¿Has sentido alguna vez la necesidad de devolver lo que la vida te ha dado? Esto es lo que le pasó a Francisco Rojo Benito, un toledano nacido en Argés hace 63 años, que en 2013 fundó un comedor social en esta localidad toledana. El objetivo era ayudar a muchas familias que, en plena crisis económica, se encontraban en una situación grave de vulnerabilidad y cumplir así una promesa que se hizo en un momento determinado de su vida.
“Estaba viendo las noticias y, de pronto, me hizo un clic y le dije a mi mujer: ha llegado el momento de hacer algo y crear un comedor social”. El primer paso fue una conversación con los Servicios Sociales del Ayuntamiento para saber si en Argés existía realmente una necesidad y la respuesta fue afirmativa.
El siguiente paso, un encuentro con el alcalde para contarle su idea y pedirle un local donde instalar el comedor. La fuerte convicción de Paco le ganó la partida a la incertidumbre con la que el acalde veía la viabilidad de aquel proyecto. Y así fue como en pocas semanas el comedor se puso en marcha con un pequeño grupo de colaboradores y Francisco al frente.
El 12 de noviembre de 2013 el comedor social abría sus puertas en un local de la calle Javier Molina para ayudar a personas necesitadas de tres poblaciones, Argés, Cobisa y Layos. En pocas semanas pasó de atender las necesidades alimentarias de 40 familias a 230. Aunque la entrega de alimentos se realizaba dos días a la semana, ahora se hace solamente los viernes por la mañana “donde se provee a las familias de todo lo que necesitan para pasar la semana perfectamente”.
Otro cambio que se ha producido desde que arrancara su andadura es el cocinado de alimentos; al comienzo se les daba la comida elaborada pero ahora “los alimentos se entregan en frío” para que las personas lo cocinen en casa “Es una forma de aumentar su confianza y reforzar su dignidad”, dice Francisco.
En contra de lo que se pueda pensar y en la fecha en la que se realiza esta entrevista, julio de 2019, Paco afirma que sigue habiendo familias a las que les es imposible cubrir sus necesidades más básicas; precisamente para asegurarse de que existe esa necesidad, se les pide a todos los que acuden al comedor un certificado de ingresos y otro de empadronamiento y si se cumple esos requisitos la ayuda está asegurada. “Mi lema es que un niño no se puede ir a la cama sin beberse un vaso de leche y comerse unas galletas. Si en el siglo XXI permitimos eso, como decía Groucho Marx, que se pare el mundo, que yo me bajo”.
A lo largo de estos seis años, el comedor no ha cerrado nunca, tampoco en verano, gracias al trabajo de una gran red de colaboradores. Alicia, Reme y Pablo conforman el equipo más directo de Francisco y quienes se encargan de la logística aunque las aportaciones también llegan de amigos, conocidos y personas que prefieren estar en el anonimato.
Paco no quiere olvidarse de una gran superficie de la localidad y del propio Ayuntamiento que hace poco “colaboró con una gran partida de leche y galletas” tras un llamamiento del comedor. También cita a una academia de baile local y un campeonato de gimnasia rítmica que en sus festivales y campeonatos anuales recogen alimentos para donarlos.
Este comedor social también dispone de servicio de ropero, abierto los jueves por la tarde, donde se puede encontrar ropa, sobre todo para niños y todos los enseres para los más pequeños (carritos, sillas de coche…) además de mantas y todo lo que puede necesitar una familia.
El comedor social que nació de una promesa
Aunque hoy es tapicero, Francisco ha tenido muchos trabajos, siendo su profesión de marino mercante la actividad que ha tenido una mayor duración. Durante 24 años surcó los mares del mundo (ha dado la vuelta al globo terráqueo completa tres veces e incompleta otras muchas).
En una ocasión, la tripulación de la que formaba parte y compuesta por veintisiete hombres fue abandonada en Guinea Ecuatorial por el armador de la compañía. Durante 87 días permanecieron atracados y sobreviviendo con lo que los estibadores del puerto les hacían llegar. En aquel momento, Francisco se hizo una promesa. “Devolver a la sociedad este favor cuando llegara el momento” dice Paco, emocionado y recordando aquella dura experiencia que tuvo un final feliz.
Seis años han pasado desde que se abrió este comedor social y Paco siente que aún sigue en deuda “todavía no tengo la idea de haber cumplido del todo aquella promesa”. A la pregunta de sí ha pensado alguna vez en tirar la toalla, responde rápido “al revés, cuando yo veo un problema, me crezco. Si quieres saber cómo soy, ponme un reto” y afirma rotundo “mientras haya demanda y necesidad, habrá comedor social en Argés.