Ilustres lectoras, ilustres lectores,
Creo que no me equivoco cuando digo que todas y cada una de las personas de Toledo hemos escuchado una variante de la siguiente frase: ¡Qué pena cómo está la estación de autobuses! ¡Qué lástima que sea esto lo que vean los visitantes que llegan a nuestra ciudad!
Lástima y pena, dos sustantivos que se me quedan cortos. Yo apuntaría más bien a: qué tremenda vergüenza. Y voy más allá. Yo no pienso en los turistas cuando llego a la estación de autobuses y veo que no funcionan ni las escaleras mecánicas, ni los ascensores, el nivel de limpieza es relativo y el ambiente es bastante precario por no utilizar (des)calificativos de mayor envergadura.
Yo pienso en las vecinas y en los vecinos trabajadores que tienen que utilizar este lugar todos los días para poder ganarse el pan y se encuentran con un triste panorama.
¿Pensamos primero en los turistas, mientras hay vecinos y vecinas que no cuentan con una simple escalera mecánica para poder subir su equipaje?
Y no pienso ni siquiera entrar en buscar responsabilidades, en señalar a un culpable de la entropía absurda que se revuelve alrededor de un servicio público esencial para una ciudad como Toledo.
No se nos puede olvidar que la ciudad no solo es un emblema turístico de España, sino que también es capital de servicios para muchas poblaciones de los alrededores y que cientos de vecinos utilizan el transporte público interurbano para ir al hospital, hacer trámites o simplemente ir a comprar.
Durante años ha resultado inútil buscar a quien quiera hacerse cargo de la triste coyuntura por la que pasa. Es curioso, a la par que frustrante, que las pintadas que exigen que se reparen de una vez las escaleras mecánicas de la estación se corrigen con una abrumadora inmediatez, mientras que los carteles que anuncian de forma tan obvia que la instalación no funciona ya se están desvaneciendo por el paso del tiempo.
Solo queda apelar a la humanidad de quien realmente tenga el poder de hacer que la estación sea un lugar ya no amigable ni acogedor: simplemente con los estándares mínimos para una ciudad como Toledo.