Vivimos en una época gloriosamente absurda. Una era en la que las máquinas corrigen textos con la autoridad de un catedrático y escriben discursos con la frialdad de quien nunca ha tenido una emoción.
Hoy la inteligencia artificial dicta cómo pensar, qué comprar y hasta cuándo respirar ("ahora inhale", dice el reloj). Parece que todo puede programarse: la productividad, la felicidad, incluso el amor.
Y, sin embargo, hay un territorio que resiste a la perfección digital: el teatro. Ese espacio obstinado donde las ideas sudan, las risas se contagian y los errores se celebran. Un arte sin "modo avión", sin filtros ni copias de seguridad.
Y es ahí donde, este sábado 8 de noviembre, el Teatro de Rojas de Toledo ha recordado que la inteligencia más brillante sigue siendo la del corazón, acogiendo Una Canción de Papá, el nuevo espectáculo de Dr. Sapo, alias del músico y narrador Miguel de Lucas. Un viaje escénico-musical lleno de humor, ternura y reflexión sobre la paternidad, la infancia y la vida compartida.
Dr. Sapo apareció en escena con toda su banda y la actriz Pilar Cosa, que desde el primer minuto convirtió el escenario en un mundo paralelo donde lo cotidiano se volvió mágico. Nada de pantallas ni efectos digitales: aquí la imaginación se construye con tela, madera, color y humor.
La escenografía, firmada por Borja Chacón 'El Chak' y fabricada por Elfo Teatro con la colaboración de Ester Pavón, recrea un universo poético y cálido: una charca luminosa, un huerto de verduras gigantes, guitarras que son montañas. Un espacio donde los sueños se tocan y los niños pueden respirar fantasía sin enchufes de por medio.
Esa elección estética no es casual: el espectáculo respira una mirada sostenible, ecológica y humana. Cada elemento del montaje invita a pensar en otro modo de estar en el mundo, una mirada de otro mundo posible, donde la imaginación y el respeto por la naturaleza sustituyen al exceso tecnológico.
El espectáculo arrancó con una decisión tan simple como poderosa: Dr. Sapo cantó "Canción de Papá" desde el propio patio de butacas, a capella, entre el público.
Y entonces el teatro entero se transformó en un hogar compartido. Los niños callaron, los adultos sonrieron, y todos comprendimos que la magia no necesita enchufe.
Basado en su libro-disco homónimo, Una Canción de Papá recoge canciones inspiradas en la experiencia del artista al convertirse en padre. Lejos de caer en la moralina o la ternura fácil, Dr. Sapo convierte cada tema en una pequeña escena teatral, con guion propio y mucho sentido del humor.
El viaje musical avanza con 'Petirrojo', una caricia sonora que recuerda la importancia de cuidar lo pequeño, de escuchar el latido de lo natural.
En 'No pasarán', el espíritu de la revolución se traslada a la mesa familiar: niños y padres corean un "¡no!" contra los villanos del plato, con ritmo de rock pedagógico y rebelde.
Con 'Huelo a Mofeta', el amor propio se convierte en una epopeya cómica protagonizada por unos calcetines rebeldes que enseñan a aceptarse tal como uno es.
Después llega 'Pintar una guitarra', una celebración del arte compartido, de la creatividad como puente entre generaciones.
Uno de los momentos más especiales llegó con 'La huerta multicolor', donde el escenario se llenó de vida, ritmo y verduras danzantes. Dr. Sapo y Pilar Cosa realizaron un alegre reparto de "hortalizas musicales" entre el público infantil, que llenaron el teatro de sonidos naturales y risas contagiosas. Muchos niños y niñas se unieron al acompañamiento musical, marcando el ritmo con entusiasmo y demostrando que la música puede brotar, literalmente, de la tierra. Este momento simbolizó de forma brillante la mirada ecológica y sostenible del espectáculo, en la que el arte, la naturaleza y la infancia florecen al mismo compás.
