Me encuentro estos días navegando por la web del gobierno de Castilla-La Mancha para hacerme una idea de cómo está el panorama de las Energías Renovables en la Comunidad Autónoma. Paradójicamente me encuentro que la Dirección General de Transición Energética no tiene un directorio propio sino que se encuentra “en construcción” y para encontrar información sobre la misma, hay que acudir al Portal de Minería. Este mero aterrizaje, después de las recientes noticias del cierre de Siemens Gamesa en Cuenca, me ha provocado una cierta ansiedad sobre dónde está dirigiendo sus esfuerzos el gobierno castellanomanchego.
Desde luego, aparentemente las decisiones de las multinacionales de la energía parecen adoptadas al margen de las estrategias energéticas de los distintos países y en nuestro caso, también de las distintas comunidades autónomas. Así, aunque el Plan Nacional de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030, prevé la instalación de 60 nuevos GW de energía renovable en la próxima década y están en marcha las estrategias de descarbonización y transición energética derivadas de la Ley de Cambio Climático, “Siemens Gamesa ajusta su capacidad industrial en España por falta de demanda y para mejorar su competitividad”, según reza el sitio oficial de la empresa. Sobre su planta en Cuenca, además, afirma que su actividad se ha reducido a la reparación de palas, y eso no es sostenible debido a las limitaciones de espacio para palas grandes y por falta de competitividad. Además indica el ABC que la Dirección de la empresa afirma que “no era sostenible en un mercado muy competitivo y con una tendencia cada vez mayor a la sustitución de palas en lugar de la reparación” y que “no era viable a largo plazo” porque no podría reparar turbinas más grandes que las que ahora repara por problemas de espacio. La planta de Galicia también se les ha quedado pequeña, dicen, para los tamaños de palas que se requieren con las nuevas tendencias del mercado eólico, por lo que la empresa enmarca la decisión “en las acciones que Siemens Gamesa ha puesto en marcha para mejorar la competitividad, principalmente en el negocio de Onshore, y ser rentable de forma sostenible”.
Dicho todo esto, me pregunto si era inviable la ampliación de las plantas o el traslado de las mismas a mayores espacios dentro de las mismas poblaciones o poblaciones colindantes. Me cuesta creer visto el panorama industrial de la región que no haya espacio por aquí. Pero yo creo que algo más hay en esa decisión en lo que ni el gobierno de España ni el de Castilla-La Mancha o Galicia han profundizado. Tampoco me he encontrado con que vista la opinión de sendos gobiernos manifestada en comunicado conjunto sobre las oportunidades del sector en el país, haya hecho ninguno la propuesta de adquirir las factorías o promover cooperativas con sus trabajadores y ofrecerles oportunidades de negocio. Quizás estaban de acuerdo con Gamesa en ese punto o estaban más pendientes de la minería a cielo abierto, del fracking o de la gasificación de la región, vaya usted a saber.
Me planteo una cosa más, ya no tanto relacionada con la deslocalización y el empleo, como con la economía circular y los residuos. Esas cosas de loca ecologista. Si la principal razón de cierre de la factoría conquense tiene que ver con la mayor tendencia a la sustitución frente a la reparación, ¿cómo se está planteando la estrategia europea de Economía circular? ¿Y cómo están abordando la política de residuo cero? Es curioso, porque según Energías Renovables, en 2014, la tasa de sustitución de palas en España era inferior al uno por mil anual, según datos de la patronal AEE (Asociación Empresarial Eólica). Al parecer, según esos datos, en el país se desechan entre 50 y 100 palas al año y en total, se habrán sustituido unas dos mil palas en la historia de la energía eólica, con un peso aproximado de mil toneladas. Esto lo manifiesta el sector con satisfacción dado que supuestamente “la eólica lleva en el ADN el cuidado del medioambiente y es escrupulosa con su propio impacto medioambiental”, como informaron en su blog somoseolicos cuando un ingeniero del CSIC, en una entrevista, afirmó que en España “entre 1.500 y 2.000 palas” de aerogeneradores que habían finalizado su vida útil, se almacenaban en “vertederos incontrolados” con el consiguiente riesgo de una combustión que liberase las sustancias tóxicas de las que están hechas generando un impacto en la salud y el medio ambiente.
Los materiales con los que están fabricadas son compuestos (fundamentalmente, la fibra de vidrio o carbono y resinas), difíciles de separar, por lo que suelen acabar en vertederos de “residuos inertes” dado que, a falta de normativa específica por ser un “residuo emergente”, es ésta la clasificación que le otorga el sector de acuerdo a la normativa española actual. No obstante, existen diferentes iniciativas a nivel europeo para estudiar las posibilidades de reciclaje de palas y ya hay diferentes soluciones industriales (pirolisis, plantas cementeras, etcétera). Sin embargo hay un problema y seguro que no van a imaginar cuál es: la falta de masa crítica suficiente para avanzar en el proceso. ¡Vaya!
En fin, que todo esto porque se me ha ocurrido preguntarme, un sábado por la mañana, de qué –y en qué– se ocupa la Dirección General de Transición Energética de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
Artículo de opinión de Eva Jiménez, exconcejala de Ganemos Toledo de Servicios Públicos y Sostenibilidad del Ayuntamiento de Toledo