Como todos los años, he asistido a unas jornadas que sobre jardines históricos se suelen celebrar en nuestro país. En este caso ha discurrido en el espléndido palacete y jardines de El Bosque de Béjar, bajo el título 'Conservación, accesibilidad y difusión' durante los días 20 y 21 de julio, y, como siempre, aunque nos suena la música, siempre se sale con algo aprendido y con ganas de seguir disfrutando de uno de los mejores tesoros que nos ha legado el nuestro patrimonio natural y cultural.
Un runrún que planea desde hace tiempo en este tipo de jornadas es la consideración de los jardines históricos como generadores de paisajes culturales, algo que transciende a estos espacios singulares y abarca no sólo a su trazado, arquitectura, mobiliario o planteles. Además de apreciar en ellos un complejo palimpsesto donde se superponen al trazado y plantel original, un rico legado histórico cargado de experiencias. Pero, los gestores, jardineros y paisajistas que asisten a este tipo de reuniones exploran también un presente preñado de futuro, que contempla tanto a estos lugares declarados como a su percepción y uso por la comunidad, y cuyas intervenciones sobrepasan el límite de lo declarado implicando al entorno del que forma parte. En fin, un objeto de debate, consensos y trabajo multidisciplinar.
Lo que nos causa pavor a los que acudimos desde una ciudad con el pasado histórico de Toledo, que atesora muestras de jardines históricos de una riqueza inigualable, y en donde, junto a los humildes patios, se encuentran claustros catedralicios, monacales y conventuales, jardines palaciegos y cigarraleros, aquellos privados pero también los parques y jardines públicos, es que se han cometido, en los últimos años, graves atentados contra este legado jardinístico que ha supuesto la pérdida de alguno de ellos, como los restos del jardín renacentista de Buenavista o aquel otro de trazado barroco del Cigarral del Ángel.
Pero lo grave no es lo ya irremediable, sino que la ciudad no cuenta con un plan director de los jardines históricos, un inventario, un informe técnico e histórico de cada uno de ellos; un estudio de especies autóctonas o foráneas. No hay protocolos de plantación o de mantenimiento, no hay predicción ante un cambio climático del que ya estamos recibiendo los primeros síntomas, tampoco hay un protocolo de uso de estos espacios. Nos preguntamos si el Ayuntamiento realiza ante las empresas contratadas pliegos de intervenciones sobre estos espacios jardinísticos, tanto de restauración como de conservación. Si dichas empresas tienen especialistas en este tipo de jardines y personal suficientemente cualificado bajo sus órdenes.
Está bien el que rescatemos especies autóctonas cómo las cambroneras o los almeces, en realizar puntuales intervenciones en el mobiliario jardinístico o en reparar los efectos de los desastres meteorológicos. Pero los ayuntamientos tienen que tomar cartas en el asunto -recordemos la intervención en marcha de la Alameda de Sigüenza-, así como la Consejería de Educación, Cultura y Deportes que solamente ha declarado como jardín histórico los Jardines del Prado de Talavera de la Reina (otros así considerados están incluidos en los inmuebles declarados de los que forman parte, como los de la Fábrica de Paños de Brihuega, los del palacio del Marqués de Santa Cruz en el Viso del Marqués, el del claustro de la catedral de Toledo o el citado de La Alameda de Sigüenza, por ejemplo). Pero, previo a la declaración de jardines históricos en nuestra región es necesario realizar un inventario de los que existen en la misma (de poco o nada sirvió la publicación de la serie de estudios sobre los Parques y Jardines Históricos de las cinco provincias).
Por cierto, que se podría ejecutar el que proyectó Winthuysen para el Museo de Santa Cruz en los momentos anteriores al estallido de la guerra civil, para así rescatar uno de los nombres más valiosos para el tratamiento de los jardines históricos de nuestro país.