Y el final llega con un estallido de energía colectiva: 'El Rock del Colchón'. Un momento apoteósico en el que todo el Teatro de Rojas, familias enteras, niños y niñas, abuelos y madres, bailaron, saltaron y rieron al ritmo de guitarras eléctricas y sonrisas desbordadas. Fue una fiesta total, una explosión de alegría compartida que convirtió el teatro en una comunidad danzante.
La actriz Pilar Cosa, versátil y luminosa, multiplica la teatralidad del espectáculo: cambia de personaje, da vida a objetos, improvisa con el público y maneja la escena con una agilidad de clown poética. Su complicidad con Dr. Sapo convierte cada número en una celebración de lo espontáneo.
Lo más admirable de Una Canción de Papá es su forma natural de educar jugando. Nada suena impuesto ni prefabricado: todo fluye con la ligereza del humor y la verdad de la emoción. Cada canción enseña sin querer, invita a pensar entre risas y despierta la curiosidad con ternura y ritmo. Hay humor, hay reflexión y, sobre todo, un profundo respeto por la infancia y por su manera de entender el mundo.
En ese respeto también se esconde una pedagogía verde y vital: el espectáculo propone mirar el entorno, cuidar lo vivo, asumir que la sostenibilidad no solo es ecológica, sino también emocional. Educar con amor es también sembrar un planeta más amable.
El espectáculo invita a los niños y niñas a participar, decidir y expresarse, mientras recuerda a los adultos algo fundamental: que jugar es también una forma de pensar. Cada canción se convierte en una lección invisible de empatía, autoestima y libertad. La pedagogía se desliza entre los acordes, sin fórmulas, sin teorías, sin PowerPoints.
Dr. Sapo no enseña: acompaña. Y en ese gesto, tan teatral, tan humano, reside el auténtico valor educativo del arte.
Bajo la dirección de José Luis Luque, el espectáculo brilla por su equilibrio entre humor, emoción y ritmo escénico. La iluminación de Alejandro Hernández pinta el aire con delicadeza y dinamismo, mientras la dirección musical de Fernando Polaino mantiene una sonoridad viva, orgánica y coherente con el tono poético del montaje.
Una Canción de Papá es, en el fondo, una oda al respeto y a la ternura.
Un espectáculo que habla de la paternidad, sí, pero también de la vida, de la empatía, del derecho de los niños a ser escuchados y de los adultos a volver a emocionarse.
Una función que nos recuerda que educar es acompañar con amor, no dirigir con instrucciones.
Y, sobre todo, una propuesta que mira al futuro con conciencia: una mirada sostenible, ecológica y creativa que demuestra que otro mundo, más sensible, más verde y más humano, no solo es posible, sino que ya está naciendo en los niños y niñas y, ¡cómo no!, en los escenarios.
El Teatro de Rojas reafirma, una vez más, con su ciclo familiar, que el teatro para la infancia no es un género menor, sino una forma de arte esencial.
Aquí, las familias no son público pasivo, sino comunidad viva. El teatro se convierte en una escuela de sensibilidad, en un laboratorio emocional donde la imaginación se educa sin esfuerzo y la risa se vuelve conocimiento.
El Rojas sigue siendo ese espacio donde las generaciones se encuentran para reír, pensar y cantar juntas. En tiempos de pantallas y distracciones, esa labor no solo es cultural: es vital. Porque las máquinas podrán escribir textos, generar discursos y fingir empatía, pero jamás sabrán lo que se siente cuando una guitarra vibra, una niña se ríe o una sala entera respira a la vez.
Una Canción de Papá es mucho más que un concierto teatral: es una declaración de amor a la vida, una defensa de la emoción frente al algoritmo,
y una lección de inteligencia humana impartida desde la música, el humor y el corazón.
Y mientras los sistemas se actualizan a la versión 5.0, el Teatro de Rojas sigue apostando por la más antigua, y la más sabia, de todas: la versión humana.










