“Un día callejeábamos por Toledo, danto vueltas a gritos (...) Y de repente pasamos al lado de un grupo de muchachos de la Academia de Infantería y se les ocurrió decir una de esas cosas que dicen los hombres, que se llaman 'flores' pero que también pueden llamarse 'ordinarieces'. Y entonces dijeron no sé qué. Manolo Ángeles Ortiz, Buñuel y todos, se pusieron como locos, empezaron a dar gritos y casi pegarse con los estudiantes y un lío espantoso”.
Se lo contó a Max Aub en una entrevista, la escritora española de la Generación del 27, Teresa León. Más adelante ella mencionaría el episodio en su libro Memoria de la Melancolía (1970). Pudo ocurrir en el año 1932, el mismo en el que el cineasta Luis Buñuel rodó su documental 'Las Hurdes, tierra sin pan' para denunciar las extremas condiciones de vida en aquella comarca extremeña. Había llegado a Toledo en 1921, donde compartió andanzas Salvador Dalí, Rafael Alberti o los hermanos Federico y Francisco García Lorca y con Teresa León.
El relato es uno de los 55 que ha recopilado el periodista Enrique Sánchez Lubián (Alcázar de San Juan, 1956) en su último libro. 'Crónica negra de Toledo: truhanes, pícaros, asesinos y otras gentes de mal vivir' (Editorial El perro malo). Lo escribió para recuperar la labor de los periodistas que informaban sobre sucesos entre finales del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX.
“Quise que fuera el eje transversal para contar una historia distinta que lo que fue la ciudad de Toledo en aquella época”, nos explica en una entrevista a unos pasos del domicilio en la calle de las Armas donde en la madrugada 23 de agosto de 1934, los hermanos Félix y Julián Moraleda, propietarios del conocido ‘Bar Toledo’, fueron tiroteados y el primero murió horas después. El crimen ocurría en mitad de un conflicto laboral que enfrentaba a estos empresarios con la sociedad de camareros ‘La Fraternidad’.
“Siempre me ha interesado contar las historias de personas que estaban en el anonimato o que, aun teniendo cierta importancia, terminaran cayendo en el olvido. Y desde luego la ciudad de Toledo no se cuenta solo a base de la historia de sus reyes o personajes más conocidos, sino con la de la gente normal, y en particular de aquella que vive en la marginalidad”.
Hay que pensar en “un Toledo provinciano, pobre y decadente con cosas terribles”, dice, como que la gente todavía viviera en cuevas en la zona donde hoy encuentran las Cortes de Castilla-La Mancha. “Las crónicas hablan de una anciana que apareció muerta, devorada por las ratas”.
Fusilamientos, secuestros, robos, bandolerismo, parricidios, asesinatos machistas “con un mínimo atisbo de protesta social” o estafas como la que sufrió el cardenal Sancha a manos de un falso príncipe (en realidad un famoso timador de la época) aprovechando la boda de Alfonso XIII. “El peso social de la iglesia y de los militares era importante”, dice el periodista al recordar cómo en las páginas de sucesos se contó la pelea a puñetazos de dos sacerdotes de la catedral por una partida de cartas. Uno de ellos terminó muerto.
Hasta Blasco Ibáñez aparece en las crónicas de la época a causa de un duelo. Corría el mes de julio de 1903 y un periódico contaba que pasaría unos días en Toledo avanzando en su novela La Catedral. El gobernador civil había ordenado que fuera vigilado discretamente porque tenía pendiente un duelo con el abogado, periodista y político donostiarra Rodrigo Soriano. Se difundió tanto la estancia del escritor en Toledo que se temía que fuese una estrategia para despistar a las autoridades. Y así fue, el duelo se celebró en Madrid y lo contaron los periódicos. Nadie salió herido.
