Las distopías de las que hablaba George Orwell o Ray Bradbury no andan tan lejos. Eso me ha venido a la cabeza al ver en redes sociales del Ayuntamiento de Toledo a la concejala de cultura de Toledo en la cabecera de una 'Marcha por la vida' junto al arzobispo de Toledo. En el pie de foto se podía leer que la marcha se enmarcaba en la fiesta "por la mujer y por la vida" que se celebraba en uno de los colegios religiosos concertados que acoge esta ciudad.
Al verlo mi mente se ha retrotraído a la neolengua de la obra de Orwell, 1984, a ese Ministerio de la Paz que se ocupaba de la guerra, o el Ministerio de la Verdad que se ocupaba de censurar y manipular con falsa propaganda, o ese Ministerio del Amor que se ocupaba de fidelizar a los ciudadanos a base de métodos basados en el miedo, la tortura y el lavado de cerebro.
Y hete aquí que tenemos una Marcha por la vida, que significa en realidad contra el aborto, porque quienes allí acuden están muy preocupados por los no nacidos, pero no tanto por los ya nacidos, que son claramente vida, cómo ocuparse de ellos, criarles, alimentarles, facilitarles un hogar, un equilibrio económico y social y mantenerles dignamente.
Se celebra además en el marco de una fiesta por la mujer, cuando lo que intentan es negarle un derecho esencial a actuar con autonomía sobre su cuerpo y su vida que de facto en Toledo no se puede ejercer. ¿Será para celebrarlo?
Será para celebrar que debido a la presión que ejercen personas como las reunidas en esta marcha, instituciones públicas que le dan difusión como el ayuntamiento, bajo el dirección de orquesta del arzobispo de Toledo, que con la iglesia toledana hemos topado, en esta provincia no hay un solo profesional dispuesto a facilitar a las mujeres a ejercer un derecho hace ya décadas reconocido en nuestro territorio.
Será para celebrar que las mujeres que quieran abortar, cada una con su circunstancia personal pero ninguna encantada de verse en esa situación, deben acudir a otras regiones a una clínica privada donde muy posiblemente serán objeto de escarnio por grupos similares a los que se juntaron para celebrar esa "fiesta de la mujer".
Sorprendente es que las mujeres a día de hoy nos veamos en una situación tan vulnerable en un momento tan delicado como el de tomar la decisión de traer al mundo a una criatura o decidir que no es el momento, que no quiere o puede hacerse cargo de ella. Porque a ese bebé que nazca no lo cuidará la iglesia, ni la señora alcaldesa, ni el ayuntamiento, ni nadie de la plantilla médica que no se atrevió a facilitar su aborto. No, le cuidará la mujer, su madre, la que no quiso serlo pero se vio condicionada por las circunstancias. ¿Eso celebran?
Curiosa fiesta y distópica marcha, pero por favor, no la celebren en mi nombre, en el nombre de la mujer. Es el colmo del absurdo.
Artículo de Marta Romero Medina