Primero taparon la palabra corrupción con la palabra populismo. Luego taparon la boca que decía con la mordaza que acallaba. Después taparon la palabra populismo con la palabra odio. Más tarde alimentaron la palabra odio con la palabra patria, que engorda mucho pero nutre poco, y que a su vez oculta muy bien la palabra corrupción.
Poco después los enemigos de la corrupción eran ya los enemigos de la patria, y luego vinieron a por mí, pero yo no estaba en casa. Estaba en el campo haciendo novillos, respirando como respiran los grillos, y frotando unas alas resecas. La espiral es la metáfora visual de quién ha caído en el vértigo –un individuo o todo un pueblo- y gira y gira sin encontrar la salida. Nada más fácil sin embargo. Solo hay que abrir la puerta.
Pero la espiral es también la metáfora visual del vuelo, de la altura, del camino, del viaje. La forma de nuestra galaxia. Salgan al campo, respiren, sientan el sol o la lluvia, el vuelo nupcial de las hormigas que desde la tierra más profunda se elevan al aire más ligero, y todo les parecerá lejano, ajeno: las banderas, las sombras, los agujeros que en la tierra se cavan. Luego esperen a que llegue la noche y miren al cielo, lejos de la luz artificial que todo lo oculta.
Observen las estrellas, las galaxias infinitas, las mil y una vidas que allí pululan sin que las veamos. Tómense su tiempo para pensar y la distancia necesaria para ver. Busquen allí las fronteras de alguna patria o el himno de alguna nación. Si no las encuentran es que tienen buen oído y gozan de una vista excelente. Pero sobre todo, aléjense para empezar a ver y para escuchar una música distinta.
El camino a la insensatez es muy corto. Empieza en la desidia y acaba en el entusiasmo.
Lorenzo Sentenac. Médico