En la antigüedad, cuanto más inaccesible era una ciudad más inexpugnable se hacía para los enemigos. Ejemplo de ello es el Casco Histórico de Toledo, donde esa virtud ocasionaba también muchos inconvenientes para los propios habitantes -por ejemplo con el transporte del agua-. Con el avance de la historia, las empinadas cuestas que han caracterizado la entrada y salida al barrio antiguo de la capital regional y las dificultades en la movilidad se han tratado de solventar con proyectos arquitectónicos como el remonte de Recaredo, una obra que cumple este verano su vigésimo aniversario y que ha mejorado la conexión con la parte nueva de la ciudad .
El remonte, que se inauguró el 19 de junio del año 2000, se ha convertido en un símbolo de Toledo y ha impulsado la construcción de otro posterior -el del Miradero- que da acceso a su centro neurálgico -la plaza de Zocodover-. Ambos proyectos fueron consecuencia del Plan Especial del Casco Histórico de Toledo (PECHT), que planteaba la puesta en marcha de escaleras mecánicas y la construcción de aparcamientos disuasorios que mejoraran la movilidad peatonal y rodada.
"Esta es una actuación que está dirigida a resolver el grave problema de circulación de vehículos existente en nuestro recinto monumental", señala el entonces alcalde José Manuel Molina. En concreto, el proyecto del remonte de Recaredo costó alrededor de 1.700 millones de pesetas, contó con financiación europea y fue desarrollado por la Empresa Municipal de Suelo y Vivienda (EMV).
La obra fue diseñada por los arquitectos Elías Torres y José Antonio Martínez Lapeña y, a pesar de las reticencias que pudo levantar, la ciudadanía ha acogido con satisfacción en estos años un proyecto que ha recogido varios premios de arquitectura gracias al desarrollo de esta infraestructura que salva un desnivel de 36 metros en la ladera que queda a los pies de la Diputación Provincial. Se trata de un nuevo paso alternativo a las puertas de Bisagra y el Cambrón para acceder al Casco Histórico y que salva la muralla medieval con un corto paso cubierto cimentado 30 metros por debajo de la misma.
Tal y como recoge la publicación 'El acceso al Casco Histórico del nuevo milenio. Remonte mecánico del paseo de Recaredo, Toledo', el proyecto presentó "considerables dificultades que obligaron a trabajar con el máximo cuidado y prudencia". En total, el remonte se compone de seis tramos se escaleras mecánicas que forman un zigzag que permite, por un lado, adaptarse a la topografía y por otro evitar la sensación de vértigo que podría ocasionar a un usuario ver todas las escaleras de una vez, si estas se hubieran dispuesto en una línea continúa sobre una pendiente y un nivel tan pronunciados, explican, los propios arquitectos en esta publicación.
"La historia de Toledo ha estado siempre ligada a la dificultad de ascender a su centro histórico. Si en su momento el artificio de Juanelo consiguió que el agua del Tajo se elevara fácilmente por medios mecánicos a lo más alto de la ciudad, otro tanto harán hoy las nuevas escaleras, para que vecinos y visitantes tengan una subida más confortable", señalaban Torres y Lapeña sobre el remonte, que ofrece unas magníficas panorámica de la Vega Baja y del barrio de Santa Teresa gracias a su diseño abierto y que finaliza en su parte alta con un mirador cubierto que alberga las cancelas del cerramiento nocturno.
Uno de los profesionales implicados en su construcción, el arquitecto municipal Ignacion Álvarez Ahedo, fallecido recientemente a causa de la COVID-19 -la pandemia que obligó también al Ayuntamiento a cerrar temporalmente el acceso al remonte-, recalaba en una entrevista con Efe hace un par de años "el éxito total" del remonte "desde un punto de vista funcional". "Pero también ha sido un acierto desde el punto de vista estético, el de introducir un elemento de arquitectura moderna en una ciudad como Toledo, con la historia que tiene y en una trama tan abigarrada y complicada", agregaba.