Puede llegar a ser muy triste leer el primer libro 'Algunas lagunas' de la periodista madrileña Elena Cabrera. Las hojas pasan por un Toledo ajeno, oscuro y caluroso en verano, frío y cerrado en invierno. Una ciudad que la narradora claramente no quiere visitar, un lugar de los que se rehúye por las memorias apagadas de la infancia. Desde una perspectiva periodística muy íntima, Cabrera ha creado un relato que salta del ensayo a la novela para contar la historia de cómo pudo encontrar a su abuelo, Raimundo Cabrera.
Múltiples son los conflictos a los que se enfrenta la periodista madrileña en el momento en el que decide dar un paso adelante, un golpe sobre la mesa, y decide encontrar a quien fue al padre de su padre, una figura prácticamente invisible en la vida de su familia. Por culpa de la represión franquista. El camino que recorre Cabrera en el libro, habla de un Toledo lleno de vida durante los años de la República hasta finalmente la "brutalidad" de la represión que sufrió la ciudad durante y después de la Guerra Civil. Un recorrido histórico que va a la par de su propia historia familiar.
"Para mí, Toledo era un mapa con tres casas", recuerda Cabrera. Las casas de los tíos de su padre, a los que visitaba de manera obligada cada cierto tiempo. "Yo no conozco el Alcázar, nunca he ido. Me pregunto por qué nunca me llevaron a verlo por dentro, a conocer la ciudad", recalca. La periodista presentó su libro el pasado 16 de mayo en el castillo de San Servando y luego hizo un breve recorrido por los lugares de los que en él se habla, empezando desde el Puente de Alcántara. "Y todavía titubeaba", recalca.
"Escribir este libro me ha ayudado a empezar a salir de estas casas. Pero la realidad es que conozco más el Toledo de 1934 y 1936, que el de 2021, que todavía me es ajeno. Alguien me dijo una vez que era una ciudad fosilizada, porque parece que su historia está más viva que su presente. Pero esto es sólo una muestra para explicar lo mal reparada que está la herida", reflexiona Cabrera en conversación con Toledodiario.es
El conflicto es el de la imposibilidad de tantas familias de poder encontrar a sus seres queridos, de poder poner fin a décadas de dolor apagado. "Yo el Toledo que tengo es el que me contaba mi madre, una mujer coruñesa, que salió de un entorno muy cosmopolita para meterse en una ciudad muy religiosa, cerrada y moralista. Ése fue el relato que yo recibí, una ciudad en la que no se podía ser feliz", explica. El relato que ella misma ha construido en 'Algunas lagunas', le ha permitido conocer otra perspectiva de la ciudad y, en consecuencia, de su propia historia.
"Es maravilloso, porque fue una ciudad con un poder sindical muy fuerte, donde se peleaba por los derechos de los trabajadores, está organizada a muchos niveles políticos y saben qué hacer cuando surge la amenaza de la ultraderecha. Me siento muy cercana y empática con el Toledo de 1934", recalca. "Por eso", continúa, "la represión que sigue es proporcional, es salvaje, es bestial".
La presentación del libro, recuerda, fue un evento "casi sobrenatural". "Desde luego, un cierre. Cuando yo escribí el libro, pensé que eso sería reparar la memoria. Escribirlo. Pero estaba equivocada, porque escribir el libro fue terapéutico, pero no sanaba nada si no salía la luz. Traerlo a Toledo fue parte del mecanismo de recuperar la memoria de mi abuelo, de cerrar la herida, de hacerlo visible. El lugar tenía un simbolismo súper potente, de cara a la ciudad, con la luz y el aire corriendo, me hizo sentirme en paz y saber que lo había escrito para traerlo y entregárselo a mi familia. La herida queda cerrada".
"Estoy esperando a que llegue la lectura del libro. Una cosa es publicarlo, otra que sea leído. Yo tenía mucho miedo, porque esperaba una reacción adversa por parte de mi familia toledana. En el pasado, yo sentí rencor hacia mi familia, por las ausencias, por lo que podía intuir lo que le había pasado a mi abuelo, dentro de una familia conservadora, con lazos con el régimen. Pensaba que podía suscitar un enfrentamiento. Antes teníamos silencio y ahora yo tenía miedo de que mi libro empeorase las relaciones de la familia", explica.
Pero lo que ha ocurrido fue que el relato le permitió acercarse a ella, a su familia, a su historia. "Me hizo entender lo equivocada que estaba, porque no hemos vuelto a repetir el enfrentamiento que hubo en el pasado. Todos entendimos que cargamos con un conflicto del pasado que está sin resolver. Pero no somos el pasado, eso es lo que he aprendido", afirma. Por eso quiere que sean ahora los toledanos y toledanas las que lean el libro y participen en la "intención" de "rellenar las lagunas". "Pero sin crear héroes ni historias ficticias de lo que fue".
La investigación le ha ayudado a constatar que no hay mucha información, ni tampoco muchas fuentes para que las personas puedan conocer qué ocurrió durante los años de la represión franquista. "Una de las frustraciones de la investigación del libro fue encontrarme con que los archivos estaban destruidos, por culpa de la humedad y las malas condiciones de conservación", explica. Fue finalmente un "favor" de una archivera, lo que le permitió encontrar más datos. "No es fácil reconstruir la historia, no porque quiera ser olvidada, sino porque no se ha conservado ni cuidado", recalca.
"En este país falta una oficina a la que yo pueda ir y decir: mi abuelo se llamaba Raimundo Cabrera y yo quiero recoger toda la información que haya sobre él. Para no pedir favores para encontrar lo mínimo. Tiene que haber una parte de la administración dedicada a dar este servicio a los familiares, porque eso es restaurar la memoria y forma parte del proceso de la reconciliación. Y eso no existe", concluye.