Esta semana tan veraniega en plena primavera creo que nos ha alterado un poco a todos. Los calores de por sí no son malos si van acompañados de un posible chapuzón, una buena sombra y a ser posible un ritmo ralentizado. Esto es lo que suele suceder en verano, y así hemos ajustado nuestra forma de vida para las subidas de temperatura que solemos vivir en julio y agosto. Pero nada de esto sucede en abril, ni en mayo, y ya no digamos en junio. Nuestros ritmos, exigencias y responsabilidades se mantienen o incrementan respecto a los meses más fríos. El ritmo se mantiene, así que pensemos en compensarlo con agua y sombras.
Algunas ciudades han preparado sus infraestructuras, han repensado su patrimonio para cuidar a sus ciudadanos, adaptándolas a una realidad que nos vienen anunciando desde hace cincuenta años y que ya es nuestra, ganada con méritos propios. Hace unas décadas nos advertían del cambio climático, ahora que ya lo hemos alcanzado nos anuncia la ONU que el siguiente paso es el "infierno climático". Es lo que hay. Ahora qué hacemos. Una opción es ignorarla desde las autoridades públicas y dejar a la responsabilidad individual la toma de medidas. Esto es lo que se ha estado haciendo hasta ahora en no pocos pueblos y ciudades de España. Nuestra querida ciudad de Toledo con su tendencia a conservar lo que hay, con ese arraigado "así se ha hecho toda la vida" no iba a ser una excepción en este sentido. Lo malo es que esa reticencia al cambio en este caso nos puede literalmente asfixiar.
Esta semana en la tutoría con mis alumnos de 14 años me explicaban que una de sus aficiones era ducharse, sí, lo situaban a un nivel similar al de dormir. Tuvimos que trabajar la diferencia entre cubrir necesidades básicas y aficiones, aunque entonces el campo de hobbies quedó en su mayoría con un único "estar con el móvil". Da que pensar, sí, y mucho. Las clases en el instituto son inspiradoras de ríos de tinta.
Pero me detengo aquí en esa afición de ducharse, porque no pocos se ponen bajo el chorro de agua una hora al día ¡una hora al día! Me imaginé a padres y hermanos abriendo la puerta del baño cada día para verificar que sigue habiendo vida bajo esa ducha, y meter un poco de prisa a ese ser llamado adolescente que necesita consumir las escasas reservas de agua que tenemos para sentirse realizado en una de sus aficiones: ducharse.
Conciencia ecológica
Se me ocurrió intentar apelar a la conciencia ecológica. Me miraron muy raro, las muecas indicaron un "ya está la profe con sus cosas". En esa misma sesión hablamos de lo que les podía motivar especialmente de cara a elegir alguno de los diversos itinerarios que se ofrecen en el sistema educativo. Y de nuevo se alzó una voz, que fue cogida al vuelo por la mayoría y terminó haciendo eco con el timbre del recreo "yo lo que quiero es tener mucho dinero, profe".
Estas son algunas de las líneas que construyen la escala de valores de una amplia mayoría de mis alumnos: escasa conciencia ecológica y ambición material desmesurada.
Me encantaría poder decir que tengo alguna Greta Thunberg, pero no es así, y de hecho el discurso dominante entre los adolescentes que me rodean está en las antípodas de la joven Greta. Me encantaría poder romper una lanza a favor de la juventud, pero lo que veo a mi alrededor no me lo permite.
Y me preocupa. Ojalá esto quedará solo en los adolescentes, que están en pleno proceso de construcción buscándose a sí mismos en esta sociedad líquida sin agua. Pero mis adolescentes son un mero reflejo del mundo adulto, los jóvenes replican referentes y lo que encuentran son mensajes contradictorios, fake news, mucho vocerío y poca reflexión. Mucha red social, mucho móvil, y una realidad que habla de paz mientras hace la guerra, que habla de ecologismo mientras contamina, que habla de solidaridad mientras excluye e insulta, que habla de igualdad mientras fomenta los roles tradicionales, que habla de comunicación mientras grita y no escucha.
En este contexto, aspirar a que seamos los individuos quienes tomemos las medidas necesarias para hacer frente a la realidad climática que tenemos encima, creo que es mucho aspirar.
Agua, fuentes horizontales donde mojarse y recibir las bondades de las gotas que aplaquen el ardor de la piedra, toldos, edificios en los que resguardarse y disfrutar de juegos en común, menos coches y más plantas, más verde en tiempos de crisis climática como los que vivimos desde hace años son imprescindibles.
Este año tenemos elecciones. Solo espero que el equipo que asuma el gobierno de esta ciudad atienda la necesidad climática que vivimos y asuma su responsabilidad como valedora del interés general que se supone que es. El interés individual y el sistema que poco a poco hemos creado entre todos no lo pone fácil. Por eso el papel de las autoridades es crear conciencia, hacer pedagogía y al mismo tiempo adaptar las infraestructuras a lo que ya tenemos encima.
No es fácil, pero sí imprescindible. Este verano que hemos vivido en abril nos lo ha recordado.
Transformemos la ciudad entre todos, pero sobre todo autoridades que formen gobierno asuman su responsabilidad de impulsar una ciudad de cuidados. La inercia nos lleva al infierno ecológico, o la cambiamos innovando e incluyendo el ecologismo como línea estratégica esencial en toda toma de decisiones, o el calor nos abrasará.
Artículo de opinión de Marta Romero, presidenta de la Asociación Tributo