El mismo día en que se hizo pública convocatoria para las elecciones generales del 19 de noviembre, la Casa del Pueblo de Toledo y la Unión Local de Sindicatos (de tendencia comunista) anunciaban una convocatoria de huelga general como protesta por la celebración en la capital de la IV Asamblea de Juventudes Católicas, paro que se mantuvo entre los días nueve al quince de octubre.
El censo electoral en la provincia de Toledo para estas elecciones ascendía a 258.434, siendo mayoría las mujeres: 130.092. Algo similar ocurría en la capital, donde el número de ciudadanos convocados a las urnas ascendía a 14.305, de ellos 7.901 mujeres. De las personas que fueron designadas para formar parte de las veintiocho mesas electorales que se constituirían en la capital el día 19, ninguna de ellas era mujer.
Agrupados bajo distintas siglas se formalizaron treinta y siete candidatos, aspirantes a los diez escaños de diputados que se elegían por Toledo. Las principales listas estuvieron encabezadas por Ramón Molina Nieto (Acción Popular), Fermín Blázquez (PSOE), Pedro Riera Vidal (PRR), Emilio Palomo (PRS) y Virgilio Carretero (PCE). En la lista socialista figuraba, por primera vez en la historia política toledana, una mujer: Leocadia Muñoz de la Casa, funcionaria de la Administración Civil del Estado, quien había nacido en enero de 1910 en la localidad de Santa Olalla.
Ni que decir tiene que la inclusión de las mujeres en el censo electoral abría una nueva perspectiva para todos los partidos, no en vano ellas eran más de la mitad de cuantos estaban convocados las urnas. Esa presencia era de 107,8 mujeres por cada 100 hombres en el ámbito estatal, proporción que en la provincia de Toledo estaba más equilibrada: 101,4 por cada 100. A la vista de estas cifras no debe extrañar que las principales formaciones quisieran atraerse el voto de ellas. Y de esos empeños quedaron sobradas muestras en los distintos órganos de expresión de las principales formaciones.
Bajo el titular de “A las mujeres obreras”, Sixto Agudo, dirigente de las Juventudes Socialistas locales, se dirigía a ellas, como “camarada y compañero” desde las páginas del “Heraldo de Toledo”: “Llamo principalmente la atención a la mujer por ser uno de los principios fundamentales de nuestro triunfo. Les llamo la atención, porque principalmente serán ellas a las que se dirijan en las próximas elecciones los “carcas o cavernícolas” con disfraz republicano, esos hombres que se llaman republicanos, pero que no quieren que se altere el actual estado de cosas, esos hombres que dicen son republicanos, pero que desean que los trabajadores sigan siendo esclavos, que las mujeres carezcan de personalidad y libertad, que lo niños sigan embrutecidos en las escuelas sectarias o que carezcan de ellas y quieren que como hace siglos los infelices obreros y campesinos carezcan de pan y de albergue. Esos son, mujer española, los que te irán a pedir o comprar el voto, para en un mañana, no muy lejano, si vencen, mataros de hambre y trabajo; esos son los que si no se les corta radicalmente el paso, os arrancarán a vuestros hijos de vuestras almas, para ir a morir en las trincheras defendiendo sus intereses; y esos son los que si no llegáis a tiempo os esclavizarán juntas con vuestros maridos y os llevarán a la ignorancia, a la degeneración y a la muerte”.
Ni que decir tiene que esos “republicanos carcas o cavernícolas” a los que se refería Agudo se encuadraban bajo los partidos de las derechas, especialmente la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) y el PRR de Lerroux.
La representación provincial de los primeros estaba asumida por Acción Popular y Agraria, cuyos responsables llegaron a constituir un comité electoral femenino, organizando mítines en algunos pueblos de la provincia protagonizados por mujeres, como en Camarena o Fuensalida. En las listas de este partido figuraba, también, uno de los aristócratas más renombrado de la provincia, José Finat Escrivá de Romaní, propietario de la renombrada finca de “El Castañar”, en Mazarambroz.
