Corría el año 1604. Miguel de Cervantes había publicado su obra universal Don Quijote de la Mancha. Mientras, otro genio de la literatura española, Lope de Vega, firmaba El peregrino en su patria. Ambos autores se enfrentaron sobre cómo abordar las obras teatrales.
Cervantes seguía los preceptos del canónigo Pedro Salazar de Mendoza que afirmaba que “no se pueden inventar historias que no sean ciertas. Es hasta posible que sea el canónigo que retrata en el capítulo 48 del Quijote”. Lope era el rey de la ficción.
Fue una de las muchas disputas entre ambos escritores allá por el siglo XVII. “Lope de Vega y Cervantes se enfrentaron a través de Toledo, utilizando la ciudad como argumento”, explica Juan Francisco Peña Martín, profesor honorífico investigador de la Universidad de Alcalá y miembro del Instituto Universitario ‘Miguel de Cervantes’ de esta institución académica.
“Fue increíble la cantidad de insultos que ambos se intercambiaron. Unas veces con ironía y otras directamente. Eso sí, se lo decían en sonetos: por escrito y con buena poesía”. Hasta en el Quijote Cervantes criticó a Lope. “Decía que se estaba cargando el teatro”.
El conflicto fue personal y estético. Siempre con Toledo de por medio. Lope de Vega defendió en su Arte nuevo de hacer comedias que no debía existir ningún tipo de regla. Cervantes intentaba mantener el esquema tradicional del teatro clásico manteniendo unidad de tiempo, lugar y acción. “Por eso triunfó mucho menos”, sostiene Peña Martín.
Hasta se aventura que ‘El Quijote de Avellaneda’ pudo ser escrito por una persona próxima a Lope. “Se dice que uno de los posibles autores de esta obra contra Cervantes puede ser Pedro Liñán de Riaza, un toledano amigo de Lope de Vega”.
La Universidad de Alcalá ha dedicado este trimestre a Lope de Vega a través de un ciclo de conferencias en el marco del ‘Siglo de Oro en la Universidad de Alcalá’. “Tenemos la suerte de que por esta universidad pasaron casi todos los autores del Siglo de Oro español”. El próximo curso está previsto que el protagonismo lo tengan Quevedo o Calderón de la Barca.
Lope había llegado hasta Alcalá de Henares para estudiar de la mano de su tío. “Parece ser que era muy listo. Cuenta su biógrafo, Pérez de Montalbán, que aprendía las cosas con una rapidez enorme. De sí mismo dijo que estuvo a punto de convertirse en fraile, pero se le cruzaron unas faldas… Eso le ocurrió muchas veces en su vida”.
Buena parte de lo que sabemos del dramaturgo, poeta y díscolo personaje se debe al profesor Joaquín de Entrambasaguas (1904-1995), uno de sus mayores estudiosos, aunque lo cierto es que lo puso fácil. “La ventaja es que Lope de Vega contó gran parte de su vida en sus obras. Casi todos lo hacen un poco, pero en su caso convirtió su vida en poesía. Basta con leer su obra porque es una biografía poetizada”, asegura Juan Francisco Peña. “Fue un poeta de calidad excepcional, pero sobre todo vivió por el teatro y para el teatro”.
El escritor que “movió los hilos de la cultura toledana”
Lope de Vega vivió en Madrid, Alcalá de Henares, Sevilla, Toledo, Valencia y Salamanca. Aunque Madrid fue el lugar donde nació y murió, la ciudad de Toledo fue siempre uno de sus referentes vitales donde, entre otras cosas, bautizó entre otros a Marcela, uno de los cinco hijos que tuvo con la actriz Micaela Luján, la ‘Lucinda’ en la obra de Lope.
Hasta la hoy capital de Castilla-La Mancha llegó tras un destierro forzoso, allá por 1590, a causa de las injurias vertidas contra el empresario teatral Jerónimo Velázquez y su familia, en particular contra su hija Elena Osorio de la que se había enamorado. Los padres de ella le habían vetado por otro pretendiente más adinerado.
“Toledo tenía entonces una actividad teatral muy potente porque los grandes nobles apoyaban a los dramaturgos. Fue cuando comenzó su trayectoria teatral con estancias en esta y en alguna otra ciudad, como Alba de Tormes, hasta asentarse en Madrid de forma definitiva en 1610”.
