La Catedral de Toledo cumple 800 años en 2026 y las celebraciones durarán tres años, tal y como anunciara la Archidiócesis, que ya ha preparado el programa de eventos con los que se conmemorarán los ocho siglos del inicio de la construcción de un edificio cuyos cimientos guardan una historia mucho más antigua.
En el siglo VI, lo que hoy es una catedral católica fue una iglesia visigoda que en el siglo VIII comenzó su época de esplendor al convertirse en una de las mezquitas más importantes de Al-Andalus. “Fue una mezquita enorme, quizá tanto como la de Córdoba, esta era la aljama, la mezquita para el rezo comunitario que en el Islam se realiza los viernes”, explica el historiador toledano, Felipe Vidales.
“Haciendo una comparación, igual que tenemos parroquias y una catedral hoy, entonces esta sería la catedral del Toledo islámico”, puntualiza en una entrevista con Toledodiario.es.
Según Vidales, se sabe muy poco sobre este pasado toledano “porque no ha habido una excavación arqueológica para desentrañar los cimientos de la actual catedral y los restos de la mezquita”.
Sin embargo, a través de documentos de la época sobre la ciudad de Toledo “es muy probable que pudiera ser tan grande como la cordobesa” debido a la gran cantidad de creyentes. “Jamás se impuso el Islam tras la conquista del siglo VIII, fue en el siglo IX cuando el proceso de conversiones se aceleró y la mezquita central también amplió su tamaño”, explica el historiador toledano.
“Por unos y otros, sabemos que la sala de oración de la mezquita se extendería ocupando el espacio de la nave central de la catedral actual”, añade el historiador toledano.
Actualmente se conservan algunos elementos de la “espléndida construcción musulmana que subyace bajo el suelo de la Catedral”. Entre ellos, “pozos con brocales preciosos y con una caligrafía refinada”, como el que se expone en el Museo de Santa Cruz.
“Su interés está en que, junto a una columna de la capilla de Santa Lucía y algunos fustes y capiteles de mármol del exterior del coro, son los únicos restos conservados atribuibles a esta mezquita”, añaden María Antonia Martínez Nuñez y Martín Almagro-Gorbea, profesora de Estudios Árabes en la Universidad de Málaga e historiador de la Real Academia de la Historia, respectivamente, en un estudio sobre “los graffiti árabes” de los aljibes encontrados en el subsuelo de la actual catedral.
Estos elementos se conservan actualmente y “siguen recogiendo el agua que tradicionalmente servía para llenar los botijos con los que se celebra la fiesta del Sagrario del 15 de agosto”.
La gran aljaba de Tulaytula comenzó a decaer en 1085, tras la conquista de Alfonso VI, pero no fue hasta 1226 “cuando los conquistadores llegados del norte de la Península, pero también de Francia, de hecho todos los arzobispos que siguieron a la conquista fueron franceses, quisieron hacer suyo todo ese saber científico y cultural”.
Y es que, el monarca se encontró con un Toledo “que vivía un imponente desarrollo cultural sin rupturas iniciado desde el siglo XI, cuando Tulaytula era una de las principales capitales del mundo islámico”.
Según Vidales, los conquistadores no solo quisieron conservar ese desarrollo cultural sino que se lo apropiaron tras aprender de él durante dos siglos ya que esos cristianos llegados del norte de la Península se dieron cuenta de que “su cultura contaba con enormes limitaciones frente a la cultura de tradición islámica que encontraron en Toledo”.
“Bibliotecas, observatorios astronómicos, huertos y cultivos para la aclimatación de especies nuevas, justas poéticas y construcciones monumentales de tradición islámica se mantuvieron vivas tras la conquista de 1085 durante los dos siglos siguientes”, asegura el también guía turístico en la ciudad.
Esta conservación también se respetó en la mezquita que durante 200 años fue “mezquita-catedral”. “Rezaron y festejaron generaciones de cristianos toledanos, en un tiempo en el que la unión de cultura y de religión era mucho más flexible y difusa de lo que a veces pensamos”, asegura.
Toledo en 1085: "Ni polémicas religiosas ni contiendas doctrinales"
Entre 1085 y 1226, Toledo fue un “motor científico y cultural”, alejado de enfrentamientos “porque el poder político y religioso amparó esa convivencia, que comenzaría a desaparecer tras el final de este interés cultural promovido desde arriba”.