La “edad de oro” del periodismo toledano
Sánchez Lubián es un especialista en este periodo histórico, en particular durante la II República, y ha retratado varias publicaciones cuyos protagonistas van desde Julián Besteiro, Francisco Machado o el socialista Domingo Alonso. “Siempre desde mi profesión, el periodismo, no soy historiador, no tengo ni su formación ni su disciplina”, nos dice. Ahora se atreve con los sucesos, la crónica más negra de un Toledo que hoy engrosa también algunas de la rutas turísticas más conocidas por el Casco Histórico de la ciudad.
Los plumillas de la época contaron cómo se produjo la última ejecución por pena de muerte para unos bandoleros a finales del siglo XIX. Se llevó a cabo en el paseo del Tránsito. “Cada vez que había una la ciudad de Toledo se levantaba y pedía indulto”. Ya no hubo ninguna más hasta la guerra civil. “En la provincia la última fue en Navahermosa. Hubo un periódico que sacó un número especial y hasta llevaba una entrevista con el verdugo. El buen señor contaba que se presentaba a los reos con finura y que buscaba cómo animarles”.
Le ha llamado la atención que en una ciudad “que ha tragado con todo” en esa época “se produjesen auténticos motines por la subida de impuestos. Hasta el punto de prender fuego a la caseta donde se cobraban. Estuvieron a punto de quemar el Teatro de Rojas. O las mujeres en las Covachuelas protestando por la subida del pan. Los primeros guardias de asalto que murieron en España, fuera de Madrid, lo hicieron en Toledo durante una huelga laboral”.
Y es que, dice, “los periódicos de esa época son muy interesantes. A principios del siglo XX el periodismo toledano alcanza su edad de oro, con periódicos de todo tipo y tendencia, unos mejor editados que otros, más o menos efímeros, pero que nos permiten conocer la historia toledana más olvidada”.
La inmersión en la hemeroteca de la ciudad y de la provincia, pero también en la madrileña le ha permitido seguir el rastro de cientos de ellos, aunque ha elegido aquellos cuyo relato tuvo más recorrido en el tiempo. “Muchas veces nuestros compañeros de entonces, que escribían en páginas de periódicos enormes, con letra muy pequeña y sin apenas ilustraciones, tenían que derrochar mucha imaginación para dar categoría de suceso a un simple 'sucedido' como suelo decir”.
Las fuentes eran policiales y también hay crónicas de los juicios. En ciertos casos, la curiosidad le ha llevado a bucear en los archivos para conocer el destino judicial de las personas implicadas en los hechos porque “normalmente no había noticias de las sentencias judiciales” e incluso el periodista ha rastreado su destino carcelario y, en algunos casos, su indulto en fuentes como el Boletín Oficial del Estado. Algunas de las noticias no estuvieron exentas de ciertas dosis de misterio y leyenda.
Hubo incluso periodistas especializados que, sin embargo, han quedado en el anonimato porque firmaban con siglas. “Uno de los casos que más me ha llamado la atención es el de alguien que firmaba como HONN. Sus crónicas son deliciosas”, dice Sánchez Lubián al recordar cómo “era muy habitual hacer crónicas sobre lo que ocurría en los burdeles. Era algo normal contar quiénes eran los dueños y hasta quiénes trabajaban allí. Cuento un caso relacionado con Menasalbas”.
Uno de los periodistas toledanos más importantes del género fue Federico Lafuente, aunque es más conocido su hijo Marcial Lafuente Estefanía, célebre por sus novelas del oeste.
Cree que la forma de contar sucesos un siglo después no ha cambiado tanto “porque nos interesan a todos. Hablan de la codicia humana, de la envidia, de los rencores y rencillas... Son como una especie de lotería que sabemos que nos puede tocar. Eso sigue vigente en los medios de comunicación”.
De hecho, cuenta cómo a finales del siglo XIX los periódicos comenzaron a publicar sucesos muy concretos, como el crimen de la calle Fuencarral en Madrid. “Fue el nacimiento del sensacionalismo. La gente se interesaba por los periódicos a pesar del analfabetismo. Tomaron el relevo a los juglares de otras épocas”.