Su gran apoyo mediático fue “El Castellano”, donde se pudieron leer algunos artículos y comentarios incendiarios contra las izquierdas, como el publicado el 7 de noviembre por el escritor, historiador y jesuita Enrique Herrera Oria, quien “alertaba” de que la masonería y la Institución Libre de Enseñanza “acechaban” tras los partidos republicanos para imponer a las madres y niños españoles la escuela laica: “Votad mujeres, porque ese es vuestro deber como católicas y como españolas. Pero votad a quien respete vuestros derechos y vuestros deberes como madres. Enteraos bien, no sea que vosotras mismas votéis quien el día de mañana os arrebate la educación de vuestros hijos. Vosotras sois madres y vuestros hijos son vuestros. Tenéis derecho a educarlos como queráis y tenéis derecho a llevar al Parlamento los diputados que frente a los sectarios que digan: los “niños son de las Logias”, levanten la voz para pregonar más fuerte y más alto: “los hijos son de las madres”.
Y días después, en un reclamo de la candidatura derechista seguía azuzándose ese miedo, pidiéndoles así su respaldo electoral: “Si no lo haces, vendrá el comunismo, que te arrancará los hijos de tus brazos. La iglesia de su tu pueblo, símbolo de nuestra Santa Religión, será derruida y arrasada, el esposo que amas huirá de tu lado, autorizado por la ley del divorcio. Vendrá la anarquía a los campos y a vuestro hogar el hambre y la miseria. Mujer: ¡Vota la candidatura de derechas y contra el marxismo! Señora: ¡Con tu voto ayuda a salvar España!”.
En el campo del PRR, su publicación de referencia en Toledo era “Vanguardia”, semanario que dirigía el diputado, Pedro Riera Vidal, inspector de Enseñanza, quien encabezaba la candidatura lerrouxista para la cita del 19 de noviembre. De manera insistente, en sus páginas se insertaron llamamientos dirigidos a las nuevas electoras. “Tu voto –se decía en una de ellas- no debe oler a cera ni tampoco a pólvora. Debe oler a flor recién cortada, a sentimiento limpio de pasiones, a idea libre de sectarismos. Debe tener delicia de beso y alas de canción…”. Bajo el título de “A las mujeres que ansían la paz”, los candidatos radicales hicieron público un manifiesto cuyas últimas frases decían: “Mujer de las tierras toledanas, que sabes tanto de ingratitudes y desamores; que conoces, tal vez el agraz de los olvidos y la tortura de los desórdenes… no quieras que la República sea de esos dolores también. No quieras que vengan días negros para ella y para ti; días negros en que el pan falte y el dolor grite y la sangre corra. No olvides que eres la paz; que la paz no se asienta en las pasiones ni en los sentimientos removidos. Ama a la República, mujer. Y que tu amor, escrito en la hoja blanca diga a los hombres apasionados de uno y otro partido, que tú no eres bandera de exaltaciones, sino guión luminoso y recto por los caminos de la concordia y de la virtud. Ama a la República, mujer. Ámala con amor de enamorada, que ella pagará con creces sin medida el bendito regalo de tu querer. El Partido Radical se acerca a ti con bandera blanca para que escribas en ella, votando los nombres de la candidatura radical”.
Estos llamamientos de los representantes locales del PRR no dejan de ser paradójicos, pues como ya hemos recordado sus diputados no apoyaron la concesión del derecho al voto femenino durante el debate constitucional de 1931, pese a contar con Clara Campoamor entre sus filas.
