No es la primera vez que trato el tema de los paneles solares y probablemente no será la última, porque no es fácil cambiar las mentalidades y las referencias estéticas del pasado. Todos nos alimentamos de ellas, pero tendremos que abrir nuestra mente porque la energía solar ha llegado para quedarse, también en los centros históricos.
En ocasiones anteriores defendí que los paneles, como cualquier intervención en la ciudad, pueden ser un atentado paisajístico o una ocasión para el goce estético, depende de cómo lo hagamos, así que no se trata de prohibir y olvidarnos del problema, sino de actuar con sensibilidad, regular y controlar. Ahora me limitaré a mostrar instalaciones existentes en algunos lugares especialmente relevantes por su carácter paisajístico-patrimonial.
El Vaticano, por ejemplo, ya instaló en el año 2008 nada menos que 2.400 paneles en la cubierta del aula Pablo VI, justo al lado de la basílica de San Pedro. Supongo que en su momento alguien se rasgaría la sotana y amenazaría con la pérdida de algún privilegio divino, pero los paneles obtuvieron el European Solar Price de aquel año, se incorporaron a la Wikipedia y ahí están a la vista de todos.
La instalación del Vaticano es relativamente antigua y algunos pensarán que hoy no puede considerarse un ejemplo a imitar. Es posible, pero eso no puede impedirnos avanzar. Los paneles solares son relativamente efímeros, la tecnología evoluciona muy deprisa y cada vez tenemos más alternativas a nuestra disposición, por eso podemos mejorar lo que tenemos, y por la misma razón no podemos esperar eternamente hasta que tengamos una solución definitiva, sino utilizar en cada momento las tecnologías disponibles lo mejor que sepamos. El paisaje urbano solo puede ser dinámico.
En Venecia, como en la mayoría de los centros históricos de las ciudades italianas, la tendencia es ir ampliando los supuestos en los que se permiten instalaciones solares y facilitar los trámites administrativos. Las condiciones son estrictas, pero no están prohibidas. Las fotografías son de la isla de Certosa, en el interior de la laguna.
Si viajamos más al norte podemos hacer escala en Mons, una ciudad belga cargada de historia con tres elementos declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La fotografía es muy reciente y está tomada desde la base de uno de ellos, el Beffroi, famoso por sus impresionantes vistas panorámicas. Los paneles solares ya son parte de este paisaje.
En París, también se permite la instalación de paneles, incluso en los distritos 4ª y 7ª especialmente protegidos por sus valores patrimoniales, siempre que se mantenga una integración “tan armoniosa como sea posible” con el entorno arquitectónico. Es más, el equipo de Anne Hidalgo esta presentando un nuevo plan local de urbanismo, el equivalente de nuestros POM, y el objetivo no es clasificar suelo, ampliar autopistas o construir miles de nuevas viviendas, sino ampliar los parques, sustituir hormigón, alquitrán y cubiertas impermeables por zonas terrizas y obligar a producir energía renovable en el interior de la ciudad.
En un marco dominado por el ya inevitable calentamiento climático, se trata sobre todo de protegernos del calor y las inundaciones, y la energía fotovoltaica va a jugar un importante papel en esta estrategia.
Ya en España, os muestro un ejemplo de edificio catalogado situado en un casco histórico y propiedad de una entidad pública, con una instalación de paneles solares en cubierta visible desde el exterior recientemente ejecutada: la Sede de la Comarca del Bajo Aragón en Alcañiz.
La problemática no es sencilla y cualquier solución requerirá grandes dosis de sensibilidad, algo que, por cierto, no se adquiere con listas de prohibiciones sino andando, observando a tu alrededor y equivocándose. No podemos quedarnos anclados en el pasado, por muy brillante que sea, tenemos que evolucionar, habitar las ciudades y adaptarlas para los retos del mañana. Ni la UNESCO ni los turistas nos lo impiden. Somos nosotros los que tenemos que cambiar.
Artículo de opinión de Tomás Marín Rubio, arquitecto