Lope de Vega vivió en el barrio toledano de San Justo, dirigió la llamada Academia poética del conde de Fuensalida (por cierto, parodiada por Cervantes con su ‘Academia de Argamasilla’ en El Quijote) y allí escribió algunas de sus más importantes obras. A él se debe La noche toledana o El Hamete de Toledo, entre otras muchas. “Él fue quien movió los hilos de la cultura toledana de la época”.
En esta ciudad se representaron muchas de sus comedias, además de ser escenario - incluida la provincia- de algunas de sus obras teatrales más conocidas como Peribáñez y el Comendador de Ocaña. “Todas buscaban potenciar la ciudad, mientras proliferaban sus enfrentamientos no solo con Cervantes sino también con Góngora”.
Las autoridades toledanas encargaron a Lope preparar las ‘justas poéticas’ de la ciudad en 1605 con motivo del nacimiento del que sería el rey Felipe IV. “Las ganó con un éxito arrollador y con mucho dinero de por medio”.
Toledo se convirtió en referente poético y lo fue por una razón: “Por el carácter engreído de Lope que no pudo soportar que, en un libro publicado en Valladolid, Flores de poetas ilustres, solo hubiera ocho de sus poemas, frente a 37 de Góngora. No lo pudo soportar”.
Obras con santos ‘inventados’ para que Toledo recuperase la capitalidad del reino
No todas las obras de Lope de Vega han llegado hasta nuestros días. “La mayor parte de los escritos de la época eran manuscritos y corrían de mano en mano por las calles de Madrid o de Toledo. Muchos se han perdido”, comenta Peña Martín, doctor en Filología Hispánica, escritor e investigador teatral.
Una de esas obras que habla de Toledo y que no se conserva es ‘San Tirso’. Está dedicada a un santo ficticio. Hay referencias a ella por parte del propio Lope de Vega, en El peregrino en su patria (1604), aunque también la citan otros autores.
“Cuando Lope llega a la ciudad, pasa a formar parte de una corriente que pretende encumbrar a Toledo como la más importante de España. Era un momento de pelea por ver quién se quedaba con la capitalidad que acababa de ser trasladada a Valladolid. Al final lo lograría Madrid”.
Lope buscaba lograr que Toledo volviese a ser la Corte de España frente a Madrid o Valladolid y que siguiera siendo sede de la catedral primada, frente a otras ciudades que le disputaban este privilegio. Fue una de las “funciones” de Lope durante su estancia en la ciudad. Era algo habitual para ganar el favor del monarca de cada momento: las autoridades locales pagaban a los artistas para que la ciudad ganase prestigio. Algo similar ocurriría, por ejemplo, con El Greco.
“Hacerlo a través de figuras de santos era algo habitual. Y la obra cuenta cómo la excavación en una iglesia destapó restos de una ermita dedicada supuestamente a San Tirso. Era todo inventado, pero querían añadir un santo nuevo al santoral toledano”, explica el catedrático.
Toledo, ‘Corral de Comedias’ en las casas nobiliarias
La efervescencia teatral de Toledo en el siglo XVII también se caracterizó por lo habitual de las representaciones teatrales. Fue un gran ‘Corral de Comedias’, aunque de forma muy diferente a lo que ocurría en Madrid.
Las casas nobiliarias abrían sus puertas al teatro y a las lecturas poéticas. “Eran muy frecuentes. La actividad cultural era muy fuerte, precisamente para conseguir la notoriedad y lograr la capitalidad del reino”.
No importaba el carácter pendenciero y mujeriego de Lope, ni siquiera en el contexto de la ciudad arzobispal que había asentado el cardenal Cisneros, confesor de Isabel La Católica. Fue un ídolo en la época.
Años después. en 1614, fue ordenado sacerdote por el cardenal toledano Sandoval y Rojas y eso, dice el catedrático, “a sabiendas de que su vida no fue precisamente ejemplar, pero es que lo vivía todo de forma apasionada, incluida la religiosidad, y le duraba lo que le duraba”.
Daba igual. Lope de Vega revolucionó la historia del teatro español para siempre. “La renovación y transformación del teatro en España se debe a él, aunque siempre saliese su vena defensora del sistema establecido, de la monarquía y sin apenas crítica social en sus obras”.
Este contenido ha sido publicado en el espacio 'De Ciencia', en elDiario.es Castilla-La Mancha, en colaboración con la Universidad de Alcalá