Bajo el título 'The Big Thing', la asociación Arkhe promueve desde hace un par de años un proyecto que pone en común la voluntad de empoderarse a través de la educación de personas usuarias de sillas de ruedas, ciegas o sordas. Todas ellas se instruyen como formadores de educación no formal a personas con discapacidad.
La iniciativa se presenta este lunes 2 de junio en el Castillo de San Servando de Toledo para dar a conocer también la guía que quiere ayudar a las instituciones que apoyan estas formaciones en Europa, así como un documento similar enfocado a formadores y asociaciones de Europa que acojan estas acciones.
En 'The Big Thing' han participado las asociaciones ODTIZ, de Eslovenia, con personas usuarias de sillas de ruedas; 'Views International', de Bélgica, con personas ciegas y la coordinadora Arkhe, de España, que trabaja con personas usuarias. Pablo Ginés, de Arkhe, explica que el trabajo se ha realizado desde una perspectiva “trasnacional”, reuniendo a todas las personas usuarias en Eslovenia, para luego seguir en cada uno de los territorios.
Este trabajo en conjunto, que ha generado varios contextos de aprendizaje para los futuros formadores, han ayudado a crear también dos guías de trabajo: para los formadores y también para las instituciones. Los documentos contienen una serie de consejos, recomendaciones, metodologías técnicas y buenas prácticas para poder generar espacios inclusivos de trabajo con personas con diversidad funcional.
La "plena inclusión", el gran reto
Y aunque la teoría suena muy bien, Ginés explica que el “mayor reto” de 'The Big Thing' ha sido generar la “plena inclusión”. “Pero abordarlo desde el conocimiento de las propias necesidades que tienen los participantes, intentando generar estos espacios inclusivos a nivel general”, explica el experto. El reto es lograr construir un espacio integrador con soluciones para los distintos tipos de diversidad, desde la sordera hasta la de movilidad.
Desde Arkhe, señalan, ya trabajan de forma fluida con las personas que tienen algún tipo de discapacidad auditiva, por lo que la ceguera o el uso de silla de rueda era un desafío diferente. “Lo que queríamos era aportar recursos para generar espacios de inclusión y participación plena, y que no se quedase en algo meramente simbólico.
El objetivo principal, insiste Ginés, era lograr el empoderamiento de los colectivos y facilitar la creación de un ámbito en el que pudieran desarrollarse profesionalmente. “Trabajamos con ellos mismos, con los propios jóvenes, para realizar este empoderamiento y esta capacitación de cara a poder desarrollarse y desemplear su trabajo profesional.Y, por otro lado, desarrollamos estas guías que les generan estas metodologías o herramientas para que, tanto instituciones públicas como privadas, puedan tener algo a lo que aferrarse de cómo abordar la generación de estos espacios”, resume.
Los avances, explica, fueron notorios y cita a uno de los participantes ciegos belgas, Teo. “Nos decía que no pensaba que fuese nunca posible comunicarse con alguien sordo. Era algo que había descartado. Es una idea preconcebida que existe de lo que creemos que no se puede hacer. Y muchas veces responsabilizamos a esas personas y no tanto a los espacios, a las herramientas o a las metodologías, que son las que realmente permiten que puedan participar de forma activa”.
Ese es el gran reto, reflexiona: el enfrentar a estas personas al “no se puede hacer”. Y no se puede plantear este tipo de soluciones sin las nuevas herramientas que ofrece la tecnología. “Cada una tiene sus beneficios para hacer un diseño universal”, zanja Ginés.