Julio es un mes curioso. No creo que en Roma el César hubiera nunca imaginado que este séptimo período de la calenda que se le dedicó estuviera marcado en nuestro sistema de vida occidental por tantas encrucijadas. Este mes en el que el verano siempre nos regala sus mejores y peores calores, nos encontramos también con las sonrisas de las vacaciones, y con las tensiones del cierre de temas laborales, porque, como todo el mundo sabe, en muchos trabajos en agosto se acaba el mundo.
Este mes de julio nos ha traído también un esperado debate del Estado de la Ciudad. Esperado sobre todo porque nuestra realidad, en este año marcado por la COVID, ya no será la que era. Esta nueva realidad, que se impone más allá de voluntades, exige sin duda la asunción de medidas y decisiones políticas innovadoras e intrépidas, para no solo hacer frente a un momento crítico, sino también saber aprovechar las oportunidades que esta crisis nos brinda.
Toledo ha crecido las últimas décadas con una profunda confusión que ha devenido en claro lastre. Presume y ensalza como municipio un Casco Histórico que sin embargo lleva muriendo años, décadas. El Casco Histórico ha pasado en menos de un siglo de ser centro vehicular de la vida en la ciudad, a museo turístico, saturado en determinadas arterias por un exceso de turistas poco regulado, y progresivamente vaciado en el resto del distrito. Falta vida, faltan residentes. Faltaban antes de la COVID, y ahora que también faltan turistas resulta especialmente visible, aunque la realidad es que abordar este problema ya era acuciante. Este es un hecho que no solo se palpa, cualquiera que visite, resida, o trabaje en el Casco saca fácilmente esta conclusión, también asfixia a residentes y trabajadores, que vamos observando esta agonía en ocasiones con preocupación, en otras con simple apatía, y las más de las veces con desánimo. Lo curioso es que este estado de cosas sí es alterable, no es algo que nos haya venido dado sin más, es un cambio que ha tenido lugar progresivamente por una suma de factores, que se estudian bien en determinadas publicaciones.
"El diagnóstico es común... y la buena noticia es que tiene cura"
El diagnóstico es común, apreciado por todos los agentes interesados en esta joya que tenemos entre manos. Y la buena noticia es que tiene cura, el Casco Histórico, la gran riqueza patrimonial y natural que alberga este pequeño gran espacio, no tiene por qué morir. La otra buena noticia es que si el diagnóstico es común, el Casco se muere, y no bastan los turistas para dar vida al Casco, hay que traer residentes, convertirlo en atractivo no solo turístico sino también de barrio habitable y habitado. También son comunes las propuestas para lograr una cura sostenible. Sí, la tendencia en la que aún estamos inmersos es reversible. Con vivienda, participación, decidido compromiso institucional y coordinación entre las administraciones responsables de las distintas competencias que están involucradas en este resurgir.
Con estos ingredientes, no es que sea posible volver al estado previo a la COVID, que ya era caduco e insostenible, y con la nueva situación lo será más, sino resurgir de verdad y darle vida a este centro cultural, sin que pierda un ápice de su esencia. Realzar lo mejor de sí misma, compaginando un necesario, enriquecedor y sano turismo, con un barrio municipal con actividad real y cotidiana, que sirva de motor e impulso al resto del municipio, y se convierta en un deseado destino tanto residencial como turístico.
No, no es ni mucho menos imposible. De hecho es bastante viable como vienen apuntando diversos estudios académicos de la propia Universidad de Castilla la Mancha, alguno de ellos publicado en la prestigiosa revista científica Cities. Eso sí, parece que es condición sine qua non un compromiso claro de la administración para coordinar este necesario cambio, que pasa por promover una mayor participación ciudadana y optar por fórmulas organizativas que faciliten la necesaria cooperación entre administraciones, teniendo claro a nivel institucional cuál es la prioridad del ayuntamiento, insuflarle una larga y sostenible vida al Casco Histórico.
Julio nos ha traído en ese sentido una puesta en escena algo decepcionante. Del debate del estado de la Ciudad se trasluce la fórmula tradicional: al Casco, turismo. Y el único plan que sale adelante, el de movilidad, es una vez más un plan parcial municipal, la misma fórmula de siempre, donde la preocupación por el Casco Histórico no deja de ser residual, como si fuera un distrito más, como si solo le interesa volver a lo mismo, recibir turismo.
No parece este el mejor camino, ni da la impresión de que el Ayuntamiento haya tomado aún nota del transcendental papel que tiene entre manos con este distrito, que lejos de ser uno más en el municipio, es único en el mundo, y como tal merece ser tratado y salvado. Esperemos que este no haya sido más que un lapsus de lo que realmente se avecina, que entre los pasillos del Ayuntamiento se esté cocinando lo que este municipio y su joya histórica necesita. Sino, habrá que cocinarlo fuera, pero sí lo ideal sería que fuera el Ayuntamiento quien se reclamara chef estrella de esta alta cocina a la que muchos aspiramos.
Quizás los fogones se estén reservando para temperaturas más apropiadas. Ojalá sea así. Por la vida y salud de un Toledo que vive orgulloso de su tesoro patrimonial, cultural y natural, pero cuya gestión necesita urgentemente dar un cambio, con visión estratégica y claro compromiso político. Julio no ha sido el mes, pero esperamos que a la vuelta estival el Ayuntamiento se haga eco de lo que es un reclamo social, económico, cultural… en resumen, vital.
Marta Romero, presidenta de TriBuTo