La toledana Rosa Guerrero decidía en 1970 abrir una tienda en el barrio de Palomarejos a la que dio su nombre, ‘Mercería Rosi’. Lo que seguramente no se esperaba es que ella se convertiría en una de las primeras emprendedoras de la capital regional y que dos de sus tres hijos decidirían dedicarse al negocio familiar consiguiendo, 52 años después, convertirlo en uno de los más importantes y conocidos de la capital regional.
Y es que, lo que comenzó siendo un pequeño comercio cuenta hoy con cuatro establecimientos, tres en la misma calle que lo vio nacer y otro en el barrio del Polígono. Por su parte, Rosi, como la conocen en la ciudad, es un referente en el sector de la costura y la confección. “La gente dice: si no sabes donde arreglar algo, ve a la Rosi”, nos cuenta su hija, Chari Mateo Guerrero, quien actualmente dirige el negocio junto a su hermano Juan Carlos.
Nos vamos hasta la calle Martínez Simancas, corazón de este negocio toledano. “Mi madre empezó comprando el local, poco a poco fuimos creciendo y actualmente tenemos cuatro tiendas relacionadas con la mercería pero especializadas en distintos productos como los bordados, la ropa de hogar o la confección”, explican.
“Cuando trabajaban nuestros padres les ayudábamos, luego trabajamos con ellos, no para ellos, y cuando se jubilaron continuamos con el negocio familiar”, recuerda Juan Carlos. “Decidimos quedarnos con el negocio porque funcionaba, nos gusta y nos gusta el barrio”.
Tanto Chari como su hermano estudiaron administración y aplicaron su formación a la empresa de su madre de quien aprendieron un oficio que han expandido. “La mercería no va a desaparecer nunca porque se necesita en mayor o menor medida”, asegura la toledana. “Siempre se necesita un alfiler o un hilo”.
“La mercería es como las ferreterías: puede haber muchos centros comerciales que tengan ferretería, pero la gente quiere cosas muy concretas adaptadas a su necesidad, a su caso. Aquí pasa lo mismo y además, la gente joven está empezando a aprender a coser por lo que nuestro público es de todas las edades”, añade su hermano quien asegura que el nivel de ventas se mantiene durante todo el año aunque cada producto tiene su temporada. “En Navidad se vende más pero hay otros picos como las rebajas de verano, la mercería en septiembre con los babis y los rotos de los niños y la confección en febrero con los carnavales… cada una de nuestras tiendas tiene su época de más ventas”, añade Chari.
Profesionalidad y confianza, así compite Mercería Rosi con las grandes superficies
Rosa Guerrero comenzó trabajando sola y, aunque tenía la ayuda de sus hijos y de su marido, la demanda aumentaba y contrató a una dependienta. Medio siglo después, son diez las personas que trabajan en Mercería Rosi.
“Tenemos una plantilla consolidada, gente de siempre”, cuenta Juan Carlos. “A muchas de nuestras dependientas les hemos enseñado desde cero”, añade. Es el caso de su trabajadora más antigua, quien llegó al negocio hace 20 años. “Se tarda mucho en aprender y es muy duro porque en este sector hay una gran variedad de productos… te tienes que formar día a día”, relata Chari. “Por ejemplo, tenemos medias de todas las densidades, 500 colores de lanas… la tienda parece pequeña pero está todo concentrado y engloba miles de productos”.
Así, el equipo de Mercería Rosi cuenta con personal especializado y con amplia formación que se ha convertido en el capital humano del negocio y su principal forma de competir frente a las grandes superficies o el mercado asiático.
“Mucha gente lo que busca son profesionales que les sepan aconsejar y eso no lo encuentras en las grandes superficies... El trato personal no lo van a dar nunca”, afirma Juan Carlos. “Cuando se necesita consejo vas al pequeño comercio, no a las grandes superficies”.
Además, según los toledanos, estos espacios cuentan con artículos de mercería muy concretos que no se adaptan a las necesidades de cada cliente, “algo que sí hacemos nosotros ya que contamos con una gran gama de variedades de cada artículo”.
“Hubo una época en la que se apostaba por especializarse en un producto muy concreto pero nosotros no optamos por esa línea y seguimos trabajando diversos productos porque si en un momento dado te falla uno tienes otros”, recuerda Juan Carlos.
Mercería Rosi se ha convertido en “una tienda que vende cosas muy diferentes”. “La gente viene precisamente por eso: porque tenemos de todo y surtido”, comenta su hermana. “Antes la mercería era una tienda donde comprabas unos botones, una bobina de hilo… ahora se pueden comprar calcetines, sujetadores, pijamas, ropa de cama, leotardos…”.
