El primer día de mayo, como viene siendo tradición desde el año 1672, los toledanos y las toledanas celebramos el Día del Valle, una de nuestras romerías más queridas y la más popular. Es una jornada de júbilo y algarabía que celebramos con mayor entusiasmo y emoción tras dos años sin poder festejar por culpa de la pandemia de COVID-19.
Es un día para disfrutar con la familia y con nuestros amigos, subir desde el puente de Alcántara, San Martín o por la Barca de Pasaje, asistir a la misa en la ermita, tocar la campana, recorrer los puestos, participar en las quínolas, tomar limonada y tostones, reponer fuerzas con el correspondiente bocadillo de tortilla en los cerros del Valle disfrutando de las espectaculares vistas -quizá una siesta bajo la sombra de alguna encina- y cerrar la jornada con la procesión de la Virgen.
En definitiva, se trata de recuperar la tradición. Porque las tradiciones son parte de nuestra cultura; sus ancestrales raíces se remontan en el tiempo de una ciudad histórica y nos ayudan a conocer de dónde venimos. Por eso es fundamental su renovación y que los jóvenes se impliquen y participen; ello, sin duda, proporciona también una mayor conexión con sus padres y abuelos. Todo permanece, todo continúa y todo se renueva.
Las tradiciones propician cohesión social y fomentan el sentido de pertenencia a una comunidad. En Toledo lo sabemos bien, pues nuestro acervo cultural está nutrido de grandes celebraciones que se mantienen vivas de generación en generación gracias también a las cofradías y hermandades que las cuidan y las miman. En este caso, la Cofradía de la Virgen del Valle ha realizado un gran esfuerzo para que hoy podamos disfrutar la fiesta en todo su esplendor y doy las gracias a sus miembros por ello.
Que en este día nos volvamos a reunir demuestra que esta festividad trasciende su sentido religioso y permanece anclada con sólidos amarres en el ideario colectivo de los toledanos, creciendo siempre sobre pilares firmes, superando adversidades y océanos de tiempo y mostrándose en la actualidad con la misma frescura de siempre y la emoción desbordada.
En esta época que nos ha tocado vivir, el Día del Valle acude a su cita para recordarnos que somos un pueblo unido, fuerte y orgulloso, capaz de superar los envites más adversos, afrontar con optimismo el presente y mirar con confianza nuestro futuro.
Es esta una fiesta íntimamente ligada al Tajo como lo demuestran las antiguas crónicas, refiriéndose al Valle como la romería “de los nadadores”, en alusión a quienes cruzaban el río a nado. Pero este año se cumplen 50 años de la prohibición del baño en el Tajo a su paso por Toledo, y, por eso, volvemos reclamar la imperiosa necesidad de mejorar la calidad del agua que recibimos de Madrid y poner fin al trasvase para que los toledanos volvamos a disfrutar de un río limpio, sano y caudaloso.
Además, hoy, como hiciera por primera vez en 1892, recorre las calles de nuestra ciudad la manifestación del Primero de Mayo, Día del Trabajo. Es esta también una jornada para reivindicar un trato laboral más justo para todos y todas, y de reconocimiento a todos aquellos que mantienen, desde diferentes colectivos, un compromiso cívico por una sociedad más igualitaria y más equitativa en el reparto de la riqueza y de las oportunidades.
Disfrutemos de este día grande de Toledo.
¡Viva el Primero de Mayo!
¡Viva la Virgen del Valle!