Ante la “novedad” que suponía la participación de las mujeres en las elecciones, no faltaron, desde todos los ámbitos, consejos dirigidos a ellas para que supiesen como ejercitar este nuevo derecho. Llamativo entre todos ellos fue el publicado en las páginas de “El Castellano” donde, además de indicaciones prácticas sobre cómo identificarse ante la mesa electoral, se aconsejaba “ser sordo ante las posibles molestias verbales alusivas al derechismo de la electora”, así como “llevar aquel día el crucifijo sobre el corazón” para que “la fuerza de su espiritualidad y sacrificio nos sirva de estímulo en el cumplimiento del deber”.
La víspera de la jornada electoral, los socialistas toledanos celebraron mitin propagandístico en el que, entre otros oradores, intervino la periodista Josefina Carabias, quien por entonces estaba afiliada a la Agrupación Socialista de Madrid y colaboraba en las principales publicaciones de la capital. Al acto asistieron varios centenares de personas, quienes acompañaron a los oradores hasta la plaza de Zocodover, para despedirles, con gritos a favor del PSOE y de la UGT.
Llegado el día de las votaciones, 195.774 electores ejercieron su voto en la provincia de Toledo. El resultado supuso una victoria aplastante de las derechas lideradas por José María Gil Robles. En Toledo, de diez diputados en juego consiguieron ocho. Los dos únicos representantes elegidos de la izquierda toledana en las Cortes fueron los socialistas Fermín Blázquez y Manuel Aguillaume. Leocadía Muñoz tuvo el respaldo de 48.935 electores, menos de la mitad que el candidato más votado (Dimas Madariaga, de Acción Popular, con 116.918 votos).
A pesar de estos aplastantes resultados, en la ciudad de Toledo la suma de los votos de las candidaturas republicana, socialista y comunista (5.742) superaban en un millar a los conseguidos por la derecha (4.748), “victoria” de la que se congratulaba el “Heraldo de Toledo”, saludando con emoción a los vecinos de la capital “porque ha salido del arbitrario sometimiento a las instituciones arcaicas en que vivió tantos años y se ha puesto al nivel de los pueblos modernos”.
Cinco días después de celebradas las elecciones, los candidatos de la derecha fueron recibidos en audiencia por el arzobispo primado de Toledo, monseñor Gomá, quien desde su llegada a Toledo cinco meses antes no había regateado esfuerzos para posicionarse políticamente junto a ellos, llegando incluso a pedir en su primera pastoral toledana, “Horas graves”, la resistencia pasiva de los católicos a las leyes del Gobierno que la Iglesia considerase injustas.
Mientras tanto, en Madrid, Clara Campoamor también fue derrotada en las elecciones, al no obtener acta de diputada. En su obra citada, “El voto femenino y yo”, reflexionaba amargamente sobre ello, considerando que frente a quienes culpaban a las mujeres de haber propiciado el triunfo electoral de las derechas, consideraba que el mismo se había cimentado sobre la desunión de las candidaturas republicanas, socialistas y de izquierdas, frente a lo que ella denominaba “cedomonárquicos”. Esa fragmentación le hizo escribir estas amargas palabras: “Fue a partir de ese suceso infausto cuando se intensificaron mis amarguras: el voto femenino era el chivo hebreo cargado con todos los pecados de los hombres, y ellos respiraban tranquilos y satisfechos de sí mismos cuando encontraron esa inocente víctima, criatura a la cual salvar sus culpas. El voto femenino fue, a partir de 1933, la lejía de mejor marca para lavar torpezas políticas varoniles. Si pasados por ella los políticos de izquierda no han quedado más resplandecientes e impolutos, culpa será del tejido”.
Clara Campoamor escribió estas amargas palabras en mayo de 1936, poco antes del golpe militar del 18 de julio y la posterior Guerra Civil que, como a otros miles de españoles, le obligó a exiliarse para salvar su vida. En el exilio francés falleció también, el 19 de mayo de 2000, Leocadia Muñoz de la Casa.
Artículo de Enrique Sánchez Lubián, periodista
Noviembre de 1933: el disputado voto de la mujer toledana (I)