Hasta entonces, la paz y la estabilidad eran necesarias para acceder “al conocimiento de los árabes toledanos”. Así, “el Toledo de 1226, cuando comienza a construirse la catedral, tuvo que ser una ciudad con pocas comparaciones posibles, quizá se parecía a Constantinopla, El Cairo o Palermo, pero no a las principales capitales europeas”, afirma el historiador quien destaca que “no había ni rastro de polémicas religiosas ni contiendas doctrinales”.
“En París no había pluralidad religiosa pero aquí sí, y en los equipos de traductores se vivía a diario con esa realidad diversa”, recuerda.
Así, la ubicación de la actual catedral no fue arbitraria, sino que perseguía un claro objetivo político: “conectar la disputada capital primada de España con París, Bourges, Le Mans y otras catedrales francesas, para alejarla de su contexto y orígenes andalusíes”.
“Construir una catedral así de imponente servía para incidir en la recuperación de la primacía política y espiritual de la antigua capital visigoda, disputada y demandada por ciudades como Compostela, Tarragona o Burgos, que presumían de haber resistido el ‘yugo islámico’”, detalla Vidales.
Según Vidales, “el convencimiento de la superioridad militar castellana comenzaría a hacerse patente en numerosas acciones posteriores, una de ellas la destrucción de la antigua mezquita aljama que ya servía de catedral cristiana, para empezar a construir la actual catedral”.
Como otras muchas construcciones que hoy forman parte de nuestro patrimonio, la de la Catedral Primada de Toledo fue un elemento más de la batalla cuyo promotor fue el arzobispo de la época, Rodrigo Jiménez de Rada.
“Rada no era un toledano más, de hecho, era navarro, sino un intelectual absoluto, ambicioso, un hombre de estado y de iglesia consciente del papel que estaba jugando”, destaca el historiador. “Sabía que la construcción de una catedral era a la vez la construcción de un capítulo fundamental para la historia y que Toledo debería tener la más imponente”.
Según Vidales, Rada era consciente de que con su proyecto “Toledo quedaría consolidada ya como el corazón de la monarquía castellana y la catedral sería el centro primado de las diócesis peninsulares y el arzobispado más poderoso”.
Del poder religioso al turístico y empresarial
Tal y como destaca Vidales, la Catedral de Toledo conservó “formas diversas de arte islámico”, que unió a un estilo gótico traído de otras ciudades europeas que destacó en la época, ya que su uso no se había generalizado. “No es el edificio gótico más grande de España, pero sí el más importante y a la vez, es totalmente ajeno a la tradición arquitectónica local”.
“Quizá lo más interesante es la incorporación de elementos islámicos ajenos a la antigua mezquita pero decididos por Jiménez de Rada, aunque parezca sorprendente debido a ese error que cometemos de unir cultura con religión”, señala el historiador.
Así, la Catedral de Toledo es “el reflejo de un contexto político determinado en el que se encontraron (y llegaron a chocar) dos formas distintas de cristianismo”, asegura Vidales quien recuerda que en Toledo convivieron el cristianismo francés y el mozárabe.
“La catedral se construye con un programa arquitectónico pero también político e ideológico detrás, algo que la hace no sé si única pero sí especial… recorrer la catedral es recorrer la política y el gobierno de Toledo paso a paso”, destaca el historiador toledano quien asegura que la Primada “es un libro de historia fundamental para entender los periodos de diversidad y mestizaje, crecimiento y decadencia de los últimos siglos de historia de Toledo”.
Actualmente, el que es uno de los elementos patrimoniales más importantes de Toledo, es un espacio “empresarial y de culto diario”.
“La mayor parte de quienes visitan la catedral son turistas y no feligreses, como todas las catedrales españolas o europeas”, subraya Vidales quien, como guía turístico en la ciudad, vive en primera persona este cambio de tendencia.
“Ojalá el centenario y estos años preparatorios nos lleven a repensar cómo queremos celebrar en 2026 y si la ciudad y sus principales monumentos podrán sostener un flujo creciente de turistas que ya en según qué espacios y según qué momentos, es insostenible”, concluye.