Treinta y cinco años pueden parecer una cifra redonda, un motivo para un acto solemne, una fecha más en el calendario institucional. Pero cuando hablamos de Down Toledo, no hablamos de efemérides: hablamos de una historia de dignidad que ha cambiado a familias, a barrios, a colegios y a toda una ciudad. Treinta y cinco años no son solo pasado: son presente y futuro. Son resistencia, ingenio y esperanza convertidos en acción.
Hace treinta y cinco años, cuando los prejuicios seguían pesando como una condena, un grupo de familias en Toledo se negó a aceptar la exclusión como destino. Allí nació Down Toledo. Y con ella nació también una lección que aún hoy nos interpela: la vida de una persona con síndrome de Down no necesita justificación, necesita reconocimiento. No necesita favores, necesita derechos.
Esa es la verdad incómoda que Down Toledo lleva 35 años recordándonos. Porque demasiadas veces se habla de darles “oportunidades”, como si se tratara de un gesto generoso. Pero no es así. No se trata de abrir puertas por benevolencia, sino de dejar de cerrarlas. La educación inclusiva no es una concesión, es un derecho. El empleo digno no es un premio, es un derecho. La participación plena en la vida social y cultural no es un regalo: es un derecho. Y los derechos, cuando no se cumplen, dejan de ser palabras para convertirse en deudas.
Toledo sabe bien cuánto se ha avanzado gracias a esta asociación. Escuelas que aprendieron a abrirse, empresas que comprendieron que la diversidad enriquece, vecinos y vecinas que dejaron de ver “limitaciones” para empezar a ver personas completas. Pero nada de esto llegó solo. Llegó porque hubo familias que se organizaron, que tocaron puertas una y otra vez, que exigieron ser escuchadas. Llegó porque hubo jóvenes con síndrome de Down que levantaron la voz y demostraron que podían y debían estar ahí, en el centro de la vida ciudadana.
Cada aniversario de Down Toledo es una llamada de atención. Una invitación a no olvidar que la inclusión no está terminada, que todavía hay barreras invisibles y decisiones pendientes. Que los apoyos específicos no siempre llegan, que las plazas escolares siguen siendo una lucha, que el empleo estable todavía no está garantizado. Y aquí es donde este 35 aniversario debe convertirse en un compromiso político y social. No basta con los discursos. No bastan las fotos en un acto conmemorativo. La verdadera celebración se mide en presupuestos, en leyes que se cumplen, en recursos sostenidos, en espacios donde cada persona tiene un lugar real y no simbólico.
Y, por cierto, estar al lado de Down es defender la vida. No una vida abstracta, sino la vida concreta de niños, niñas, jóvenes y adultos que cada día reclaman lo que debería ser obvio: la posibilidad de estudiar, de trabajar, de amar, de participar. Defender su vida es defender también la nuestra, porque una sociedad que se niega a reconocer plenamente a todos sus miembros se está negando a sí misma.
Down Toledo nos ha enseñado que no hay ciudad justa si no hay inclusión. Que cada vez que alguien queda fuera, la democracia se agrieta. Que no se trata de construir un espacio para “ellos”, sino de entender que ellos ya forman parte de nuestro “nosotros”. Y que la creatividad, la ternura y la valentía que han mostrado en sus proyectos son lecciones de vida que toda la sociedad debería aprender. Porque quizá, mientras creíamos que veníamos a enseñar, eran ellos quienes nos estaban enseñando a nosotros.
Hoy, cuando celebramos estas tres décadas y media, no celebramos solo a una asociación. Celebramos a las familias que no se rindieron, a las personas que nos recuerdan cada día que la dignidad no se pide, se ejerce, y a la ciudad que, gracias a ellas, se ha hecho más humana. Pero celebrar no significa conformarse. Significa comprometerse. Significa acudir a cada convocatoria, apoyar cada proyecto, exigir a cada institución que la inclusión no sea un lema, sino una práctica diaria.
Treinta y cinco años después, el mensaje es tan claro como urgente: sin todos, no somos todos; sin todas, no somos todas. Y solo cuando entendamos esto, podremos decir con honestidad que hemos aprendido lo que Down Toledo vino a enseñarnos desde el principio.