Qué saturación de tanta queja...
De esto hemos sido responsables todos...
Porque hemos construido un concepto de participación centrada en la demanda asistencial que se articula a la perfección con una ciudadanía poco responsable y consumista de derechos...
Requerimos de una ciudadanía activa, que participe en la construcción de respuestas de forma colectiva.
Si pretendemos que la administración nos proporcione soluciones a todos y cada uno de los intereses particulares...
No comprendemos bien los supuestos básicos de la construcción democrática: la participación ciudadana necesita organización colectiva, ponerse de acuerdo en lo que es prioritario para todos...
Y también acciones constructivas formuladas desde la base, no de infinitas solicitudes a la administración.
Una vez construidas y bien armadas, lo que deberíamos pedir a nuestras instituciones, sería que reconozcan tales acciones y las legitimen.
Y si llega al caso, las empleen para dar respuesta a otras demandas similares.
Esto no quiere decir que haya cuestiones en donde no haya otra vía posible de acción que no sea la de la reivindicación: hay cosas en donde no tenemos como ciudadanía ninguna capacidad de acción o decisión.
Pero se hace un uso abusivo de esta opción, que debería utilizarse sólo en momentos imprescindibles, precisamente para no saturar y agotar cartuchos en cuestiones poco trascendentales para la comunidad.
La queja sin más satura, genera frustración y nunca tiene fin, porque difícilmente llega a ningún sitio.
Se parece mucho a un sistema económico que yo me sé...
Que ha convertido a nuestra vecindad en consumidores de derechos.
No es sostenible ni ecológica, porque se derrocha una cantidad de energía vital para el desarrollo democrático de nuestros barrios y ciudades.
Isabel Ralero Rojas