Además, entre esta gama de productos destacan artículos “más especiales”, como los que se pueden encontrar en la línea de corsetería. “Tenemos tallas y copas especiales destinadas a cubrir las necesidades de las mujeres adultas porque para el resto hay mucha más competencia en las grandes superficies”.
Respecto al mercado asiático, “la gente ya sabe las calidades que tienen”, detalla Chari. “Puedes comprar unos alfileres, lana o hilo pero después vas a ir a la mercería, lo pruebas una vez y no lo pruebas dos porque al final la calidad es más baja”.
Sobre el comercio online, los hermanos coinciden en afirmar que no es una competencia sino una herramienta que ellos también han incorporado. “Actualmente estamos muy metidos en las redes sociales y el comercio electrónico. Por ejemplo, hemos desarrollado la opción de compra online y recoger en la tienda, para quienes no quieren estar haciendo cola o esperando, y además mandamos pedidos a toda España”.
Nuevas líneas de negocio, el principal cambio tras 50 años de historia
Además del gran abanico de artículos que se pueden encontrar en Mercería Rosi, destaca su apuesta por otras líneas de negocio como los talleres. “Comenzamos hace seis años con cursos de ganchillo y nos va muy bien, hay incluso lista de espera”, afirma Chari quien asegura que el ganchillo ya “no es cosa de abuelas”. “Se ha modernizado y hacemos otro tipo que no tiene nada que ver y que muchísima gente utiliza como terapia”.
“También contamos con un servicio de bordado, algo que no se encuentra tan fácilmente, y de costura para arreglar bajos o rotos”, añade Juan Carlos quien asegura que hay mucha demanda de cursos de confección pero no disponen de espacio para ponerlos en marcha.
El reto del pequeño comercio: el relevo generacional
Cuando preguntamos a Chari y Juan Carlos sobre el futuro de Mercería Rosi lo tienen claro: “No vemos futuro porque no creemos que otras generaciones quieran continuar”.
Ambos tienen hijos pero son conscientes de que sus caminos laborales y profesionales probablemente no se encuentren en su negocio familiar. “Es muy difícil que nuestra mercería pase a una tercera generación por dos motivos: ahora todos los hijos estudian y quieren tener carrera; y segundo, no tienen iniciativa de poner un negocio”, explica Juan Carlos. “A los padres tampoco nos hace mucha gracia porque pueden venir momentos más duros y no quieres que tu hijo esté ahí”.
“La única opción es que otras personas quieran coger el negocio y traspasarlo, aunque nos daría mucha pena, sobre todo porque funciona”, añade Chari quien asegura que el problema de los comercios locales está en el relevo generacional y no tanto en el descenso de ventas, la compra online o las grandes superficies. “Las mercerías se van a perder igual que muchos otros oficios porque los jóvenes ya no quieren hacer formación profesional por lo que este va a ser un sector con mucha demanda de profesionales”.
Palomarejos, un barrio vivo y con futuro
Desde el cierre del Hospital Virgen de la Salud hace un año, son muchos los debates acerca del barrio de Palomarejos cuya vida estaba ligada al centro sanitario. Sin embargo, desde Mercería Rosi recuerdan que los residentes no se han ido.
“La única diferencia del barrio de antes y ahora es que no hay hospital ni la gente que venía al hospital y consumía alrededor pero las viviendas siguen llenas, no hay ningún piso vacío”, explica Juan Carlos quien afirma que sus clientes llegan desde todos los barrios de Toledo “e incluso de otros pueblos”. “Tampoco estamos encasillados en una edad”, añade.
Por todo ello, considera que el futuro de su negocio, así como el de otros pequeños comercios de la zona, no está condicionado por el hospital. “El cierre ha hecho daño mayormente a la hostelería pero a las tiendas no tanto, alguna venta pierdes pero seguimos teniendo nuestra clientela habitual”.
Aún así, Chari y Juan Carlos reconocen que “el ambiente del Hospital daba vida” a la zona. “Ahora también nos quitan las luces de Navidad para rematar cuando el barrio sigue existiendo”, critican.
“El Ayuntamiento tiene que potenciar la zona porque está un poco descuidada”, proponen unos toledanos cuya historia está totalmente ligada a Palomarejos, un barrio que les ha visto crecer personal y profesionalmente ya que es donde nacieron, donde comenzaron a trabajar y donde han continuado teniendo su negocio familiar y su hogar.