La crisis de la vivienda no da margen y se sitúa por octavo mes consecutivo como principal preocupación de los ciudadanos según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas publicado el jueves 11 de septiembre.
Las dificultades de acceso a la vivienda están en boca de todos. El consenso es total, hasta el punto de que cualquiera que se atreva a cuestionar públicamente algo tan evidente corre el riesgo de ser acusado de insensible o vendido al lobby inmobiliario, pero lo cierto es que conviene matizar esta sensación generalizada de precios desbocados, porque las razones objetivas que podrían explicar este problema no afectan, ni mucho menos, a la totalidad del territorio nacional y, paradójicamente, es posible que su denuncia generalizada esté contribuyendo a que la vivienda suba realmente en toda España.
Sería un caso típico de profecía autocumplida. Si nos dicen que los precios suben el propietario pedirá más, el inquilino o comprador estará dispuesto a pagar más y los precios acabarán subiendo realmente aunque no existan razones objetivas para la subida. Cualquier manual del buen vendedor lo dice: lo más sencillo para vender cualquier producto al mejor precio es crear una sensación de escasez y convencer al comprador de que los precios van a subir. En este caso, además, somos nosotros, los potenciales clientes, los que hacemos el trabajo tirando piedras contra nuestro propio tejado.

No olvidemos que las encuestas del CIS no miden datos objetivos, sino estados de opinión, y la suma de opiniones no siempre es un buen método para conocer la realidad. Para esto último es mejor acudir al Instituto Nacional de Estadística, y lo que nos dice el INE es que, a largo plazo y en el conjunto de España, los precios de alquiler de la vivienda han subido bastante menos que el IPC general. En concreto, en los 23 años transcurridos entre 2002 y 2024 una media del 49% frente al 62%. Lo que más ha subido en este mismo periodo han sido los alimentos (92%) y los paquetes turísticos (80%), pero el precio de la comida no aparece entre las principales preocupaciones de los españoles, y cada vez hay más turistas por todas partes.
Naturalmente, estos porcentajes varían en función de la comunidad autónoma o provincia, pero a largo plazo las diferencias son menores de lo que sospechamos. El mayor incremento de los precios del alquiler durante estos 23 años se observa en la provincia de Gerona, y es muy similar al incremento del IPC en esta misma provincia. Nada extraordinario.
Para observar incrementos del alquiler superiores al IPC tenemos que reducir sustancialmente el periodo centrándonos en los últimos años, y sobre todo acotar el ámbito espacial hasta llegar a lo que se conoce como “áreas tensionadas”, es decir algunos municipios o distritos concretos en los que, de forma coyuntural, se observan problemas graves de acceso a la vivienda que justifican una intervención pública temporal de las reglas del mercado.
En este momento existen áreas tensionadas formalmente declaradas en Cataluña, País Vasco y Galicia, y deberían declararse en los entornos de otras grandes ciudades como Madrid, o zonas de la costa como Baleares, Valencia o Málaga, pero en cualquier caso se trataría de una parte relativamente pequeña del territorio nacional. En el resto de España los precios de la vivienda han estado subiendo hasta ahora por debajo del IPC, hay muchas viviendas vacías, y como decía, no existen razones objetivas que justifiquen la alarma sobre este tema.
Algo parecido ocurre si observamos la evolución de los precios de venta. Las subidas por encima del IPC se centran en los últimos años y en partes concretas del territorio nacional. En nuestra región, por ejemplo, si acudimos a las estadísticas publicadas en el portal Idealista, los precios medios son actualmente un 30,7% inferiores a los máximos de 2007-2008 y están subiendo a ritmos moderados similares al IPC.
¿Por qué es entonces la vivienda, y no los alimentos, la primera preocupación de los españoles? Probablemente porque muchos ciudadanos tienen alguna relación con las áreas tensionadas aunque no vivan allí de forma permanente, porque los medios de comunicación están en las grandes ciudades y los periodistas conocen mejor su entorno que el resto de España, porque por distintos motivos que no caben se está retirando oferta de alquiler en buena parte de España, o porque en la imprevisible coyuntura actual todos tendemos a vivir al día y cada vez es más difícil asumir inversiones a largo plazo.
Un sueño imposible para muchos
La vivienda en propiedad se está convirtiendo para muchos en un sueño imposible aunque los precios sean inferiores a los de hace veinte años. Antes del estallido de la burbuja, la mayoría estaba dispuesta a endeudarse durante treinta años, y los bancos estaban dispuestos a prestarnos lo que hiciera falta. Ahora, ni los bancos ni los potenciales compradores están dispuestos a asumir hipotecas eternas. El recurso permanente al crédito para mantener nuestro nivel de vida está empezando a agotarse, y es lógico que el colapso afecte antes a los bienes que requieren mas esfuerzo financiero. El aumento precio de los alimentos, en cambio, lo integramos en el día a día y lo solucionamos recurriendo cada vez más a los precocinados baratos y la comida basura, que por lo visto está muy rica y es adictiva.
Está claro que los españoles tenemos cada vez más dificultades para llegar a fin de mes, especialmente los más jóvenes y los mayores que, por cualquier motivo, no pueden disfrutar de una buena pensión de jubilación, pero la culpa no siempre será del aumento del precio de la vivienda. Las dificultades de acceso a la vivienda no son la causa, sino el síntoma de una enfermedad con raíces más profundas, y no podremos acertar con el tratamiento si no somos capaces de entender la naturaleza del problema.