El pasado sábado por la noche, con motivo de las actividades organizadas por el Día Internacional de los Museos, tuve la oportunidad de visitar en el museo de Santa Cruz uno de esos pequeños tesoros ocultos que duermen olvidados en las entrañas de tan hermoso lugar. Se trata del llamado “espacio mudéjar”, una suerte de almacén visitable instalado hace doce años en los sótanos del edificio de oficinas del museo y que alberga algunas de las piezas que se exponían antiguamente en el Taller del Moro.
Fue una experiencia maravillosa el poder contemplar por un momento esos testigos del tiempo en forma de vigas talladas, tinajas de barro, cerámicas, restos de artesonados y otros elementos procedentes de edificios hoy desaparecidos, que permitían imaginar el Toledo de los siglos XIV y XV en un espacio tan sugerente como nuevo para mí. Por un momento me detuve también a observar las reacciones de la gente al descubrir estas pequeñas perlas de nuestra historia y sonreí al ver la ilusión en los ojos de esos niños curiosos que preguntaban a sus padres, a los jubilados que identificaban alguna de las piezas por haberlas conocido expuestas en otro tiempo, o al ver a algunos compañeros guías que, aprovechando la ocasión, se acercaron para poder ver durante unos instantes lo que normalmente permanece oculto a los ojos de los toledanos.
Todo ese torbellino de emociones me llevó a soñar con un Museo de Santa Cruz de verdad, con el museo que Toledo merece y que desde hace años se nos niega. Mucho tiempo ha pasado desde que, siendo yo una niña, corriera por las galerías del sótano bajo el patio donde se mostraban las colecciones de arqueología. Cada tarde esperaba ansiosa el momento de ir a ver a mi abuelo al museo. Era su lugar de trabajo, pero para mí era la cueva de las maravillas. Recuerdo especialmente la enorme cabeza de elefante con sus defensas de casi tres metros que apareció en unas excavaciones en el polígono y que se exponía en una de las salas, o las puntas de flecha elaboradas con sílex, las vasijas de cerámica y otros objetos procedentes de las múltiples intervenciones arqueológicas llevadas a cabo por toda la provincia.
El Museo de Santa Cruz hacía las veces de Museo Arqueológico Provincial, pero también contaba con riquísimas colecciones de pintura, escultura y artes aplicadas. En su día fue el mejor museo provincial de España, por lo espectacular de su ubicación y por la calidad y riqueza de sus fondos. Sin embargo, una serie de desafortunadas decisiones políticas, abortaron su tan esperado proyecto de ampliación y modernización para convertirlo en un museo del siglo XXI.
Conviene recordar que el Ministerio de Cultura compró y restauró el vecino convento de Santa Fe con la idea de que albergara nuevas salas de exposición para el museo de Santa Cruz. Era el lugar idóneo para desarrollar un proyecto museístico que narrara de manera cronológica y didáctica la historia de nuestra ciudad, ya que en este espacio se encuentran los restos del antiguo palacio del rey Al-Mamun e importantísimos elementos arquitectónicos como la Capilla de Belén. Además permitiría en un futuro la incorporación de los amplios espacios de la antigua biblioteca del Miradero, más de dos mil metros cuadrados con magníficas vistas al Tajo, que podrían acoger nuevas instalaciones.
Por desgracia, en 2018 la Junta de Comunidades sorprendió a propios y extraños dedicando este espacio a albergar la colección privada Roberto Polo, que nada tiene que ver con Toledo y cuyo discutible valor queda evidenciado en el escaso número de visitantes que recibe. Un claro ejemplo de cómo la política a día de hoy, en vez de buscar el bien común de los ciudadanos a los que debería servir, se pone al servicio de otros intereses menos elevados.
Sorprende que el Museo de Santa Cruz, que debería ser una institución de referencia en nuestra región, haya visto cercenada así su actividad en base a una decisión tomada por quien menos sabe de la materia. Y es que los políticos deberían dejar trabajar libremente a los profesionales y a los expertos en beneficio de la sociedad, y no entorpecer su labor poniendo obstáculos a la cultura. Resulta indignante ver cómo teniendo todo a nuestro favor, un gran equipo humano al frente del museo, un edificio y unas salas de exposiciones que ya cuentan por si solas la historia de la ciudad, unos fondos museísticos excelentes por su variedad y riqueza, Toledo carece de un verdadero museo que muestre al mundo su historia, sus grandes personajes y la enorme aportación que la ciudad ha supuesto a lo largo de los siglos a la Cultura Universal. Urge devolverle a Toledo y a los toledanos un museo digno de una ciudad Patrimonio de la Humanidad.
¡Más gestión y menos política!