He publicado varias entradas en este medio relacionadas con los efectos negativos del uso indiscriminado del automóvil en los desplazamientos urbanos para nuestra calidad de vida. El espacio vital se disuelve hasta el punto de que ya no sabemos dónde vivimos, el tiempo se comprime entre carreteras, atascos y aparcamientos y mientras nos agitamos, nuestro bolsillo se vacía.
Hoy voy a comentar unos datos que espero que sirvan a los lectores para valorar la magnitud del problema, porque a finales del pasado mes de febrero, el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó los últimos datos del Censo de 2021-2023 que se refieren, entre otras cosas, a la relación entre el lugar de residencia y el lugar de trabajo de los españoles. Cada vez es mayor la distancia entre nuestras viviendas y el lugar en el que trabajamos, lo que inexorablemente se traduce en un aumento de la necesidad de viajar. Esta no es la única razón por la que cogemos el coche, pero es sin duda la más importante, y probablemente la más difícil de evitar a corto y medio plazo.
En Toledo, por ejemplo, 6 de cada 10 puestos de trabajo están ocupados por personas que viven en otros municipios. Nada menos que 32.808 trabajadores foráneos acuden diariamente a trabajar a la capital regional y no vienen solamente del alfoz como algunos podrían pensar, solo 7.881 proceden de los seis municipios de la corona de pueblos más inmediata, el resto vive mucho más lejos, como en Talavera o en Madrid. Simultáneamente, la nada desdeñable cantidad de 15.114 toledanos recorren el mismo camino en sentido contrario. No está nada mal para una ciudad con poco más de 37.000 residentes activos y ocupados. Si excluimos el centro de Madrid, bien conectado por AVE, la mayor parte de estos viajes se realizan en coche.
Por si lo anterior fuera poco, la mayor parte de los que trabajan en su propia ciudad no suelen hacerlo en su barrio, sino en el extremo contrario, de Buenavista al Polígono, y también van a trabajar en coche.
"Toledo apenas ha incrementado su población, pero el mercado de trabajo y sobre todo los viajes sí han aumentado sustancialmente"
En los diez años transcurridos entre los dos últimos censos Toledo apenas ha incrementado su población, pero el mercado de trabajo y sobre todo los viajes sí han aumentado sustancialmente. Toledo no crece, pero los trabajadores que vienen de fuera se han doblado, y los puestos de trabajo ocupados por residentes en el propio Toledo, es decir, los que en teoría tendrían que desplazarse menos para ir a trabajar, han disminuido un 20%.
Si echamos un vistazo al resto de la región, las ciudades medias de Castilla La Mancha están siguiendo trayectorias opuestas en lo que respecta a la relación residencia-trabajo, pero todas coinciden en el aumento de los viajes y la consiguiente desafección ciudadana. Toledo es cada vez más un centro de trabajo durante el horario laboral y un parque temático low cost para turistas con prisa durante los fines de semana, siempre lleno de gente ajetreada y ajena, pero cada vez más inhóspito para vivir, mientras Talavera, Puertollano, Cuenca, Guadalajara e incluso Albacete ya son exportadoras netas de mano de obra, es decir, tienden a convertirse en ciudades dormitorio o de reposo para jubilados. Ciudad Real presenta una situación intermedia porque se comporta como lugar de trabajo para otros grandes municipios de la provincia. En el conjunto de la región, casi 6 de cada 10 ocupados trabaja en un municipio diferente del de residencia y la inmensa mayoría tiene que utilizar el coche para desplazarse.
"Ahora ya no es necesario emigrar, todo se resuelve viajando, pero la vida urbana languidece"
Hace cincuenta años se emigraba en busca del trabajo, se abandonaba el terruño pero se creaban nuevas relaciones en los lugares de acogida hasta el punto de que la mayor parte de los movimientos vecinales de los setenta estaban formados por emigrantes. Los recién llegados se sentían vecinos de una ciudad en crecimiento. Ahora ya no es necesario emigrar, todo se resuelve viajando, pero la vida urbana languidece, tanto en los municipios dormitorio como en los que soportan en mayor medida las actividades económicas, continuamente ocupados por personas que no los consideran propios.
¿Es inevitable todo esto? Cuando hablo de este tema con mis conocidos la mayoría parece resignarse a levantarse mas temprano, sufrir en la carretera y pagar las facturas, pero si seguimos así acabaremos como la rana en la cazuela. Los coches se utilizan en todo el mundo para ir al trabajo, pero no con la intensidad que los utilizamos nosotros. Los españoles estamos en primera fila en este tema y de acuerdo con el INE, el área de Toledo es la campeona de España en este tema, así que algo podremos hacer, aunque solo sea para aproximarnos a lo que hacen los demás. No se trata de prescindir del coche, sino de usarlo de forma racional.
Tenemos mucho que aprender observando lo que hacen en otras latitudes y preguntándonos por qué ellos pueden hacerlo y nosotros no. Pensemos, por ejemplo, en la proporción entre viviendas alquiladas y compradas, en los criterios urbanísticos en el momento de construir nuevos barrios o ubicar grandes centros de trabajo, los aparcamientos y autopistas gratuitas, los motivos por los que los holandeses, los belgas o los alemanes utilizan modos de transporte alternativos, a pesar del mal tiempo, y los castellanomanchegos no lo hacen, el diseño de las redes de transporte público, las prioridades en el momento de elegir nuestra casa o el colegio de nuestros hijos, la obsesión por concentrarlo todo en grandes centros alejados de las viviendas, la industria, el comercio, los hospitales y hasta las guarderías, o la tendencia a huir de una ciudad que nos molesta en lugar de reformarla para hacerla más amable.
Ahora que algunos vuelven a hablar del POM, la reducción del uso del automóvil hasta proporciones equivalentes a la media de otras áreas urbanas de tamaño similar sería el mejor objetivo para cualquier plan estratégico de Toledo, y su reducción paulatina el mejor indicador de que las cosas van por buen camino.
No hay soluciones mágicas, pero el uso indiscriminado y masivo del automóvil nos está introduciendo en una espiral autodestructiva y de alguna manera tenemos que empezar a invertir la tendencia. Las administraciones públicas tienen mucho que decir y hacer al respecto. Nosotros también.