Nos situamos en la segunda mitad del siglo XIII. Un hombre rompe las costuras morales y culturales de su época. Dicen que, de no haber sido rey, podía haber acabado en la hoguera.
Alfonso X (Toledo, 1221 - Sevilla, 1284) fue un monarca ávido del saber sin prejuicios. Eso le costó muchos detractores y hasta sus propios sucesores cuestionarían su legado e incluso su figura quedó envuelta por una especie de leyenda negra como ‘nigromante’.
El 23 de noviembre de 2021 se cumplió el VIII Centenario del nacimiento de este ‘rey sabio’. Las conmemoraciones en torno a su figura continúan este año para recordar su apertura intelectual sin precedentes en la época, que le permitió desarrollar una excepcional obra de recopilación del conocimiento universal.
“Alfonso X promovió la cultura que hoy llamaríamos laica”, explica Pedro Sánchez-Prieto Borja, director de la editorial de la Universidad de Alcalá (UAH) y catedrático en Lengua Española. Lo hizo a través de sus obras y, en particular, de la ‘General Estoria’ en la que quiso aglutinar, en una sola obra, la historia completa de la Humanidad. No pudo ser porque murió antes de lograrlo, pero estuvo cerca y lo hizo desde la Corte en Toledo donde se rodeó de sabios.
“Fue una empresa titánica”, dice el catedrático, de la que hoy no se conservan todos los manuscritos originales, aunque sostiene que ha llegado hasta nuestros días mediante copias fidedignas contrastadas por la metodología filológica. La ‘General Estoria’ se publicó por primera vez de forma íntegra en el año 2009, después de doce años de trabajo en la Universidad de Alcalá y la Autónoma de Madrid.
En realidad, Alfonso X El Sabio llevó a cabo dos proyectos historiográficos paralelos. Por un lado, la ‘Estoria’ de las tierras de la Península Ibérica y sus pobladores, remontándose a los orígenes de la Humanidad y según su mentalidad en cuanto a la creación del mundo y del hombre.
Después abordó una línea paralela sobre la historia universal. “Trató de seguir la línea de los reyes y de los pueblos que dominaban el mundo conocido en aquel momento. El hilo conductor en este caso era la biblia”.
La obra de Alfonso X se volvió “cada vez más compleja”. Y es que, explica Sánchez-Prieto, “en ella le dio una importancia extraordinaria a los gentiles, es decir, a los pueblos no judíos. No tiene parangón en la historiografía de aquel tiempo, porque lo habitual era seguir la Biblia y glosarla”.
Pero ese universo del saber se le quedaba muy pequeño al monarca. “En la ‘General Historia’ lo gentílico cobra tanta importancia como lo bíblico. Fue una obra extraordinaria de apertura al conocimiento”, más allá de los cánones del momento.
“La curiosidad le llevó a interesarse por noticias de todo tipo, por los animales de otros lugares -por la historia natural, según Plinio- o por otras culturas. No hubo aspecto que no le interesase y en ese sentido es una obra que nosotros llamaríamos enciclopédica”.
De hecho, es la obra de mayor alcance intelectual de su época, entre otras cosas por el abundante acopio de fuentes. “Hay que pensar que La Farsalia de Lucano, en latín, se traduce para incorporarla a la quinta parte de la ‘General Estoria’ y hablar de las guerras civiles de los romanos. Usó fuentes árabes incluso para interpretar la Biblia”.
El catedrático pone un ejemplo para resaltar lo “curioso” del paralelismo que el Rey Sabio establece entre fuentes bíblicas y profanas al “identificar” la historia de la torre de Babel con el episodio de ‘La Gigantomaquia’, ya contada en ‘Las Metamorfosis’ de Ovidio.
“Los gigantes quieren llegar al Olimpo y echar a los dioses. De forma portentosa en aquella época se viene a decir que la historia de la Biblia es la misma que la de Las Metamorfosis. Y que esta obra es la ‘biblia’ de los gentiles”. Es, dice, “una asombrosa apertura intelectual que no tiene parangón en la historiografía del aquel tiempo, en el que se escribía en latín”.
La estructura de la ‘General Estoria’ incluye índices para un mejor manejo de la información. “Los códices son muy elaborados y muy ricos, ya que incluyen miniaturas. El afán de que pudiera quedar como legado para la posteridad es impresionante”. Y no ocurre solo en esta obra, sino en otras de Alfonso X, como su ‘Lapidario’, con las ruedas astrales y los signos del Zodíaco, o el códice del ajedrez. “Nos dejó códices que se encuentran entre los más destacables de la Edad Media europea”.
