Fue en 1975 cuando el historiador Ricardo Izquierdo, junto con varios de sus estudiantes universitarios, se puso manos a la obra para sacar a la luz una antigua ciudad con más de mil años escondida, junto a un embalse en un afluente del Tajo, a medio camino entre Talavera de la Reina y Cáceres.
Bajo el nombre de Ciudad de Vascos, este yacimiento arqueológico se sitúa en un enclave de difícil acceso que le ha permitido permanecer en un estado de conservación que lo sitúa entre los mejores de España.
Se trata de una antigua población islámica situada en el término municipal de Navalmoralejo (Toledo), en una zona que históricamente se ha mantenido alejada de las principales vías de comunicación del entorno. Y ese hecho ha resultado ser una ventaja, permitiendo que el yacimiento se haya conservado inalterado durante muchos siglos.
Parte de la monumentalidad que caracteriza a Ciudad de Vascos es debida a su muralla y al recinto de la alcazaba, que son algunos de los restos que mejor se conservan. Más allá de los muros existen un arrabal y dos cementerios.
La historia de este asentamiento arrancó en el siglo IX, probablemente como un enclave metalúrgico. “Ciudad de Vascos se funda para proteger una producción metalúrgica basada sobre todo en el hierro. El mineral se obtenía en las minas cercanas y se llevaba a Vascos para, con la protección de la muralla, convertirse en objetos necesarios, posiblemente armas, que para el poder omeya de Córdoba eran muy necesarios”.
Así lo traslada Ricardo Izquierdo, doctor en Historia Medieval y que, antes de jubilarse, fue catedrático de Historia Medieval por la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) y decano de la Facultad de Humanidades de Toledo. Además, ejerció como director de los trabajos en este yacimiento toledano, desde el inicio hasta hace apenas tres años.
Como responsable de esta labor, es la voz más autorizada para hablar sobre las excavaciones que se han venido realizando en este yacimiento desde hace justo 50 años. Y es que fue en 1975 cuando arrancaron “a pesar de que estos restos ya eran conocidos tiempo atrás, incluso en el año 1931 fueron declaradas monumento histórico-artístico por el gobierno de la II República”, puntualiza Izquierdo.
Una convivencia que era “como un campamento”
La historia de estas excavaciones son una muestra de cómo las ganas de un profesor de universidad, unida al entusiasmo de generaciones y generaciones de estudiantes, sumaron una fuerza con la que consiguieron sacar a la luz un complejo impresionante.
“La excavación empezó exactamente el 1 de julio del año 1975. Ese año, un grupo de estudiantes y yo empezamos unas excavaciones que duraron 25 días”, recuerda Izquierdo. Desde entonces, (y salvo contadas excepciones) una vez al año se han hecho campañas que duraban un mes.
Los estudiantes procedían, en los inicios, principalmente de Toledo. Sin embargo, conforme las labores iban aumentando y se iba dando a conocer el yacimiento, empezaron a venir de otras universidades españolas “incluso vinieron estudiantes marroquíes y franceses en muchas campañas”.
Un volumen tan grande de personas trabajando, codo con codo, durante días y días, trajo consigo una convivencia muy especial a pie de yacimiento. Y es que, durante muchos años, quienes acudían a las campañas vivían dentro de la finca privada en la que se encuentran los restos. Cuenta Izquierdo que los propietarios del terreno les cedieron una casa donde vivían durante un mes en mitad del campo. “Los primeros años dormíamos con sacos sobre un tatami, teníamos que ducharnos en un pozo, la comida nos la teníamos que hacer nosotros, te tenías que lavar la ropa…” , recuerda con nostalgia el profesor, que sentencia: “Era prácticamente un campamento”.
Esta situación generó muchas amistades… y algo más: “De aquellos años salieron siete matrimonios”.
Hoy en día, sin embargo, las condiciones han cambiado: “Vivir allí se hacía un poco difícil”. Por eso, desde el año 2004 los grupos se alojan en un hostal en El Puente del Arzobispo, con lo cual ya cuentan con comodidades tales como aire acondicionado o wifi. “Las generaciones actuales que acuden al yacimiento ya están viviendo otro Vasco completamente distinto”, explica Izquierdo.
Los primeros años dormíamos con sacos sobre un tatami, teníamos que ducharnos en un pozo, la comida nos la teníamos que hacer nosotros, te tenías que lavar la ropa…”
Y de todos estos años a pie de excavación, ¿qué es lo que más enorgullece a Izquierdo de su labor? “Dar a conocer a un lugar muy desconocido”, responde sin dudar. En los primeros años, nadie molestaba al grupo de excavadores, ya que no había visitantes. Pero Ciudad de Vascos empezó a tomar relevancia y hubo que limitar el acceso, puesto que es una zona donde hay aves protegidas y la presencia de numerosos visitantes podría afectar la época de nidificación. Es por eso que ahora el horario de visitas se establece solo los sábados por la mañana entre el 6 de mayo y el 31 de enero.

Ricardo Izquierdo, primero por la derecha, junto con un grupo de estudiantes durante las excavaciones realizadas este verano / Foto: Ricardo Izquierdo
A pesar de que las excavaciones se han prolongado durante 50 años, Ciudad de Vascos todavía tiene mucha información que revelar. Uno de los trabajos que ocupa a los investigadores ahora mismo es la recogida de muestras en varios basureros que han localizado en las afueras de la ciudad. Esos restos van a ser analizados en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Madrid, y los resultados van a ayudar a aclarar cómo era el día a día de los habitantes de Ciudad de Vascos: su alimentación, agricultura y ganadería.
Además, la forma de trabajar ha ido evolucionando e incluyendo nuevas tecnologías. Actualmente, se emplean herramientas que evitan el levantamiento de tierra. Porque excavar tiene un problema: los restos quedan expuestos y se degradan por la climatología. “Para evitar que ocurra esto, vamos a limitar las excavaciones y apostamos por otras vías de investigación: trabajos con drones o mediante escáner láser”, declara Izquierdo.
Una tarea pendiente: mejorar la experiencia del visitante
Hay un aspecto que Izquierdo ve necesario mejorar de cara al futuro. Cree que es conveniente acondicionar el yacimiento para hacer más agradable la experiencia de quien lo visite, ya que actualmente está prácticamente en bruto en ese sentido. El profesor ve necesario “que haya alguien que acompañe al visitante, ya sea un guía o señales y paneles informativos distribuidos a lo largo del yacimiento, y adecentarlo para que no esté lleno de hierbas”.
La historia de Ciudad de Vascos llegó hasta el siglo XI. Al-Ándalus se fraccionó en los reinos de Taifas, y el enclave queda dentro de la Taifa de Toledo, pero justo en el límite con la que entonces era la Taifa de Badajoz. Fue ahí cuando Ciudad de Vascos adquirió un carácter militar y concentró a una elevada cantidad de gente (Izquierdo cifra en 2.000 o 3.000 los habitantes en esa época) con el objetivo de defender esa zona.
Ya en 1085, tras la conquista de Toledo por parte de Alfonso VI, surge la duda de qué pasó con los residentes de Ciudad de Vascos. “No sabemos si hubo conquista, si la población se rindió, si se fue y abandonó la ciudad. Pero lo que es seguro es que a finales del siglo XI, el lugar se abandonó, quedando aislado”, explica Izquierdo.
Una suerte, porque ese aislamiento ha permitido que el yacimiento islámico haya pasado tan desapercibido que sus restos arquitectónicos se han conservado prácticamente intactos.