo de ciudad que se plantea en Toledo y que, como se ha repetido una y otra vez, ha seguido vigente desde que se extendió la trama urbana más allá de las murallas, atravesando regímenes dictatoriales o democráticos, gobiernos progresistas o conservadores: el interés de unos pocos, la especulación urbanística ha primado siempre sobre otros de carácter social o, siendo una ciudad que vive del patrimonio cultural, de la conservación de su patrimonio, convertida en gallina de oro para generaciones de constructores, propietarios, comerciantes u hosteleros.
En los últimos años, con la aplicación de las nuevas tecnologías y el desarrollo del turismo de masas, el uso del suelo -y en tiempos pasados el no uso, su abandono por improductivo- para actividades especulativas relacionadas con el turismo se ha incrementado notablemente.
Ha tenido que ser el gobierno portugués el que nos dé lecciones de socialización del mercado inmobiliario al contemplar propuestas de intervención directa sobre el mismo, que entre otras medidas contempla el prohibir nuevas licencias para pisos turísticos -nuestra alcaldesa hace un alarde de equilibrio justiciero estableciendo una zonificación para que se sature más el espacio-, o el alquiler forzoso de los inmuebles vacíos.
Hemos dicho más de una vez que una ciudad declarada, como Toledo o Cuenca, Patrimonio de la Humanidad, o cualquier otra que en otro tiempo se declaraba “Conjunto histórico-artístico”, tendría que ser una “ciudad viva”, habitable y habitada, que mantuviese el patrimonio material pero también el inmaterial, el que construyen las generaciones de vecinos y vecinas, la vida cotidiana, sus tradiciones, usos y costumbres. Si no, se convierten en ciudades-museo cuyos inmuebles pierden la razón de ser por y para lo que fueron creados.
Obrar sobre inmuebles ruinosos
Y también se ha repetido la necesidad de que los ayuntamientos obrasen sobre inmuebles ruinosos con valor patrimonial, según dicta la Ley de Patrimonio, por vía de urgencia y subsidiariamente a su restauración o rehabilitación, y a su uso social. Nos tememos que los ayuntamientos se han inhibido de esa responsabilidad, al contrario, ayuntamientos de uno u otro signo político han favorecido los procesos de gentrificación o de turistificación del suelo.
Al menos, dirán los partidarios del último proceso mercantilista de puesta en valor de inmuebles y comercios dirigidos al sector turístico, se está rehabilitando más que en muchos años. Desde luego, se ha optado por la vía más rápida y cómoda: dejar al mercado actuar, sin realizar ningún esfuerzo desde las instituciones públicas, sin desarrollar políticas sociales de vivienda o de rehabilitación de edificios. Es más, en Toledo ¡el propio ayuntamiento ha vendido suelo público para uso hostelero! Y no olvidemos que los hoteles construidos en inmuebles con valor patrimonial modifican espacios interiores y exteriores, pues se permite aumentar los volúmenes. Esperemos que el producto de las tasas por actividades económicas y la anulación de la exención del pago del IBI se invierta en servicios y vivienda pública en esos mismos espacios que ha abandonado a su suerte.
Y, por favor, que no nos tomen el pelo. Tras cuatro años de legislatura, cuando ya se han beneficiado muchos de licencias de apertura de apartamentos y pisos turísticos, de hoteles, el ayuntamiento toledano toma decisiones y se realizan declaraciones públicas intentando acotar el proceso de turistificación inmobiliaria, sin modificar el Plan Especial del Casco Histórico y con el Plan de Ordenación Urbana prescrito.Y aún con las nuevas ordenanzas municipales y la modificación del ordenamiento urbanístico se seguirán utilizando estrategias para seguir mercantilizando el suelo urbano. O si no, al tiempo.