“Alfonso X se interesaba por todo tipo de saberes” y de su legado destaca también las Tablas Astronómicas, que fueron confeccionadas en Toledo por dos de los colaboradores del rey. Ambos judíos: Yehuda ibn Moshé e Isaac ibn Sid. “Fue una observación del cielo, de los movimientos astrales durante años. Eran tan precisas que, con algunas reformas, se usaron durante toda la Edad Media Europea para calcular, por ejemplo, la latitud de cualquier punto”. Ni siquiera la magia negra le fue ajena al monarca.
Nadie terminó su obra. La historia política de la época, pero también la singularidad del propio personaje lo truncaron. “Su visión secular no fue compartida por su hijo Sancho IV, un rey que representó una reacción clerical que proyectó su esposa, María de Molina”. Se refiere al movimiento denominado ‘molinismo’, que supuso una vuelta hacia patrones religiosos frente al interés alfonsino por el estudio del cosmos y de la naturaleza. “Su legado no tuvo continuidad en los siguientes reyes porque tuvieron una visión más moralista”.
El singular siglo XIII de la España ‘científica’
El siglo que le tocó vivir a Alfonso X fue “singular”, asegura Pedro Sánchez-Prieto. Y quizá por eso el propio rey lo fue. Creía que, en las ciudades libres, las lenguas y las voluntades de los hombres también debían serlo, cuando citaba en un pasaje de su obra al emperador romano Tiberio César Augusto. Y la libertad pasaba por el conocimiento.
“De España se dice que no tiene tradición científica y aunque en aquella época no se puede hablar estrictamente de España ni del concepto que hoy tenemos de la Ciencia, a Castilla llegaron estudiosos de otras naciones: a Toledo, a la universidad islámica de Sevilla… La aportación científica fue enorme pero no tuvo continuidad”.
La apertura intelectual del reinado de Alfonso X murió con él. “Desapareció la inclusión cultural de conceptos de la tradiciones hebraica o islámica” y también la práctica de la traducción desde fuentes muy diversas, que tanto abundó en Toledo. “Fue el caldo ideal de cultivo para producir grandes obras como la ‘General Estoria’ o la gran obra astrológica que, en buena medida, supuso traducción y adaptación de textos árabes”.
El rey culto entre monarcas casi analfabetos
“Me llama la atención lo poco que han escrito los reyes a lo largo de la Historia de España, porque siempre han tenido acceso a la cultura y a la formación intelectual”, comenta el catedrático.
Alfonso X fue también una ‘rara avis’ entre los monarcas de su época. El analfabetismo no era algo común solo a los ciudadanos de a pie. La cultura de muchos reyes también era limitada y el ‘saber’ se lo habían reservado los monasterios.
Eso también cambió con Alfonso X que “proyectó la cultura desde la Corte” y aunque siguiera reservada a una especie de élite intelectual, su difusión fue muy amplia a través de la copia de los códices (los manuscritos) del rey. “Y eso a pesar de contar con detractores como el padre Mariana, que decía que la obra alfonsí estaba escrita en un estilo oscuro y acusaba al rey de haber perdido la cabeza a causa de la Astrología”. En ocasiones se llegó a copiar la obra del Rey Sabio sin saber de dónde procedía. Ocurrió incluso durante el posterior Renacimiento, entre los siglos XV y XVI.
“A Alfonso X tan se le puede comparar con Federico II de Nápoles, su pariente por la rama materna alemana. Fue otro rey interesado en la Astrología y fundador de la Universidad de Nápoles, que se rodeó de sabios”.
La importancia de Alfonso X 'El Sabio' para la lengua castellana
Alfonso X rompió también con la tradición de escribir el latín. Apostó por las lenguas romances y no solo por cuestiones divulgativas, sino porque usaba -además de las fuentes hebreas o árabes- otras como el francés o el castellano. “Resultaba demasiado artificial pasar todos esos textos al latín”.
Es curioso, sin embargo, comprobar cómo el ‘Rey Sabio’ sí usaba el latín para dirigirse a otros reyes o al papa. Eran excepciones porque “durante su reinado ya todo se escribía en romance”. No fue el primero en hacerlo. Su padre Fernando III ya lo practicó, aunque con Alfonso se convirtió en habitual.
Las obras alfonsíes son, además, muy ricas en terminología científica: tecnología de la época, términos geográficos, sustancias químicas e incluso conceptos astronómicos. “Ha podido contrastarse que muchos de estos conceptos llegaron a otras lenguas a través del castellano”.