Castilla-La Mancha ha hecho de la lucha contra la despoblación su reto más importante. Y también el más complejo. Va a hacer tres años que las Cortes regionales dieron el visto bueno, por unanimidad, a la ley autonómica y a una estrategia posterior con horizonte en el año 2031, que contempla decenas de medidas para conseguir que las zonas ‘en rojo', las que están en riesgo extremo de despoblación, y también otras con la población en descenso, aumenten su número de habitantes. Era eso o bajar de los escasos dos millones de habitantes que tiene la comunidad autónoma.
Y sí, la población se ha incrementado, pero de manera desigual. Hay comarcas en las que el aumento de vecinos es notable en tan solo dos años. Pero una radiografía más concreta, más pegada a los pueblos, constata que ese crecimiento es irregular o desigual. O que no todo es positivo. Nos lo dicen sus vecinos y vecinas.
Ocurre así, por ejemplo, en la comarca de la Sierra de San Vicente, en la provincia de Toledo. La zona es una alineación montañosa del Sistema Central ubicada en el borde sur de Toledo. Una suerte de “espolón” con la Sierra de Gredos, encuadrado por los valles del Tiétar y el Alberche.
Conforman la comarca una veintena de pueblos. Con carácter general, en los últimos dos años ha sumado un total de 524 habitantes más pero ha perdido 142, por lo que hay 382 de saldo positivo, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Es decir, ha crecido muy por encima de su media desde la aprobación de la Ley regional contra la Despoblación.
El contraste se cristaliza en las impresiones de vecinos y vecinas de estos pueblos. Por ejemplo, la ‘repoblación’ en la localidad de Pepino se ha dejado notar en su hostelería y sus comercios. Juanito, que llegó desde Rumania hace 15 años, abrió el Bar Moisés de esta localidad justo hace dos años. Antes fue camarero y durante todo este tiempo comenta que el pueblo ha ido “cogiendo vida”.
“Esto se ha puesto a tope. Incluso mucha gente que se fue, ahora ha regresado y muchos que han venido, se han quedado. Es bonito, es acogedor y aquí se está de maravilla”, comenta a este periódico.
Si movemos la lupa hacia Cazalegas, allí hay todo tipo de impresiones. Algunas vecinas están muy contentas con el tirón del embalse de este pueblo de cara al turismo rural, aunque reconocen que se trata de gente que “viene y se va”. El aumento de población también se ha dejado notar en el supermercado Unide de la localidad, con “más trasiego”.
Pero no ha sido así en otros casos. Gregorio es fontanero desde hace casi 40 años y tiene una empresa de reparaciones en este pueblo. Trabaja tanto en Cazalegas como en otros municipios de la zona y señala que “no hay mucho trabajo” y que no ha notado el aumento de población. “En verano viene gente y se nota un poquito, pero tampoco es para tirar cohetes”.
Los que viven aquí ya son jubilados, es gente mayor que mantiene sus pequeñas residencias. Es una población muy envejecida, con una media de 80 años, sin exagerar", Cristina — Farmacéutica en Pelahustán
El tirón estival, factor clave del turismo rural en estos pueblos y un posible imán para ‘captar’ residentes, ni siquiera se hace notar en otros municipios más pequeños. Pelahustán, por ejemplo, ha perdido ocho habitantes en dos años. Desde la farmacia del pueblo, Cristina explica que son casi todo fallecimientos, “mientras que apenas hay nacimientos”.
“La gente joven se va a Madrid y regresa en festivos y puentes. Pero los que viven aquí ya son jubilados, es gente mayor que mantiene sus pequeñas residencias. Es una población muy envejecida, con una media de 80 años, sin exagerar”, resalta la farmacéutica.
Muy cerca de la farmacia, en este municipio de poco más de 300 habitantes, Sonia y su marido José Antonio regentan la tienda de alimentación El Sol desde hace ocho años, donde van “tirando para vivir”. Ella afirma que la población “ha menguado un montón”. Como en otras localidades, en verano viene gente de fuera, pero “no es suficiente”.
Incluso es algo que comentan los vecinos y vecinas que van a la tienda. “Vienen diciendo ‘no ves nadie al ir a la compra’ y eso es un poco triste. Pero claro, el problema también es que son todos muy mayores. Es lo que hay. ¿Qué vamos a hacer?”, lamenta.
Hay excepciones entre los municipios más pequeños, como son los casos emblemáticos de Garciotum, Sartajada o Nuño Gómez. En estos pueblos de la toledana Sierra de San Vicente, que no llegan a los 300 habitantes, la población ha crecido en parte gracias a las medidas de la ley vinculadas con la mejora de los servicios públicos.
En Garciotum, por ejemplo, el Gobierno de María Dolores de Cospedal cerró su escuela rural. En 2015, ya con García-Page en el poder, se reabrió un aula rural con cuatro alumnos (un mínimo que además quedó establecido por ley) y hoy en día ya tiene 30 escolares. Por su parte, en Nuño Gómez, el aumento poblacional viene derivado de una iniciativa empresarial vinculada al turismo de naturaleza.
Pero el balance para el Gobierno de Emiliano García-Page es positivo. Castilla-La Mancha es receptora de población con un saldo migrante positivo de 42.492 personas desde 2021, cuando se aprobó la ley, y un total de 11.368 personas han elegido las zonas de extrema, intensa y en riesgo de despoblación.
Este es uno de los datos que resalta el Ejecutivo autonómico para poner en valor sus medidas de reto demográfico. Pero al observar las cifras por pueblos, la tónica general es que la población crece en los pueblos que ya estaban más habitados con anterioridad. En los más pequeños, solo hay algunas excepciones.
Así, el aumento de habitantes ha sido muy significativo en la mencionada localidad de Pepino, una de las más habitadas de la comarca, con 103 habitantes más en dos años, situándose en la actualidad en 3.163 personas censadas. La misma situación se repite en Cazalegas, con 119 habitantes más; en San Román de los Montes, 102 habitantes más; o Mejorada, con 81 habitantes más.
No obstante, en municipios más pequeños, los que no llegan al millar de habitantes, como Castillo de Bayuela, Navamorcuende, Buenaventura, Hinojosa de San Vicente o Cervera de los Montes, la pérdida de población ha continuado.
El Comisionado del Reto Demográfico de Castilla-La Mancha, Jesús Alique, explica que no es un problema de “ir pueblo a pueblo”, sino que debe combatirse “por zonas”. “Que se pierdan habitantes no significa que se estén despoblando. La tendencia es que en esa zona ahora vive más gente. Luego habrá que mirar al detalle los problemas de cada pueblo”, argumenta.
Para Alique se trata de una tendencia que se está asentando en la región, que es consecuencia de la Ley contra la Despoblación y que “se nota en las nuevas actividades empresariales y emprendedoras que se ponen en marcha en estas zonas, junto con la consolidación de los servicios públicos”.
Todo está dando sus frutos", Jesús Alique — Comisionado para el Reto Demográfico
“Debemos persistir en esta política estructural que tiene que durar en el tiempo”, añade el Comisionado para el Reto Demográfico. Para ello remarca que además de reforzar los servicios públicos, favorecer el empleo y regular una fiscalidad especial para las zonas ‘en rojo’, es importante dar facilidades para la conciliación, como sucede con el Plan Corresponsables.
“Todo está dando sus frutos”, apostilla, aunque también precisa que en esta lucha contra la despoblación es fundamental la iniciativa local, es decir, el impulso y la implicación de los ayuntamientos.
Precisamente, hace unos días, la Dirección General de Vivienda de Castilla-La Mancha publicó una resolución por la que se amplía en 864.550 euros las ayudas a la adquisición de vivienda en propiedad por los jóvenes para contribuir al reto demográfico de Castilla-La Mancha. Estas ayudas tienen la finalidad de facilitar el acceso en régimen de propiedad a una vivienda digna y adecuada en municipios de pequeño tamaño a los jóvenes con escasos medios económicos.
No conocen estas ayudas en Sotillo de las Palomas, uno de los pueblos más pequeños de la Sierra de San Vicente, con 173 habitantes. Son 18 menos que hace dos años. “Creo que el ayuntamiento o la Junta deberían darles más publicidad, a estas medidas o a otras, Que llegaran a todos, para conocerlas”, apunta Eugenia, una vecina. “Aquí hay casas rurales y restaurante, pero la gente se muere y nadie se queda vivir. Esto acabará desapareciendo”.